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sábado, 24 de noviembre de 2018

Quebrantos y Crecimiento


La mayoría de los maestros nos han dicho que nada es tan completo como un corazón roto...

Una persona, situación nos rompe el corazón. Tal vez el mundo rompe nuestros corazones…y es esta apertura la que nos sana, nos redime, nos completa. 

A medida que luchamos para integrar los profundos desafíos que surgen en estos tiempos nunca ha sido más importante abrazar el quebrantamiento y dejar que se convierta en aliado en nuestro proceso de curación y la curación del mundo. 

Paradójicamente, nuestra  respuesta a  un estado de sentirnos superados, heridos o quebrados, determina nuestra intimidad con lo real. Si siempre tratamos de evadir la impermanencia, la imperfección y el estado de  incompletitud de la vida, nunca podremos descubrir la gracia que se despliega cuando dejamos de correr y nos inclinamos, rendidos, dispuestos a dejar penetrarnos por lo que sea que nos lacere, y nos permitimos  rever más profundamente el caudal de sabiduría que se nos vierte a través de la grieta dolorosa  de un corazón herido.

 En el camino: nada está excluido, nada se descarta…todo nos sirve para autoexaminarnos, expandirnos y trascender.

¿Recuerdan la frase de Rumi?..."Hay una grieta en todo, así es como entra la luz".

Que las cosas se desmoronen en nuestras vidas, a pesar de nuestros grandes esfuerzos, es tan inevitable como la respiración. 

Ya sea la muerte, el divorcio, la enfermedad o el fracaso lo que sacude nuestro mundo y nos hace temblar, ya sea un sueño roto o un hueso roto lo que nos pone de rodillas, el quebrantamiento es una parte esencial de la experiencia humana y un tesoro en el proceso espiritual. 

Nuestro quebranto no es un error, sino una invitación a renunciar a nuestros proyectos de estar permanentemente obsesionados en cambiar o mejorar o cambiar la realidad, y abrirnos a la vida tal como es, en toda su vulnerabilidad, toda su imperfección. 

 De hecho, no importa cuán espirituales, cuán despiertos estemos, no importa cuán clara sea nuestra intención o nuestro karma, solo hay una certeza: todos, sin excepción, experimentaremos pérdida, angustia y decepción. 

La cuestión siempre es cómo respondemos, si somos conscientes como para no desperdiciar la oportunidad de auto observarnos y darnos cuenta de todo el poder de trascendencia que se oculta  detrás de las respuestas emocionales habituales, esas que son desbaratadas por la luz de la consciencia.

Cada quebranto nos hace más vulnerables, y eso no siempre tiene que llevarnos al miedo y al sufrimiento, sino que son  grietas más o menos profundas que socavan la superficialidad con la que solemos vivir en piloto automático y nos obligan a detenernos, permanecer con lo que sentimos y hasta agradecer esa profundidad  como regalo evolutivo.

La Vida es tan completa, que no tenemos como humanos que provocarnos o buscar situaciones  de quebranto para que suene en nosotros la nota precisa que nos llama a la interioridad y la consciencia reflexiva…realmente necesitamos esta nota para despertar de la superficialidad que nos carcome  en la vida encarnada del ego.

Podemos poner una barrera, ciertamente  a todo lo que tememos nos abrirá, podemos distraernos en banalidades, charla, tecnología o veleidades…o podemos detenernos, observarnos y permitir que florezca el contentamiento y la aceptación, muy por encima del miedo del yo pequeño, que tratará siempre de “taparnos” con un velo toda oportunidad de expansión e interioridad.

Gozamos de libre albedrío acerca de cómo responder  a las historias que el Alma teje con el hilo que sea, para que nos reconozcamos como hebras unidas de ese tapiz que SOMOS…en el cual los claroscuros son los que le sostienen “vivo”, cambiante, inmediato, experimental e ilimitado.

Esa es la riqueza por la cual hemos venido.

¡Y las bendiciones fluyen!

Tahíta

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