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miércoles, 24 de enero de 2018

Una Bondad Amorosa que se toma su tiempo


La bondad amorosa es una práctica que se  hace eficiente de a poco y con ligereza. Sin forzarla.

Sería abrupto después de años de ser programados para el ataque y la defensa, deponerlos y abrir el corazón vulnerable a su espaciosa perspectiva amorosa.

Aunque no lo crean, la mayoría de las personas se quedan detenidos en el primer estadio de la meditación de la Bondad Amorosa…porque es la etapa en que la tenemos que aplicar a nosotros mismos, sentirla, experimentarla para expandirla después. Otros, más abiertos al arte de amarse, pasa esa etapa sin demasiados tropiezos y la siguiente pero se estancan  en la tercera o la cuanta. Y es que las etapas son…mostrarnos a nosotros bondad amorosa, mostrarla a los seres amados, extenderla a personas desconocidas con las que no tengamos historia, abrirla luego, y debe ser la etapa más dura, a  aquellos con los que tenemos conflictos, enojo, enemistados…y al fin hacerla extensiva a TODO SER…lo que, paradójicamente parece ser menos difícil que abrazar con ella a nuestros presuntos  “enemigos” a quienes nos han herido, maltratado, no tenido en cuenta, abandonado, etc.

Debe hacerse de la manera más fácil posible para que la experiencia brote con suavidad y naturalidad. Hacerlo de la manera más fácil posible significa primero usar frases que nos sean significativas.

 Y esas frases, que podemos elegir entre las que más nos resuenen, las aplicamos primero a nosotros mismos:

Que me llene de bondad amorosa; que me acoja con bondad amorosa.

Que me sienta a salvo y tranquilo.

Que me sienta protegido.

Que sea feliz.

Que me acepte tal como soy.

Que alcance la paz.

Que llegue a conocer la alegría natural de estar vivo.

Que mi corazón y mi mente se abran para recibir el amor.

Que me libere de todo pesar, dolor y duda.

 

Dejamos que la mente descanse en las frases. Podemos acompañarlas con respiración consciente o no: el foco de la atención son las frases. Permitimos a los sentimientos ir y venir.

Podemos usar cualquier frase que sea poderosa para cada quien. Deben ser significativas no solo de manera temporal: aprobaré este curso, sino algo profundo que desearíamos y deseamos a los demás. Los pensamientos son muy importantes al hacer la práctica de bondad amorosa, no luchamos para tener cierto tipo de sentimiento y otros no. 

Solo dejamos que la mente descanse en las frases.  A veces se sentirá glorioso, será extraordinario.

Otras  veces será muy común, muy mecánico, pero no importa. No significa que no está pasando nada o que no está funcionando. Lo importante es hacerlo, es formar esa intención en la mente porque estamos uniendo el poder de la bondad amorosa y el poder de la intención, y eso es lo que producirá el efecto de ese flujo libre de bondad amorosa.

Las frases funcionan. Lo corroboran personas que no creían en su efectividad, que las repetían a veces con hastío, otras no…y al tiempo encontraron que les era más fácil amarse, perdonarse y hacerlo con los demás.

En la siguiente fase, extendemos esas frases  un ser amado o a varios, de a uno por vez. Podemos cambiar las frases  de lo que deseamos se manifieste en su vida, de acuerdo a las necesidades que reconocemos en cada quien.

Después de haber estado aplicando las frases en un ser amado, la hacemos extensivas hacia alguien neutral, alguien desconocido o sin historia emocional con nosotros. La primera tarea, por supuesto, es encontrar alguien neutral porque a menudo, tan pronto como conocemos a alguien ya  tenemos un juicio: Me gusta. No me gusta. Eso ya no lo califica como neutral

Si podemos posicionarnos ante alguien de manera neutral, es una práctica menos personal enviarles bondad porque no hay ninguna historia con ellos.

En útil darnos cuenta que esa persona, sea como sea su apariencia o vida, solo desea como nosotros, estar en paz, ser feliz, vivir…sin juzgarlo.

Podemos repetir:

Que te llenes de bondad amorosa; que estés acogido en bondad amorosa…que sientas ahora mi amor.

Que te sientas seguro y en paz.

Que te aceptes a ti mismo tal como eres.

Que seas feliz.

