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sábado, 24 de noviembre de 2018

Viendo la experiencia como una película


En uno de sus famosos sermones,el Buda se encuentra a orillas del río Ganges, hablando con los monjes acerca de la forma en que nuestra experiencia es, en cierto sentido, de naturaleza ilusoria, debido a su impermanencia. 

Al estar al lado de un río, comienza utilizando metáforas relacionadas al agua. Él dice que las formas físicas que vemos, incluida nuestra propia forma física, son como un montón de espuma que se desplaza río abajo:  como alguien con discernimiento puede examinar esa espuma y descubrir que no hay sustancia en ella, que es "vacía, sin sustancia”, así, cuando examinamos la forma, encontramos que es exactamente lo mismo.

¿Qué significa esto? ¿No es obvio que nuestros cuerpos son sólidos y sustanciales? Bueno, cuando en meditación tomamos nuestra atención profundamente en el cuerpo, ¿qué encontramos? ¿Realmente experimentamos alguna solidez o sustancia? Todo lo que podemos encontrar son sensaciones.  Y cuando observamos muy de cerca esas o cualquier otra sensación, no son nada sólidas. No son más que puntos de percepción. No son estables, parpadean dentro y fuera de la existencia, momento a momento. 

Los sentimientos, dice el Buda a los monjes, son como burbujas que aparecen y desaparecen rápidamente como cuando una gota de lluvia cae en la superficie del río. Aquí también podemos observar de cerca la naturaleza de los sentimientos. Podemos pensar que los sentimientos persisten con el tiempo, pero si observamos de cerca, vemos que son simplemente sensaciones temporales. 

Durante una tormenta, las gotas caen en la superficie del agua. Pero cada gota que se estrella, dura solo un instante. Los sentimientos, examinados de cerca, son así también: puntos de sensación, suspendidos en el espacio, parpadeando dentro y fuera de la existencia con una rapidez increíble.

Buda sigue…  Los impulsos emocionales son como la médula de un árbol de plátano, que, como una cebolla, tiene capas y capas que pueden eliminarse, sin que quede nada. Nada sólido dentro. Esto también se puede confirmar en nuestra experiencia. ¿Qué sustancia hay en los sonidos e imágenes que experimentamos en la memoria y la imaginación? ¿Qué sustancia hay en la ira o el deseo? ¿En la conciencia misma?

Las metáforas que el Buda eligió eran adecuadas para su época y siguen siendo útiles para nosotros. Pero en mi propia vida, la analogía más apropiada, simple y útil es que podemos experimentar la experiencia física, emocional y mental como una película. Mi cuerpo fabrica sensaciones. Mi cerebro fabrica sentimientos en el cuerpo. Mi mente fabrica sonidos e imágenes y conceptos dentro de sí misma. Y todas estas cosas son insustanciales. Y son cosas que puedo observar, como una película.

Y, como una película, nuestra experiencia puede absorbernos profundamente. Cuando mis sentimientos están heridos, pienso en el dolor como algo real. Aparece la ira, y creo que eso también es real. Creo todas las historias que me cuento sobre cómo la persona que me lastimó es egoísta, mala o desconsiderada.

Pero… si me doy cuenta de que estoy viendo una película. ¿Entonces qué?

Una vez que empiezo a aceptar que mi cuerpo y mi mente me están inventando una película, me lo tomo todo menos en serio. 

Al ver la película de mi experiencia, puedo sentir placer e incomodidad en el cuerpo, y es todo algo que apreciar, de la misma manera que aprecio la ternura y los momentos tensos en una película. Puedo experimentar mis sentimientos, y si son agradables o desagradables, encuentro que puedo disfrutarlos de la misma manera. Los impulsos surgen, y si no son deseables o me son inútiles, puedo dejar que se disuelvan como las cosas irreales que son: no necesito tomarlos en serio. Reconozco que mis pensamientos, mis recuerdos y lo que imagino acerca del futuro son simplemente películas que se ejecutan en la mente.

