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sábado, 24 de noviembre de 2018

El Compromiso Evolutivo de Transformarnos


Podríamos llamarlo el mal de la espiritualidad contemporánea. Lo escuchamos  todo el tiempo. El estribillo usualmente dice algo como esto: “He estado en el camino espiritual por años. He meditado, he ido a terapia y he asistido a docenas (si no cientos) de talleres, seminarios y retiros. He tenido muchas experiencias cumbre. Pero, todavía no soy fundamentalmente diferente de cuando empecé. Todavía estoy plagado de los mismos patrones negativos recurrentes. Todavía no estoy seguro de lo que estoy haciendo aquí. Aun no soy profundamente feliz. Aun no soy libre”.

¿Por qué es que tan pocos de nosotros obtenemos los resultados que nos prometen nuestras prácticas espirituales? ¿Cómo es posible que después de décadas de búsqueda espiritual, la mayoría de nosotros finalmente nos conformemos con un logro mucho menos profundo o radical que el que buscábamos cuando comenzamos el camino?

¿Es, como nos dicen algunas antiguas tradiciones orientales, que la iluminación es un objetivo tan elevado que no deberíamos esperar experimentar ninguna transformación radical en una vida, sino que deberíamos ver nuestra encarnación actual como uno de los millones de pequeños pasos hacia ese supremo logro?

¿O es, como muchos maestros contemporáneos dicen, que el intento de cambiarnos a nosotros mismos de alguna manera es, de hecho, equivocado, que simplemente deberíamos "aceptar lo que es", "cancelar la búsqueda" y darnos cuenta de que la vida ordinaria, en toda su fragilidad es suficiente.

Con el debido respeto a los de opinión diferente, me gustaría proponer otra posibilidad.

Me gustaría sugerir que el objetivo supremo y elevado de la liberación espiritual profunda y transformadora de la vida no solo es posible en esta vida, sino que, de hecho, está al alcance de cualquiera con una mente razonablemente sana y buena disposición. Y que la razón por la que no está sucediendo para la gran mayoría de quienes la buscan es que, nos movemos en un círculo individual y pequeño. Y ese círculo es el reino del ego.

Parafraseando al maestro espiritual Andrew Cohen, imagina por un momento que el destino de toda la raza humana descansa sobre tus hombros. Que la evolución de la humanidad depende completamente de tu disposición para transformar tu conciencia, elevarte por encima de tu pequeñez, purificarte del condicionamiento negativo y convertirte en un ejemplo para el mundo. En otras palabras, imagina que despertarte de la ignorancia y el egocentrismo se convirtiera en un problema moral.

¿Te acercarías a tu camino de manera diferente? ¿Se intensificaría la energía que pones en tu práctica espiritual? ¿Sería más profunda la calidad de la conciencia y el cuidado con el que abordas tus relaciones? 

 Si supieras que todo depende de ti, ¿tendrías alguna otra opción más que cambiar?

Ramana Maharshi dijo una vez que el aspirante espiritual debe ansiar la liberación como un hombre que se ahoga ansía el aire. Pero la dolorosa verdad es que incluso cuando reconocemos que nos estamos ahogando espiritualmente, a la mayoría de nosotros no nos importa lo suficiente persistir en mantener la cabeza fuera del agua.

Los desafíos del camino espiritual son tan inmensos que la mayoría de nosotros elegimos continuar sufriendo en nuestra pequeñez, en lo conocido,  resabido y sostenido como “espiritual”. Pero, ¿cuántos de nosotros haríamos lo mismo si nos diésemos cuenta de que no solo perpetuamos nuestro propio sufrimiento, sino el sufrimiento de toda la raza humana?

Ahora, puedes estar pensando: “ solo mi transformación no es suficiente para liberar a la raza humana”.

Y es aquí donde te pido que reconsideres.

La ciencia moderna en las últimas décadas ha estado verificando lo que las antiguas tradiciones intuían hace mucho tiempo: que, tanto de manera tangible como misteriosa, todos estamos interconectados, y cualquiera de nosotros tiene un efecto profundo en TODO. Y, si aceptamos la enseñanza mística perenne de que, en el nivel de la conciencia, no solo estamos interconectados, sino que en realidad SOMOS UN SOLO SER que ve a través de innumerables ojos, entonces queda claro que, nos guste o no, la forma en que conducimos  nuestras vidas interna y externamente, cada uno de nosotros,  siempre está teniendo un efecto colectivo.

Si agregamos a eso la realidad de que somos seres en evolución que viven en un universo en evolución, que todos somos parte de un gran proceso evolutivo cósmico, nuestro compromiso y responsabilidad con el conjunto comienza a hacerse evidente.

Replanteo mi pregunta anterior: ¿Qué harías si te dieras cuenta de que todo el esfuerzo humano, la evolución de la conciencia en sí misma, depende de tu disposición para desarrollar tu propia conciencia? ¿Cómo afectaría a las decisiones que tomas todos los días el saber que esas opciones contribuyen o frenan en un sentido muy real,  la evolución de la totalidad?

En este momento, cuando parece que nuestro futuro depende de nuestra voluntad de evolucionar como especie, ¿tendrías otra opción que actuar en alineación con el mayor bien evolutivo?

El punto que trato de señalar es que cuando examinamos más de cerca lo que realmente es la transformación espiritual, rápidamente queda claro que el camino de la transformación no consiste principalmente en liberarnos del sufrimiento y asegurar nuestra propia felicidad. Claro, eso es un resultado colateral, adicional. Pero, mientras eso sea lo que buscamos, probablemente no llegaremos muy lejos.

Donde el camino espiritual realmente comienza a ser interesante es cuando reconocemos que transformarnos de la manera más profunda posible es, de hecho, un compromiso  evolutivo con consecuencias que van mucho más allá de nosotros mismos. Cuando comenzamos a aceptar el hecho de que nuestras vidas realmente no son nuestras para hacer lo que nos plazca, que en todo lo que hacemos, de hecho somos responsables ante el Todo, algo verdaderamente milagroso comienza a suceder.

Al enfrentar la responsabilidad palpable de transformarnos  para un Bien Mayor, nos encontramos con que de repente tenemos acceso a una fuente de energía infinita para enfrentar cualquier desafío que se presente en nuestro camino. Además, todos los problemas personales, todos los temores, dudas y resistencias que antes parecían insuperables, se muestran como menos significativos. ¿Por qué? Porque nuestra atención está ahora enfocada en algo mucho más grande que nosotros mismos.

Encendidos por un llamado noble a participar en la gran aventura de la evolución consciente, encontramos que ya no tenemos tiempo para preocuparnos por nosotros mismos

Y en esta libertad de la preocupación por uno mismo, en poco tiempo descubrimos que la profunda paz interior y la alegría que buscábamos todo el tiempo se han convertido en nuestro estado permanente en el Campo de consciencia  en el que interactuamos como hilos dorados de luz de la urdimbre del Ser Uno.

He aquí el principio y fin del camino. Expandirnos y darnos cuenta que en la coherencia cósmica, cada palabra, silencio, hacer o no hacer, sentimiento o pensamiento, se comparte infinitamente y se re-crea.

Atención y vigilancia consciente.

¡Y las bendiciones fluyen!

Tahíta

 

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