Que alcances la paz..

Que conozcas la alegría natural de estar vivo.

Que despierten tu corazón y tu mente.

Que seas libre.

Después de hacer eso por un tiempo, para avanzar, enviaremos bondad amorosa a alguien con quien tenemos dificultades. La etapa más difícil, porque esa persona, de alguna manera, simboliza la diferencia entre la bondad amorosa  condicional, y la incondicional, que va más allá de elegir quién es merecedor de bondad amorosa (todos lo son),de satisfacer nuestros deseos, una etapa en la que ni siquiera pretendemos que el afecto regrese, o que las personas nos traten bien. 

Es esa persona la que define la línea entre lo que es finito y lo que es infinito.

 Sin embargo, no es fácil. Muy a menudo  pensar en esta persona  aviva sentimientos como: enemistad, enojo, miedo, o lo que sea. Cuando enviamos bondad amorosa a una persona con la que sostenemos una relación difícil, solemos sentir todos estos otros sentimientos manifestados como  ira. 

Si es posible, tenemos que intentar  soltarla. Recitamos las fases anteriores, o las que sintamos. Si es demasiado fuerte, entonces podemos aplazarlo hasta que nos sintamos más preparados.

No sirve forzarse. Prestemos especial atención al sentimiento desagradable hasta que comience a disminuir un poco, no necesitamos juzgarlo ni juzgarnos. 

Permanecemos con ese sentimiento hasta que disminuya. Siempre disminuye. Ahora, cuando podamos, retomamos la práctica de bondad amorosa nuevamente.

Práctica guiada de amor y bondad

Una vez que se nos hace  habitual la bondad amorosa puede surgir de nosotros en todo tiempo o lugar: en un transporte, en la calle, en un supermercado, con un vecino, un médico, un vagabundo, un animal o planta…pero al principio  la mayoría de las personas prefieren  hacer meditaciones cortas , en silencio, para extender la misma. Cada quien sabe si lo siente hacer.

Para comenzar, tomamos una posición sentada cómoda  cerrando los ojos.

Encontramos frases que nos gustaría usar. Tomando algunas respiraciones profundas, relajando el cuerpo, encontrando las frases que reflejan lo que deseamos más profundamente para nosotros. Muy suavemente las repetimos. Podemos poner las manos sobre nuestro corazón.

Luego traemos a la mente a un Ser amado, o alguien por quien sentimos respeto, admiración, afecto o gratitud, y tratamos de mantener la imagen de esa persona o pronunciamos su nombre mentalmente. Dirigimos esa fuerza de amorosa bondad hacia ellos, deseándoles seguridad, felicidad y paz.

 Muy suavemente, una frase a la vez, dejamos que la mente descanse en cada frase.

Y si se viene a la mente cualquier otra persona amada, admirada o apreciada, dirigimos las frases hacia ella, deseando su felicidad y su bienestar.

Ahora traemos a una persona neutral a la mente. Observamos cómo se desarrolla el sentimiento de bondad amorosa. Que sea alguien en nuestra vida con quien no tenemos un fuerte sentido de agrado o desagrado.  Extendemos la sensación de bondad hacia ella. Si  nadie viene a la mente en esta categoría, entonces seguimos con un conocido poco implicado con nosotros.

Pasando a la siguiente fase, si podemos, recordemos a alguien con quien tengamos dificultades. Si hay alguien con quien tenemos tal vez una dificultad no muy grave, comenzamos con él: alguien con quien hay conflicto, hay tensión. Hay inquietud, alguien de quien diríamos “no me gusta”. Recordando que esa persona, también, en su alma, solo quiere el bien; que por ignorancia, todos cometemos errores que crean daño o sufrimiento, y que causar sufrimiento inevitablemente traerá sufrimiento a esa persona. Veamos si podemos extender esa fuerza de amorosa bondad hacia ella. 

Enviar bondad amorosa no significa que aprobemos o desaprobemos sus acciones, significa que podemos ver claramente las acciones que son incorrectas  y  aun así no perdemos la conexión y podemos comenzar a abrirnos para amarle, como sea…aún en el futuro. Sin forzar.