Es todo una película. Ver las cosas de esta manera es simple. 

Existe la posibilidad de que algunos confundan lo que digo con el significado de que nada importa. Pero eso no es cierto.

 Lo que importa es amarlo todo, especialmente las partes de nosotros y de otros que consideran que la película es real. Por esas partes necesitamos nuestro amor y compasión. Esto le da sentido a la vida. 

El amor y el significado también son parte de la película, pero en última instancia son de lo que trata la película. 

No tenemos que creer esto: es simplemente cómo son las cosas y nuestra tarea es simplemente observar. Esto es lo que podemos llegar a ver: nuestra verdadera naturaleza es la inter- conexión y la compasión.

Entonces, si no tenemos un sentido de significado, propósito y amor en nuestras vidas, sería imprudente abrazar esta perspectiva de ver nuestra experiencia como una película creada para nosotros.

 Cuando hay un sentido saludable de amor y significado en nuestras vidas, la desilusión es una experiencia positiva.

 Sin esas cosas puede ser devastadora. Pero una vez que tenemos una base de amor, aprecio y propósito, ver la vida como una película es una forma de profundizar aún más esas cualidades.

Ponernos enfrente como un espectador delante de la pantalla, sensibilizarnos de a ratos pero recuperar siempre al observador silente y sabio que no confunde lo real con lo que está viendo…un observador compasivo, consciente de que estamos interconectados con la historia que tejimos en la pantalla y con las historias de las películas que cada fragmento del Ser tejió…mas a sabiendas de que esas películas son un juego cósmico de reconocimiento  y de AMOR.

¡Y LAS BENDICIONES FLUYEN!

Tahíta

Quebrantos y Crecimiento


La mayoría de los maestros nos han dicho que nada es tan completo como un corazón roto...

Una persona, situación nos rompe el corazón. Tal vez el mundo rompe nuestros corazones…y es esta apertura la que nos sana, nos redime, nos completa. 

A medida que luchamos para integrar los profundos desafíos que surgen en estos tiempos nunca ha sido más importante abrazar el quebrantamiento y dejar que se convierta en aliado en nuestro proceso de curación y la curación del mundo. 

Paradójicamente, nuestra  respuesta a  un estado de sentirnos superados, heridos o quebrados, determina nuestra intimidad con lo real. Si siempre tratamos de evadir la impermanencia, la imperfección y el estado de  incompletitud de la vida, nunca podremos descubrir la gracia que se despliega cuando dejamos de correr y nos inclinamos, rendidos, dispuestos a dejar penetrarnos por lo que sea que nos lacere, y nos permitimos  rever más profundamente el caudal de sabiduría que se nos vierte a través de la grieta dolorosa  de un corazón herido.

 En el camino: nada está excluido, nada se descarta…todo nos sirve para autoexaminarnos, expandirnos y trascender.

¿Recuerdan la frase de Rumi?..."Hay una grieta en todo, así es como entra la luz".

Que las cosas se desmoronen en nuestras vidas, a pesar de nuestros grandes esfuerzos, es tan inevitable como la respiración. 

Ya sea la muerte, el divorcio, la enfermedad o el fracaso lo que sacude nuestro mundo y nos hace temblar, ya sea un sueño roto o un hueso roto lo que nos pone de rodillas, el quebrantamiento es una parte esencial de la experiencia humana y un tesoro en el proceso espiritual. 

Nuestro quebranto no es un error, sino una invitación a renunciar a nuestros proyectos de estar permanentemente obsesionados en cambiar o mejorar o cambiar la realidad, y abrirnos a la vida tal como es, en toda su vulnerabilidad, toda su imperfección. 

 De hecho, no importa cuán espirituales, cuán despiertos estemos, no importa cuán clara sea nuestra intención o nuestro karma, solo hay una certeza: todos, sin excepción, experimentaremos pérdida, angustia y decepción. 

