El anhelo inocente de volver a casa, lo que llamamos la
búsqueda espiritual, a menudo es alimentada por el deseo de terminar con el
sufrimiento creado por las historias del ego, y por la esperanza (ufffff) de
que este final signifique que ya no tenemos que sentir lo que no nos gusta
sentir.
Lo que no nos gusta sentir es miedo, es incertidumbre y
tristeza, angustia, desesperación. Sentimientos demasiado incómodos. Muy
dolorosos. Muy aterradores. Casi insoportables.
No queremos sentirlos. No queremos que nos visiten.
Simplemente no los queremos.
Hacemos cualquier cosa para deshacernos de ellos.
Estos sentimientos se convierten en nuestros enemigos,
al menos en nuestra mente, y gastamos mucha energía combatiéndolos. Los
tapamos. Nos alejamos. Los adormecemos. O pretendemos sentir algo diferente, algo
que percibimos como más cómodo.
Cuando la batalla nos agota, buscamos al maestro espiritual
o la enseñanza espiritual o la práctica espiritual que borrará todos estos
sentimientos no deseados y nos dará lo que queremos.
Lo que queremos, incluso si no somos plenamente
conscientes de este deseo, es la dicha. La paz sin fin. La conciencia
ilimitada. La trascendencia de la desordenada experiencia humana. Y cuando no
recibimos la recompensa imaginaria, tachamos a este maestro o enseñanza o
práctica como “incorrecto” y nos vamos a buscar el maestro, la enseñanza o la
práctica “correcta”.
Cuando buscamos y fallamos en encontrar lo que pensamos que
estamos buscando, cuando buscamos y fallamos, buscamos y fallamos, y buscamos y
fallamos un poco más, llegamos a un punto de bifurcación. La elección aquí es
colapsar en la historia de “pobre de mí”, o levantarnos en conciencia.
¡Este es el momento de la verdad!
Ahora que hemos fallado lo suficiente, nos han roto lo
suficiente, nos han desgastado lo suficiente, nos han humillado lo
suficiente... ahora que nos han despojado de poder imaginar cómo se siente la
libertad, ahora que perdemos la fantasía a la que aferrarnos como un
salvavidas, ningún santo a quien seguir, ninguna idea de lo que significa ser
espiritual... bueno, ahora tal vez podamos volver a descansar en los hechos
desnudos de lo que ES.
La cuestión es ¿Cómo dejar de huir y simplemente estar aquí?
Si somos lo suficientemente honestos con nosotros mismos, si
podemos VER lo que se interpone en el camino de simplemente estar aquí con lo
que es, volvemos a nosotros mismos. Esto no es una regresión a la
inconsciencia, sino una transformación en amor. Cuando ya no hay más intentos
de evitar o escapar de ningún sentimiento o experiencia, descubrimos que no
hay ningún enemigo. Descubrimos que la verdad no es un estado
perfecto de comprensión. Tampoco es un estado perfecto de no sentimiento. Es
la seidad misma de este momento, sin importar
cómo se manifieste. Y esta aceptación de lo que está aquí, esta intimidad con
lo que está aquí, es la libertad misma que buscamos.
Ahora, en lugar de un subidón espiritual, hay una madurez
espiritual.
Dejamos de rechazar y enojarnos, y comenzamos a
abrirnos y dar la bienvenida a todo, sin resistencia a lo que es.
Todo el espectro de la experiencia humana es profundamente
aceptado.
Dejamos de intentar ser espirituales, dejamos de ceder la
autoridad a nuestra imaginación de cómo debería ser y
descansamos en nuestra apertura más íntima.
Y cuando parece que caemos, cuando parece que fallamos,
cuando nos encontramos de rodillas abiertos por las vicisitudes de la vida,
recordamos que no necesitamos encogernos de vergüenza o mejorar o
buscar la salvación en la espiritualidad.
Recordamos estar aquí mismo, desnudos en nuestra humanidad,
enamorados ante cada experiencia que ES.
Gracias. Gracias. Gracias
Bellisimo!!!!! GRACIASSS Amada Tahita!!!! Abrazos infinitos!!!!!
ResponderEliminarGracias🙏
ResponderEliminarGracias Tahita, como siempre llegan tus palabras en el momento justo, Cariños y bendiciones !!!
ResponderEliminarGracias amada Tahita gracias siempre por tanto abracitos de luz
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