Una vez que la traemos a la mente repetimos para ella las frases anteriores o las que sintamos…. Si podemos encontrar algo bueno de esta persona, en medio de todo lo demás, si nos podemos enfocar en esa cosa buena, encontraremos que hay una sensación de acercamiento, apertura, y todo el resto se puede comenzar a ver desde otra perspectiva.

Que te llenes de bondad amorosa; que estés acogido en bondad amorosa…que sientas ahora mi amor.

Que te sientas seguro y en paz.

Que te aceptes a ti mismo tal como eres.

Que seas feliz.

Que alcances la paz..

Que conozcas la alegría natural de estar vivo.

Que se te despierten el corazón y la mente, que seas libre.

 

Ahora, expande ese amor a todos los seres, en todas partes, sin distinción, sin exclusión:

Que todos los seres vivos estén libres de peligro, pueden tener felicidad mental, pueden tener felicidad física, pueden tener bienestar.

Todas las criaturas, conocidas o desconocidas, cercanas o lejanas, nos gusten no nos gusten o nos sean neutrales: a todas las abrazamos en esa bondad amorosa.

Todos los individuos... los felices, los que están sufriendo o causando sufrimiento: sean sin distinción abrazados en la bondad amorosa de nuestros corazones.

Todos los que existen 

Cada ser, en todos los lugares, pueden ser capaces de acceder a lo que deseamos para nosotros mismos.

Que todos los seres se llenen de bondad amorosa.

Que todos los seres conozcan una enorme paz.

Que haya paz en la tierra; paz en todas partes.

Que se despierten todos los seres; que todo se liberen.

 

Cualquier cosa, frase recordatorio o gesto que pueda inspirarte en esta meditación, puede ser recreado.

 

A mí particularmente me resuena mucho el texto de la Bendición a la Tierra del maestro sanador Choa Kok Sui, que les comparto debajo…

 

Bendición de la Tierra con bondad amorosa

 

Desde el Corazón de Dios,

Que toda la Tierra sea bendecida con bondad amorosa.

Que toda la Tierra sea bendecida con gran alegría,

felicidad y paz divina.

 

Que toda la Tierra sea bendecida

con comprensión, armonía, buena voluntad

y voluntad encauzada hacia el bien. ¡Así sea!

 

Que los corazones de todos los seres sensibles se llenen

de amor y bondad divinos.

Que los corazones de todos los seres sensibles se llenen

de gran alegría, felicidad y paz divina.

Que los corazones de todos los seres sensibles se llenen

de comprensión, armonía, buena voluntad

y voluntad encauzada hacia el bien.

¡Con gratitud, así sea!

 

Co creamos con cada pensamiento, sentimiento, palabra y obra, y podemos con intención y aún sin ella, y de echo lo hacemos, influir en el campo energético de nuestra aura y el de los demás…DE TODA VIDA.

Así que los invito a encontrar las herramientas para que aún a la distancia podamos ser fuente de Paz y Amor

Y…LAS BENDICIONES SIGUEN FLUYENDO!!!

Tahíta

No hacer: el espacio entre lo viejo y lo nuevo


Los problemas que experimentamos en nuestras vidas y en el mundo provienen del empobrecimiento energético y la desconexión. De nuestra falta de capacidad para sentirnos a nosotros mismos, a la Tierra y de no percibir cómo la Vida se mueve y evoluciona a través nuestro.

 El problema no es si actuar o no, si  "hacer algo" o no hacerlo, sino qué es lo que realmente nos impulsa a actuar.

Antes de poder pasar a una nueva historia, la mayoría de la gente -y probablemente la mayoría de las sociedades también- primero tienen que navegar por el pasado.

Entre lo viejo y lo nuevo, hay un espacio, un vacío. Es el espacio en el que las lecciones y los aprendizajes de nuestra  vieja historia tienen que integrarse. Solo cuando las integramos, lo anterior estará realmente completo.

Es un trabajo de integración sutil en el que cerramos un ciclo, comprendiendo que no queremos seguir  con eso, de esa manera.

Y el vacío del no hacer es fundamental.

Entonces podemos palpar el vacío preñado de lo que todo surge. Preñado de posibilidades latentes, ya que la nada no existe, y el vacío es solo un campo inmenso de posibilidades potenciales que necesitamos explorar para dar atención a lo que aspiramos que surja. HE AQUÍ EL PODER DE LA MANIFESTACIÓN Y CO CREACIÓN CONSCIENTES.