La cuestión siempre es cómo respondemos, si somos conscientes como para no desperdiciar la oportunidad de auto observarnos y darnos cuenta de todo el poder de trascendencia que se oculta  detrás de las respuestas emocionales habituales, esas que son desbaratadas por la luz de la consciencia.

Cada quebranto nos hace más vulnerables, y eso no siempre tiene que llevarnos al miedo y al sufrimiento, sino que son  grietas más o menos profundas que socavan la superficialidad con la que solemos vivir en piloto automático y nos obligan a detenernos, permanecer con lo que sentimos y hasta agradecer esa profundidad  como regalo evolutivo.

La Vida es tan completa, que no tenemos como humanos que provocarnos o buscar situaciones  de quebranto para que suene en nosotros la nota precisa que nos llama a la interioridad y la consciencia reflexiva…realmente necesitamos esta nota para despertar de la superficialidad que nos carcome  en la vida encarnada del ego.

Podemos poner una barrera, ciertamente  a todo lo que tememos nos abrirá, podemos distraernos en banalidades, charla, tecnología o veleidades…o podemos detenernos, observarnos y permitir que florezca el contentamiento y la aceptación, muy por encima del miedo del yo pequeño, que tratará siempre de “taparnos” con un velo toda oportunidad de expansión e interioridad.

Gozamos de libre albedrío acerca de cómo responder  a las historias que el Alma teje con el hilo que sea, para que nos reconozcamos como hebras unidas de ese tapiz que SOMOS…en el cual los claroscuros son los que le sostienen “vivo”, cambiante, inmediato, experimental e ilimitado.

Esa es la riqueza por la cual hemos venido.

¡Y las bendiciones fluyen!

Tahíta

El Compromiso Evolutivo de Transformarnos


Podríamos llamarlo el mal de la espiritualidad contemporánea. Lo escuchamos  todo el tiempo. El estribillo usualmente dice algo como esto: “He estado en el camino espiritual por años. He meditado, he ido a terapia y he asistido a docenas (si no cientos) de talleres, seminarios y retiros. He tenido muchas experiencias cumbre. Pero, todavía no soy fundamentalmente diferente de cuando empecé. Todavía estoy plagado de los mismos patrones negativos recurrentes. Todavía no estoy seguro de lo que estoy haciendo aquí. Aun no soy profundamente feliz. Aun no soy libre”.

¿Por qué es que tan pocos de nosotros obtenemos los resultados que nos prometen nuestras prácticas espirituales? ¿Cómo es posible que después de décadas de búsqueda espiritual, la mayoría de nosotros finalmente nos conformemos con un logro mucho menos profundo o radical que el que buscábamos cuando comenzamos el camino?

¿Es, como nos dicen algunas antiguas tradiciones orientales, que la iluminación es un objetivo tan elevado que no deberíamos esperar experimentar ninguna transformación radical en una vida, sino que deberíamos ver nuestra encarnación actual como uno de los millones de pequeños pasos hacia ese supremo logro?

¿O es, como muchos maestros contemporáneos dicen, que el intento de cambiarnos a nosotros mismos de alguna manera es, de hecho, equivocado, que simplemente deberíamos "aceptar lo que es", "cancelar la búsqueda" y darnos cuenta de que la vida ordinaria, en toda su fragilidad es suficiente.

Con el debido respeto a los de opinión diferente, me gustaría proponer otra posibilidad.

Me gustaría sugerir que el objetivo supremo y elevado de la liberación espiritual profunda y transformadora de la vida no solo es posible en esta vida, sino que, de hecho, está al alcance de cualquiera con una mente razonablemente sana y buena disposición. Y que la razón por la que no está sucediendo para la gran mayoría de quienes la buscan es que, nos movemos en un círculo individual y pequeño. Y ese círculo es el reino del ego.

Parafraseando al maestro espiritual Andrew Cohen, imagina por un momento que el destino de toda la raza humana descansa sobre tus hombros. Que la evolución de la humanidad depende completamente de tu disposición para transformar tu conciencia, elevarte por encima de tu pequeñez, purificarte del condicionamiento negativo y convertirte en un ejemplo para el mundo. En otras palabras, imagina que despertarte de la ignorancia y el egocentrismo se convirtiera en un problema moral.

