Las palabras son poderosas.
Nuestras palabras dan forma a nuestra mente, allanando el
camino hacia la libertad o cimentando patrones habituales de sufrimiento.
Nuestra concientización del habla incluye tanto las palabras
que nos dirigimos a nosotros mismos (quizás con una falta de amabilidad que
nunca usaríamos con otros) como las palabras que escribimos en mensajes de
texto, correos electrónicos y redes sociales.
Aunque mucho se habla del habla correcta, prefiero llamarla
habla compasiva…porque ¿Qué es correcto o incorrecto? En cambio podemos
diferenciar lo que resuena compasivo de lo que no resuena así.
Parte del habla compasiva, del bien-decir (bendecir) es
abstenerse de mentir, de hablar divisivamente, abusivamente y de la charla
ociosa. Las cinco pautas para EL “Bien hablar” son: ¿Es oportuno,
verdadero, amable, beneficioso y dicho con buena voluntad? Más
allá de asegurarnos de que lo que decimos sea verdadero y beneficioso, aún
debemos esperar, por compasión, el momento adecuado para decirlo.
El compromiso con la veracidad es inquebrantable. Las
falsedades erosionan la confianza, que es un pilar de cualquier relación.
Uno de los peligros de decir una pequeña mentira deliberada
es que es una pendiente resbaladiza hacia un comportamiento poco ético
adicional, o sea que cada vez que mentimos, le damos menos importancia a ese
desliz y seguimos y seguimos mintiendo. Lo peligroso es que nuestras
acciones cotidianas cambian nuestra conciencia y esta deja de ser una brújula
más o menos confiable.
Siempre se nos ha guiado a “no decir allí lo que uno ha oído
aquí” y “a no separar a la gente”. El habla calumniosa y divisiva se basa
en el odio, la frustración, el rencor, la envidia y la mala voluntad, enredada con
el resentimiento y la intención de lastimar a otro y ganar respeto y apoyo para
nosotros mismos.
Más allá de evitar el discurso divisivo, ese que causa
división, se no insta a crear, con nuestras palabras, armonía
social. Nuestra habla debe reconciliar a los que se han separado y
cimentar a los que están unidos. Debemos deleitarnos en la concordia.
Hablar con ira, con sarcasmo mezquino o con la intención de
reprender, degradar, insultar o causar dolor tiene como raíz la
aversión. A menudo es impulsivo y, por lo tanto, tiene un peso más ligero
que la calumnia, pero al fin, hay que abandonarlo. El antídoto para este
tipo de habla es la paciencia.
En su ‘Introducción a la Ética Budista’ (2000), Peter Harvey
comenta que uno podría sentir placer en hablar maliciosamente ya que puede
percibirse como ganarse la simpatía de un grupo al compartir información
negativa de otra persona o grupo. “En lugar de participar en el habla divisiva,
se recomienda hacer lo contrario: hablar de los puntos positivos de la
gente. Así, el Upasaka-sila Sutra dice ‘dé a conocer las buenas acciones
de otros y encubra sus errores. Nunca divulgue aquello de lo que otros se
avergüenzan’. Por supuesto, a veces hay que informar a la gente de los errores
de otros, pero debería hacerse de forma moderada y sólo en la medida que sea
necesaria para la protección de los demás.”
Donde hablar sabiamente es imposible, nuestro objetivo es causar
el menor daño. Cultivando lo sano, “pronunciar palabras que sean
relajantes para el oído, cariñosas, que lleguen al corazón, simpáticas y
agradables para la gente”.
Cualquier conversación innecesaria es charla ociosa. Aunque
socialmente a veces podemos entrar en este tipo de charla…nos corresponde ser
conscientes de …
¿Nos apresuramos a llenar un silencio incómodo?
¿Nos entregamos al drama, enfadándonos?
Tales comportamientos amenazan con adormecer nuestra
sensibilidad espiritual.
Por otro lado... lo que vamos a decir “¿es
amable?" Si bien pronunciar palabras amables es un gran comienzo, un
entrenamiento más holístico es imbuir nuestra mente-corazón con bondad
amorosa.
Incluso después de cumplir con todo lo demás, aún debemos esperar
el momento adecuado para hablar, especialmente si nuestras palabras son
difíciles para quien va a oírnos. Por ejemplo, es posible que necesitemos
tener una conversación seria con un amigo sobre nuestra relación. Lo que
tenemos la intención de decir es factual, probablemente para aumentar la
armonía, amable y beneficioso, y lo diremos con buena voluntad. Pero si
nuestro amigo está enfermo o en cualquier otra situación difícil, no es el
momento adecuado para cargarlo, independientemente de nuestro deseo de soltar
en palabras lo que sentimos.
Aunque uno tenga claros los valores de honestidad y
amabilidad en los que se nos anima que basemos nuestras conversaciones, sigue
sin ser tan sencillo decidir cuándo decimos algo y cuándo nos lo callamos. De
todos los autobuses de pensamientos que hacen parada en mi mente y después van
a la boca, ¿a cuáles me subo?
A veces es mejor permanecer en silencio.
Pero también se puede mentir por omisión al no
hablar. El silencio no siempre es sabio, especialmente frente a la
injusticia.
El habla es un espejo profundo que sostenemos.
Y una reflexión sobre cómo hablamos nos da por reflejo si así
querríamos que nos hablaran y si en verdad así queremos seguir hablando para
envolver todos los personajes de esta vida dual en amor compasivo.
Gracias. Gracias. Gracias