Volviendo a la esencia, recuperamos la capacidad de actuar desde la esencia.

Volviendo al espacio entre historias, podemos elegir  la libertad y no el hábito.

Poder cortar con viejos hábitos es tan liberador como  imposible de hacer sin un acto de consciencia profunda  emergente de ese espacio que nos concedemos.

Un buen momento para no hacer nada es cuando nos sentimos atrapados.

Éste, para mí, es un buen momento para no volver a repetir las viejas historias y darme la oportunidad de nuevas decisiones o un nuevo fluir. Abandonar todo esfuerzo  y permitir que se detengan las demandas.

No temamos hacer lugar al vacío. Es la fuente a la que debemos regresar si queremos ser libres de las historias y los hábitos que nos atrapan.

Si estamos atascados y no optamos por visitar el lugar vacío, con el tiempo terminaremos allí de todos modos.

 El viejo mundo se viene abajo, pero lo nuevo no ha surgido. Todo lo que alguna vez pareció permanente y real se revela como una especie de sueño. No sabemos qué pensar, qué hacer. La trayectoria de vida que trazamos parece absurda, y no podemos imaginar otra. Todo es incierto.

Sin los espejismos de orden que alguna vez parecieron protegernos y filtrar la realidad, nos sentimos desnudos y vulnerables.

 Pero también percibimos cómo surge cierta libertad. Las posibilidades que ni siquiera existían en la vieja historia se encuentran ante nosotros, aun sin saber cómo llegaremos a ellas.

Ese es el espacio donde el viejo mundo se derrumba pero lo nuevo aún no ha emergido.

El desafío es permitirnos estar en ese espacio, confiar en que la siguiente historia surgirá cuando el tiempo de transición que nos permitimos haya terminado, y que lo reconoceremos.

 Se nos ha enseñado a no detenernos nunca, a que sigamos, a  que "hagamos algo".

Si estás como yo, en el espacio sagrado entre las historias, permítete estar allí.

 Suena  aterrador perder las seguras y viejas estructuras, pero incluso si perdemos cosas que nos era impensable perder, estará bien.

Hay un tipo de gracia que nos protege en el espacio entre historias, la llames como la llames.

 No es que no perderemos nuestro matrimonio, dinero,  trabajo. De hecho, es muy probable que perdamos alguna de estas cosas. Pero incluso habiendo perdido eso, todavía estaremos bien. Nos encontraremos en contacto  estrecho con algo mucho más precioso; algo que el moho no puede corroer y los ladrones no pueden robar.

 Algo que nadie puede arrebatarnos porque no se puede perder. Algo que siempre está ahí, esperándonos.

Este es el lugar de descanso al que volvemos cuando la vieja historia se desmorona. Libre de su niebla, ahora podemos recibir una visión verdadera de la próxima historia, la próxima fase de la vida. De la unión de esta visión y este vacío, nace un gran poder.

 Posibilidades que ni siquiera existían en la vieja historia se abren ante nosotros.

 No hacer nada surge naturalmente del colapso de la "vieja historia" y los "viejos actos".

También como civilización, en algún momento, vamos a tener que parar.

Solo paremos, sin ninguna idea de qué hacer.

Aún si estamos perdidos en un infierno con un mapa que nos lleva en círculos, sin una salida…reconozcamos que para salir, tendremos que soltar el mapa y observar los  alrededores.

La procrastinación, la pereza, el poco entusiasmo nos  indican que la vieja historia ya no nos está motivando. Lo que una vez tuvo sentido, ya no tiene sentido. Estamos comenzando a retirarnos de ese mundo. La sociedad hace todo lo posible para persuadirnos de que no nos retiremos a un  vacío transitorio. Pero…se requieren medios motivacionales y químicos cada vez más potentes para mantenernos enfocados en aquello en lo que no queremos centrarnos y motivados en hacer aquello que ya no nos importa. Los sistemas no quieren que nos retiremos a vacíos conscientes.

Por eso, no hacer nada…es un arte imperativo.

Y es perfecto para el momento en que termina una historia y entramos en el espacio entre las historias. Estoy hablando de “wu-wei”. Algunas veces traducido como "no-hacer", aunque también equivale a "no presionar" o "no forzar". Significa espacio, libertad de reflexionar: actuar cuando es el momento de actuar, no actuar cuando no es el momento de actuar.