¿Te acercarías a tu camino de manera diferente? ¿Se intensificaría la energía que pones en tu práctica espiritual? ¿Sería más profunda la calidad de la conciencia y el cuidado con el que abordas tus relaciones? 

 Si supieras que todo depende de ti, ¿tendrías alguna otra opción más que cambiar?

Ramana Maharshi dijo una vez que el aspirante espiritual debe ansiar la liberación como un hombre que se ahoga ansía el aire. Pero la dolorosa verdad es que incluso cuando reconocemos que nos estamos ahogando espiritualmente, a la mayoría de nosotros no nos importa lo suficiente persistir en mantener la cabeza fuera del agua.

Los desafíos del camino espiritual son tan inmensos que la mayoría de nosotros elegimos continuar sufriendo en nuestra pequeñez, en lo conocido,  resabido y sostenido como “espiritual”. Pero, ¿cuántos de nosotros haríamos lo mismo si nos diésemos cuenta de que no solo perpetuamos nuestro propio sufrimiento, sino el sufrimiento de toda la raza humana?

Ahora, puedes estar pensando: “ solo mi transformación no es suficiente para liberar a la raza humana”.

Y es aquí donde te pido que reconsideres.

La ciencia moderna en las últimas décadas ha estado verificando lo que las antiguas tradiciones intuían hace mucho tiempo: que, tanto de manera tangible como misteriosa, todos estamos interconectados, y cualquiera de nosotros tiene un efecto profundo en TODO. Y, si aceptamos la enseñanza mística perenne de que, en el nivel de la conciencia, no solo estamos interconectados, sino que en realidad SOMOS UN SOLO SER que ve a través de innumerables ojos, entonces queda claro que, nos guste o no, la forma en que conducimos  nuestras vidas interna y externamente, cada uno de nosotros,  siempre está teniendo un efecto colectivo.

Si agregamos a eso la realidad de que somos seres en evolución que viven en un universo en evolución, que todos somos parte de un gran proceso evolutivo cósmico, nuestro compromiso y responsabilidad con el conjunto comienza a hacerse evidente.

Replanteo mi pregunta anterior: ¿Qué harías si te dieras cuenta de que todo el esfuerzo humano, la evolución de la conciencia en sí misma, depende de tu disposición para desarrollar tu propia conciencia? ¿Cómo afectaría a las decisiones que tomas todos los días el saber que esas opciones contribuyen o frenan en un sentido muy real,  la evolución de la totalidad?

En este momento, cuando parece que nuestro futuro depende de nuestra voluntad de evolucionar como especie, ¿tendrías otra opción que actuar en alineación con el mayor bien evolutivo?

El punto que trato de señalar es que cuando examinamos más de cerca lo que realmente es la transformación espiritual, rápidamente queda claro que el camino de la transformación no consiste principalmente en liberarnos del sufrimiento y asegurar nuestra propia felicidad. Claro, eso es un resultado colateral, adicional. Pero, mientras eso sea lo que buscamos, probablemente no llegaremos muy lejos.

Donde el camino espiritual realmente comienza a ser interesante es cuando reconocemos que transformarnos de la manera más profunda posible es, de hecho, un compromiso  evolutivo con consecuencias que van mucho más allá de nosotros mismos. Cuando comenzamos a aceptar el hecho de que nuestras vidas realmente no son nuestras para hacer lo que nos plazca, que en todo lo que hacemos, de hecho somos responsables ante el Todo, algo verdaderamente milagroso comienza a suceder.

Al enfrentar la responsabilidad palpable de transformarnos  para un Bien Mayor, nos encontramos con que de repente tenemos acceso a una fuente de energía infinita para enfrentar cualquier desafío que se presente en nuestro camino. Además, todos los problemas personales, todos los temores, dudas y resistencias que antes parecían insuperables, se muestran como menos significativos. ¿Por qué? Porque nuestra atención está ahora enfocada en algo mucho más grande que nosotros mismos.