Todas las cosas regresan a su raíz.

Volviendo a la raíz, hay quietud.

En la quietud, el verdadero propósito se manifiesta.

 Podemos elegir darnos el espacio sagrado de un vacío del que surjan, sin forzar nada, nuevas perspectivas, la posibilidad de desarraigarnos de viejas historias y regalarnos nuevos comienzos más conscientes, ligeros, amorosos…y cuanto queramos dejar fluir.

En eso estoy.

Solo hay que saltar fuera de las estructuras que nos creamos, de los programas que tomamos como adecuados, de los hábitos que repetimos…

Hay que saltar al vacío…para descubrir que no es la nada, que está preñado de posibilidades inimaginables, y nosotros aún si atrevernos  VIVIR.

Si puedes…para y salta♥

 

Las bendiciones fluyen!!!

Tahíta

Abriéndonos a una Vivencia más Amorosa


Vivimos en uno de los momentos más transformadores en la historia de nuestro planeta. Esencialmente, un tiempo de despertar de la consciencia.

Por supuesto, puede que algunas personas no sean ni  remotamente conscientes de esto, ya que cada uno experimenta la vida dependiendo de dónde pone su atención, y en este momento hay muchas distracciones tecnológicas, sociales y mediáticas, entre otras.

 Sin embargo, aquellos de nosotros que miramos en otra dirección estamos percibiendo una expansión en la Conciencia grandiosa. Aun  nos damos cuenta de cuánto han cambiado nuestros procesos y percepciones los últimos años.

En ésta época de despertar global, se hace cada vez más evidente que "todo lo que hacemos al otro, por o para otro, lo estamos haciendo por nosotros mismos" pues en el Campo de Conciencia que solemos llamar Dios…todos estamos relacionados y tejidos como hilos de una única urdiembre.

La energía de la Transformación se dispara y nos toca individual y globalmente y eso se nota en el descontento social, institucional, y más en lo personal, lo más íntimo, donde experimentamos desazón, confusión, cansancio de seguir cumpliendo con normas que  profundamente ya no nos convencen.

Estamos presenciando lo que llamo la Gran Transformación: un período de agitación social  y de poco innovadas políticas que indican la agonía y la disolución del Viejo Paradigma por un lado, y una mayor aceptación de nuestra interdependencia indicándonos una nueva forma de estar en armonía con toda Vida.

Esto, no es un brote revolucionario…sino EVOLUCIONARIO. La evolución es la revolución que necesitamos…una evolución con el amor compasivo y la paz como sustento.

Ante el caos y la desidia que parecen reinar, consideremos que no somos simplemente organismos reactivos que responden a meros estímulos. Tenemos el poder de la elección intencional y consciente. Podemos  elegir  dónde poner nuestra atención, podemos  elegir  qué alimentar con nuestra energía, podemos  elegir  qué apoyar con nuestro dinero, podemos  elegir  cómo responder a lo que percibimos, y podemos  elegir las palabras y hasta el tono de voz en nuestro hablar. Podemos  elegir  la actitud y la intención que traemos a nuestro mundo, y más específicamente, a nuestra comunidad.

  Compasión en el corazón, claridad y coherencia en la palabra, el pensamiento y la acción.

En realidad es bastante simple: la clave del poder del individuo está en nuestras relaciones, porque la base de una vida armoniosa en cualquier sociedad depende de nuestra interrelación y cómo elegimos tratarnos el uno al otro diariamente, no solo cuando estamos en un encuentro de meditación, un retiro o una fecha determinada en que se festeja el reencontrarnos y amarnos a pesar de nuestros roces egoicos.
No necesitamos esperar a que un desastre natural nos inspire a estar "todos juntos en esto" porque realmente TODOS estamos en esto - la Vida - juntos.

 No necesitamos esperar a que una catástrofe nos recuerde actuar con  amabilidad, cooperación, consideración, generosidad o compasión;  podemos elegir expresar esas cualidades en cada encuentro, todos los días, y no necesitamos que factores como raza, religión, nacionalidad, género o incluso afiliación política entren en juego o importen.