Encendidos por un llamado noble a participar en la gran aventura de la evolución consciente, encontramos que ya no tenemos tiempo para preocuparnos por nosotros mismos

Y en esta libertad de la preocupación por uno mismo, en poco tiempo descubrimos que la profunda paz interior y la alegría que buscábamos todo el tiempo se han convertido en nuestro estado permanente en el Campo de consciencia  en el que interactuamos como hilos dorados de luz de la urdimbre del Ser Uno.

He aquí el principio y fin del camino. Expandirnos y darnos cuenta que en la coherencia cósmica, cada palabra, silencio, hacer o no hacer, sentimiento o pensamiento, se comparte infinitamente y se re-crea.

Atención y vigilancia consciente.

¡Y las bendiciones fluyen!

Tahíta

 

jueves, 22 de noviembre de 2018

Ser y Hacer desde el Ser


Encontramos todo tipo de métodos que pretenden enseñarnos cómo “ser". 

Pero, mientras tratemos de seguir  un método, estaremos “haciendo”, no “siendo” .Tal vez por eso los últimos atisbos de sabiduría de tantos adelantados se refieren a soltar los libros, escritos, cursos, talleres y vivenciar en Ser.

Te estoy diciendo que abandones todos tus métodos. No son necesarios. 

Simplemente deja de juzgar, interpretar, conceptualizar, especular. Deja que todo lo que no es "Ser" se caiga. Y entonces el ser florecerá por sí solo. La gracia surgirá espontáneamente y comprenderás el significado sin seguir ningún método.

Una vez que tu propósito de vida te sea revelado, no podrás ignorarlo. Pero no puede revelársenos mientras intentemos forzar la vida a abrirse.

Nada en la naturaleza se realiza forzando sino “dejando ser”…y en nosotros también, en todos los niveles y ámbitos.

Sé paciente. Sé amoroso. Toda la alegría y la belleza de la vida están a nuestro alcance manifestándose cuando logramos descansar en el Ser sin forzar nada, ese es el camino de la entrega, que siempre va aparejado al del Amor.

 El propósito de cada quien se está manifestando plenamente en este momento.

No busques sentido fuera de tu propia experiencia. Solo confía en lo que es  y estate con ello. Esa es la enseñanza más profunda que he encontrado. Porque, en esta simple práctica, todas las barreras a la verdad se derrumban.

La espiritualidad auténtica no es lineal. No se puede enseñar ni prescribir. No podemos decirle a alguien  "haga esto y haga eso, y así será espiritual". El camino sin camino de la consciencia expansiva es más un dejar  ir lo que nos colma impidiendo el milagro, que tratar de llenarnos de herramientas sin soltarlas cuando han cumplido su cometido. Cuando nos aferramos así, el viento de una crisis siempre nos las arrancará de las manos, no como castigo ni represalia son para llamarnos la atención acerca de que nos hemos olvidado de Ser, empantanados en el “querer hacer algo para ser más conscientes o espirituales”.

Todo lo que se haga debe venir desde lo más profundo. Debe ser fresco, claro y centrado en el corazón. Debe hacerse espontáneamente. Y si es necesario, ser entregado con facilidad, sin apego.

Si hay algún residuo del pasado, si hay algún temor o falta la confianza  el milagro no ocurrirá.

 Cada pensamiento que está libre de miedo, cada acción que está libre de la obligación de "hacer", de "salvar" o de "sanar" es de naturaleza milagrosa. Está libre de las leyes del tiempo y el espacio, pero opera con eficacia espontánea dentro de ellas.

¿Por qué es esto cierto?  Porque no viene de la mente condicionada. Porque es espontánea y cierta. 

Tal pensamiento o acción es una oración viva. 