Comencemos sin tardanza, desde donde podamos y estemos. La forma más sencilla de decirlo es: seamos amables. Aprendamos a expandir una energía amorosa hacia todo lo que esté en nuestro campo energético, sea vegetal, animal, humano e incluso elementos materiales.

¿Cuántas veces nos encontramos con  personas que viven dando portazos, descargando su insatisfacción golpeando niños, animales y aún objetos, a los que se debería tratar con igual consideración porque sencillamente forman parte de la Vida… que los ha creado para que nos sirvan con energías solidarias y a las que podemos agradecer al menos con suavidad y estima?

 Podemos elegir ser amables y agradables cuando tratamos con el cajero o el mozo que nos sirve, podemos elegir ser considerados con los demás cuando conducimos por la calle, podemos elegir ser amables, solidarios o corteses en cada contacto humano. En un mundo que se ha acelerado exponencialmente, solo estar dispuesto a atender, tener en cuenta o escuchar al otro, ya es un acto de suma bondad.

Como dijo Mark Twain…”la bondad es el lenguaje que los sordos pueden oír y los ciegos ver”.
A nuestro alrededor hay gente en tareas que hemos realizado y otros haciendo lo que nunca quisiéramos hacer. Estas personas no son anónimas, son nuestros vecinos, nuestra madre, padre, hermanos, hijos o el ser querido de alguien, y nos están sirviendo en los roles que ocupan, sean los que sean.

 ¿Qué pasaría si expresáramos aprecio por su servicio e hiciéramos que su encuentro con nosotros fuera un momento de calidez y conexión?

¿Qué pasaría si la intención predeterminada en nuestra vida cotidiana fuera hacer que la gente se sienta bien consigo misma? 

  ¿Qué pasaría si lo que le decimos, escribimos o escuchamos provocara como respuesta un: "Esto cambió mi día"?
El cambio que queremos ver en nuestro mundo no es algo que se pueda legislar o imponer desde afuera; no es algo que podamos lograr a través de protestas, marchas y huelgas. Es algo que solo puede venir desde el interior de cada uno de nosotros eligiendo traer un poco más de bondad a nuestro trato a medida que vivimos nuestras vidas.

 La física cuántica nos dice cómo el observador afecta lo que observa: esa es la forma en que los individuos afectamos nuestra realidad colectiva.

 ¿Qué pasaría si comenzamos a observar a través de los ojos del amor? 

De la misma manera que la recompensa de la paciencia es la paciencia, la recompensa de un acto de  bondad es: vivir en un mundo más amable, más amoroso. 

En verdad: todo lo que encarnamos y expresamos crea el mundo en el que vivimos.

Los pequeños actos individuales tienen el poder de afectar la conciencia colectiva. Se demostró experimentalmente que una oración grupal, masiva, bajó los índices de criminalidad en toda una ciudad.

Cuando reconocemos que somos parte de un Todo y continuamente contribuimos con la calidad de nuestra energía a ese Todo, podemos elegir y expresar más amabilidad, elevando el índice vibratorio del colectivo y contribuyendo a una sociedad transformada.

Todo cambio comienza en cada decisión  personal.

Me convoco y les convoco al cambio…por una experiencia más amorosa y pacífica.

Tahíta

No digas eso ante una Pérdida


Habiendo hablado con personas que pasan por un momento doloroso, especialmente la pérdida de seres queridos. Les pregunté qué fue lo que más les ayudó y qué lo que menos ayudó en su proceso de pérdida. La abrumadora respuesta que generalmente recibí no me sorprende. 

La mayoría de la gente estuvo de acuerdo en que algunas cosas que las personas dicen en esas circunstancias ayudan, y otras lastiman. 

Algo no necesariamente incorrecto, dicho en el momento inadecuado, puede hacer encender en ira a alguien muy pacífico. Todos coincidieron en que preferirían que alguien dijera poco o nada en lugar de balbucear nerviosamente y decir cosas inadecuadas. Las palabras son poderosas Pueden unir o separar, sanar o herir, fortalecer o debilitar al escucharlas. 

Es todo un arte aprender a usar palabras compasivas que ayuden a sanar y no hieran. Especialmente en momentos de pérdida.