No puede ser anticipada o repetida. No es un producto de nuestro aprendizaje.

 Es el resultado de nuestra comunión viva con la mente incondicionada.

No estamos obligados y a veces ni siquiera tenemos el permiso de tratar de salvar o sanar a alguien. Si se produce una sanación o se contribuye a “sacar del pozo” a otra alma, es solo porque al vaciarnos nos transformamos un canal para que el Espíritu, el Campo o como le llames, actúe. Mas vaciarnos y Ser sin expectativas es la acción o la no acción más luminosa.

Si nos llega un pensamiento o una señal de actuar venida de lo profundo del Ser, entonces actuamos, y sabemos con certeza que eso no proviene del ego…pero si solo nos mueve el impulso sin discernimiento, más vale hacer una pausa y tratar de sintonizar internamente para sentir  si es lo adecuado. Ninguna cosa que se fuerza proviene del Espíritu.

 El Espíritu es sencillo y lo que inspira nos aligera, se nos facilita y muestra claramente.

Así cuando una acción o pensamiento es inspirado, no solo es un hacer sino un Ser, interconectados con esa fuerza atemporal, infinita, omnipresente y omnipotente que se mueve en toda Vida, y en la que nos movemos.

¡Y las bendiciones fluyen!

Tahíta

Un tiempo para dejar ir


Es tiempo de dejar ir.  Todo en  la naturaleza nos recuerda la importancia de dejar ir, y nos guste o no, el proceso está sucediendo siempre, sea cual sea la estación del año, o de la vida.

Un árbol nunca dice "¡No me quites las hojas!" Ni una crisálida permanece encerrada negándose a volverse mariposa.

La naturaleza es nuestro mejor maestro y al igual que la naturaleza se libera y se transforma, nosotros también.
Últimamente he estado experimentando esto de múltiples maneras…y de hecho, sé que ustedes también, cada cual de forma única y a la vez colectiva.

Tratar de aferrarnos a algo que está saliendo de escena nunca es una acción útil y solo empeora las cosas.

Cuando las cosas deben irse, se van, y nuestro trabajo es estar presente con lo que nos está dejando y sentir el proceso que atravesamos. Este viaje es necesario para conocer nuestro próximo paso.

A veces dejamos un lugar amado, una relación, amigos, comodidades o todo lo anterior junto. Esto es  lo que llamo “una sacudida Divina” invitándonos a la renovación.

Necesitamos estar “dejando ir” para poder transformarnos.

La transformación nunca es un proceso fijo.

A veces, pasamos por un gran “dejar ir” y nos dura años mientras experimentemos la transformación. Otras veces, perdemos algo y experimentamos rápidamente una renovación de circunstancias.

Ya sea que estemos experimentando la pérdida de nuestros hijos que se van a la universidad, un amante , un puesto de trabajo, una relación, el cambio de ubicación o todo lo anterior simultáneamente, siempre  podemos hacer la transición más suave, más fácil.

Lo primero siempre es reconocer que el cambio es la constante que todos los humanos siempre experimentarán y la naturaleza nos recuerda cuán constante es.

Cuanto antes soltemos, cuanto antes abandonemos el intento de controlar lo que está sucediendo, más pronto entraremos en el estado de flujo. 

El flujo es el estado donde las cosas comienzan a suceder fácil ya alegremente. 

Rendirnos es la clave. No podemos forzar la rendición. A veces luchamos y nos resistimos hasta que el viento del agotamiento agita nuestras hojas y nos susurra…”Suelta”…entonces reconocemos la importancia de rendirnos…y todo se facilita.

Mientras tanto, seamos amables con nosotros mismos, con nuestros tiempos y procesos, manteniendo viva la comprensión, la compasión y la paciencia.

Algunas veces dejar  soltar es doloroso y es posible que nos encontremos con viejos hábitos. Podría ser comer, beber, enjuiciar…cualquier cosa que disminuye nuestra vibración y en la superficie se sienta bien pero al final, nos agota. En ocasiones necesitamos bajar la vibración hasta que duele, recordarnos parar y despertar para volver a emerger con más conciencia. Entonces, si nos pillamos cayendo en viejos hábitos, seamos compasivos usando esa compasión para alzarnos y levantarnos.