Consideremos algunas cosas que solemos decir que no ayudan:

"Es la voluntad de Dios". Si bien eso es cierto para aquellos que creen en un Poder Superior, oírlo decir no ayuda. Puede hacer que las personas se enojen aún más de lo que ya están con Dios a causa de su dolor. 

"No debes enojarte con Dios; eso está mal ", le dijo una persona a una amiga cuando murió su hijo y expresó su enojo con Dios. "No puedes sentirte de esa manera", le dijo. "Es incorrecto. Enfadarte con Dios te aleja de tu fuente de ayuda y apoyo”. Estas palabras no ayudaron. Ahora mi amiga sentía culpa adicional por sus sentimientos “inadecuados” además del tremendo dolor de haber perdido un hijo, que la acompañó mucho tiempo. Sentirse culpable por estar enojado con Dios es una emoción innecesaria. Dios, el Campo de Energía, la Vida, o como quieras llamarlo, es lo suficientemente grande como para manejar nuestra rabia. Sentirse enojado con la otra persona es parte de cualquier relación íntima normal. Sentirse lo suficientemente cerca de Dios como para permitirnos enojarnos con él es muestra de intimidad. Está perfectamente bien si así es como nos sentimos.

"Sé cómo te sientes". No: tú no lo sabes. Incluso si experimentaste una pérdida similar, ¿cómo sabe que la otra persona se siente exactamente como te sentiste? Cada uno de nosotros tiene nuestras propias respuestas emocionales únicas ante una pérdida. Si realmente supieras cómo se siente alguien, no necesitarías expresarlo, porque sabría que lo entendiste. No pidas nada al otro. Deja que las personas sean lo que son y sientan de la manera en que lo hacen. Date cuenta de que cómo se sienten puede ser diferente a cómo lo sentiste o sentirías.

"¿Todavía no has terminado con ese duelo?" Fue la primera Navidad después de la muerte del hijo de mi amiga. Ella  caminaba por un centro comercial cuando un viejo amigo se le acercó. "¿Cómo estás?", Le preguntó. "No muy  bien", respondió. Él pareció sorprendido. "¿Por qué no? ¿Qué ocurre? ", preguntó. "Mi hijo murió", le dijo. Él retrocedió como si tuviera lepra. "¿No lo has superado todavía?", Preguntó. Esas, según ella, fueron las palabras más hirientes que alguien le dijo. Tendemos a castigar y castigarnos poniéndole plazos al dolor, como si hubiera una regla acerca de cuánto tiempo debe tomarnos procesar y sobreponernos a una pérdida. No es así. Es compasivo tomarse el tiempo necesario. No siempre podemos movernos tan rápido como otros en el dolor.

La mayoría de las personas tarda unos ocho años en superar la peor parte de perder un hijo. A mi amiga le tomó cerca de diez y está bien. Cada uno de nosotros tiene un ritmo y tiempo personal, nuestro propio ritmo. Probablemente no nos moveremos a la misma velocidad que el resto del mundo. Es nuestro dolor, nuestra pérdida.

"Él (o ella) es más feliz o está mejor ahora". Cuando hemos visto a alguien sufrir una larga y prolongada enfermedad, considerar que ha dejado de sufrir puede ser una bendición. Pero dejemos que la persona llegue a esa conclusión por sí mismo. ¿Qué esposa quiere pensar que su marido es más feliz sin ella? ¿Qué padre quiere saber que su hijo está mejor sin su padre? Estas no son palabras de consuelo: son palabras que lastiman a la persona afligida.

"Avísame si hay algo que necesites". Estas palabras no duelen pero tampoco ayudan. Las personas afligidas a menudo no tienen idea de lo que necesitan. Lo que quieren es que la pérdida no haya ocurrido. Pensemos en algo útil que podamos hacer, y luego hagámoslo. Hacer las compras puede serle una tarea difícil por un tiempo, aunque más tarde se convierta en una tarea reconfortante. Las películas pueden ayudar a algunas personas en duelo; les gusta ver una historia. Les ayuda a sanar. Si ese es el caso, llevémosle a la persona algunos DVD o veamos películas con ellos. La compañía puede ser reconfortante, pero consideremos que hay personas, como yo misma, que prefieren procesar el dolor en soledad.