Una buena limpieza en un buen modo de acompañar ese soltar. Puede ser física, mental, emocional, espiritual o todo lo anterior. A menudo, comenzar con la casa y el cuerpo es el punto de partida  básico. Estamos en contacto con nosotros mismos a diario, así que cuando limpiamos nuestro entorno o cuerpo físico, empezamos a pensar de manera diferente, a sentirnos de manera diferente y más profundamente. Una limpieza corporal puede ser tan simple como eliminar el alcohol, el azúcar, los alimentos refinados y adherirse a un plan de alimentación natural de alimentos integrales con abundante agua y caminatas, por ejemplo…otros podríamos elegir una limpieza mental, permanecer en silencio o en la naturaleza, hacer un retiro, o tomarnos unos días fuera, mientras que para otras personalidades cuadra seguir normalmente con las actividad, sumando presencia y atención simplemente.

Mi amigo Elan me escribió su experiencia:

"En preparación para un próximo traslado a un apartamento más pequeño, comencé a limpiar los armarios, los cajones y los armarios de almacenamiento que están llenos de cosas que ya no necesito, pero por algún motivo me he mantenido durante todo este tiempo. Tan tedioso como es este proceso de limpiar y dejar de lado estas "cosas" ha sido, ha sido una experiencia muy positiva: tener menos desorden en mi hogar me ha dado nueva energía.

También me ha hecho darme cuenta de que, de la misma manera en que me aferré a todas estas cosas, también tendemos a aferrarnos a pensamientos negativos y recuerdos dolorosos que nos agobian y atiborran nuestro bienestar emocional. Posiblemente los hemos metido en el fondo de nuestra mente, pero todavía están allí y pueden evitar que sigamos adelante con nuestras vidas y nos impidan alcanzar nuestro máximo potencial.

Por supuesto, es más fácil permanecer en nuestra zona de confort: esos pensamientos y recuerdos nos son familiares, pero dejarlos ir puede darnos nueva energía. Incluso puede significar dejar de lado las relaciones que nos arrastran o nos frenan. Limpiar el desorden en nuestras vidas y dejarlo ir no es fácil. A veces lleva mucho tiempo lograrlo y puede que necesitemos ayuda, pero puede ser extremadamente gratificante. Puede liberar espacio para explorar nuevas experiencias y desafíos. Al dejar ir el equipaje emocional que llevamos con nosotros, podemos aligerar nuestra carga y comenzar el siguiente tramo de nuestro viaje con uno nuevo"- Elan

 

Es importante, cuando las cosas se están yendo de nuestra  vida, reconocer la bendición y agradecer. Es fácil quedar atrapados en todo lo que estamos perdiendo con nostalgia, tristeza, impotencia o rabia, por lo que es importante recordar todo lo que tenemos y tomarnos una  dosis de la medicina de la gratitud. ¿Recuerdan la práctica de no irnos a dormir sin agradecer al menos tres cosas de nuestra vida cada día? Pueden ser cosas simples como un techo sobre nuestra cabeza, ojos para ver, discernimiento, la comida con la que contamos, los amigos. 

Sea lo que sea, siempre hay algo que podemos ver y recordar: “Vaya, realmente soy muy afortunado. Aunque estoy perdiendo___________, estoy agradecido de tener _________”

Dejar ir es raramente fácil. A veces podremos sentirlo como un alivio bienvenido y otras transitaremos la senda del dolor.

 De cualquier manera, es una parte natural del flujo de las estaciones de la vida  y no solo es inevitable sino bendito, liberador, desintoxicante y un crash…en nuestras estructuradas vidas en las que nos ilusionamos con la seguridad y la permanencia de lo impermanente.

Y las bendiciones fluyen!

Tahíta