 A otras personas les gusta leer. Podemos facilitarles lo que les gustaría leer. Podemos cocinar para quienes están sumidos en su dolor e incluso  ponerles alimentos en el freezer para que tenga cuando su ánimo no le permita cocinarse. No esperemos una invitación para comer. Es posible que la persona quiera comer sola o que no tenga apetito. Algunas veces, hacer tareas como cortar el césped, lavar el automóvil o hacer otros trámites pueden ser útiles. Pero antes de involucrarnos demasiado y asumir  demasiado, preguntémosle si hacer alguna tarea particular es algo que le gustaría. Respetemos los límites y privacidad de las personas.

"Necesitas dar un regalo a todos los que estuvieron a tu lado la semana de la muerte de tu hijo”. Sí, alguien realmente le dijo eso a mi amiga. Las personas en duelo, especialmente ante pérdidas profundas, son extremadamente vulnerables. Necesitan protección, no tener que ocuparse de los que debieran ayudarlas. Mi amiga me expresó que esperaba que la vida la  protegiera después de su pérdida, pero sucedió todo lo contrario, algunos esperaban que ella en sus condiciones aún les ofreciera comida  o atenciones. Realmente, muchos no aprenden aún a “caminar en los zapatos del otro”.Aún así, recordemos que son los zapatos del otro.

Pasemos a las cosas que podemos decir que sí ayudan, aunque no hay una forma precisa de poder consolar y ayudar a alguien en duelo.

Podemos considerar decir:

"No tengo palabras" o "Todo lo que pueda decir es que te amo y siento tu pérdida". Recordemos que nuestra misión es consolar, no consolarnos. Cuando tengamos dudas sobre qué decir, digamos la verdad y seamos breves.

"Es terrible que tengas que pasar por esto, pero sé que eres fuerte y lo superarás". No tratemos de buscar el lado positivo. A veces la vida apesta. Admitámoslo. Digamos la verdad. Expresemos las cosas tal cual son o se sienten. Es sincero para el que sufre y para nosotros, honesto y simple. Sin adornos.

"Llámame a cualquier hora del día o de la noche. Nunca es demasiado temprano o demasiado tarde si necesitas y quieres hablar” .No presionemos a nuestros seres queridos para que hablen, pero tampoco dejemos de escucharlos cuando lo necesiten. Puede ser que quiera contar la historia de su pérdida una y otra vez. La gente necesita hacer esto para integrar lo impensable en sus vidas. Pero…no los llamemos en el medio de la noche a menos que la persona específicamente nos pida que lo hagamos. Puede ser molesto, inquietante, y no ayuda. 

 Preguntémosle a la persona si se siente cómoda hablando de la pérdida. Algunos quieren hablar; otros no. Si a la persona no le importa hablar, compartamos su recuerdo favorito sobre el amado que murió. Ayuda a mantener a la persona viva de una manera amorosa. Un gran temor cuando perdemos a alguien es que nos olvidaremos de la persona o que nos olvidará. Compartir recuerdos especiales puede hacer que se sienta bien aunque llore. Asegurémonos de que sea un recuerdo positivo, divertido o amoroso que se refiera a las buenas cualidades de la persona. Los recuerdos que compartamos serán profundamente apreciados.

Estar cerca de alguien con un dolor intenso, o incluso moderado es incómodo. No es nuestro trabajo solucionarle la vida a nadie o quitarle el dolor. No tenemos tanto poder. Intentar componer a alguien también implica considerar que no está bien que tenga esos sentimientos. Lo que se siente, es lo adecuado. Permitirle a cada quien ser como es, como siente ser. Si no estamos seguros de qué decir, cuanto menos digamos, mejor. Dejemos que maneje su dolor a su modo. Usemos nuestros dones y habilidades para descubrir lo que el otro realmente necesita. Permitámonos percibirlo y apoyar al otro haciéndole saber que lo que siente y el tiempo que le lleve el duelo, están perfectamente bien.

Recordemos, no asumir que el otro quiera hablar de su pérdida. Respetémoslo en su silencio también.

El  solo hecho de asegurarle a quien ha sufrido la pérdida que creemos en su poder para sobrellevar lo que están experimentando puede ser muy sanador.

Seguramente si cuidamos nuestras palabras, no solo esa persona sino también nosotros nos facilitaremos el camino hacia la paz.

Tahíta