Todo este tiempo en el que he estado sin Internet ha sido muy revelador, en lo que respecta a cómo nos enganchan los medios tecnológicos y cuánto recuperamos cuando por una u otra causa, no disponemos de ellos.
Primero…observé azorada cómo mis vecinos de todo el barrio se desesperaban ante la imposibilidad de entrar en las redes, ver Netflix o no poder pasar horas atontando la mente con su celular, Tablet u ordenador.
Siempre he sido una observadora. De hecho, alguien me ha dicho que no he venido a vivir la vida sino a observarla, por eso, a esa característica innata he sumado, cuando lo logro, la observación sin juicio…el darme cuenta de la más grande locura o incoherencia tomándolo como algo que ocurre, sin juzgar a quien le ocurre o pasando por alta los actores del drama.
Todos los implicados, que fueron más de doscientos, actuaron como si la conexión a Internet no fuera solo un añadido suplementario a su vida sino un bien primordial, absolutamente necesario para, en lugar de afrontar sus vidas, aquí y ahora, disociarse completamente de ellas sumergidos en Facebook, Instagram, Netflix…o innumerables llamadas para compartir chismes, historias, dramas y una infinidad de asuntos completamente innecesarios de comentar.
Mi compañero, que casi no camina, entró en una profunda depresión que alterna con momentos de ataque y de verdadera furia, por lo cual debió medicarse un poco más. Pasa aun la mayor parte del día en cama, o levantado con quejas continuas y al ataque porque ha perdido el único portador de inconsciencia que le permite perderse mentalmente para no estar consciente de sus pensamientos erráticos. Pero en su caso, aunque no justifico sino comprendo y acepto…se trata de una persona con enfermedad psico emocional y neurológica.
En cambio, he visto familias con muchos hijos adolescentes, pelearse por el total de datos móviles que la empresa provee como paliativo… ferozmente. Otros vagan por el barrio esperando a cualquiera que oprima sus botones en rojo para desatar en conflictos sin sentido su insatisfacción, su vacío, su no saber enfrentar la vida del momento presente sin enredar la mente y la energía en estos laberintos que, mal utilizados, no observados y gestionados…llevan a la inconsciencia, la locura colectiva y convierte a los menos precavidos en rehenes mentales, en zombis desorientados y atontados.
Sirvió también para evaluar mi propia actitud ante el echo de estar “desconectada” de Internet y poder cualificar si me era solo grato, o necesario, o esencial. Al principio , me movió el pensar en cómo atravesaría la situación ante la absoluta dependencia de mi compañero ante esos medios. Traté de ir de momento a momento…y acepté la situación tratando de hablarlo mucho con él para que la aceptara. Los primeros días lo soportó aun aburrido, pero los últimos lo embargaron en un estado depresivo profundo lo que ha servido para darme cuenta de cuan dañino es aferrarse y apegarse a algo superficial, no esencial y con tantos sesgos de peligrosidad para las mentes no atendidas o que duermen el sueño de la mente no vigilada.
Todo darse cuenta sirve.
En cuanto a mi…ni siquiera lo he extrañado.
Primero, porque tras el desmoronamiento y arreglo del techo de la cocina, tuve tanta tarea de limpieza, reorganización y de desechar lo que ya no me es útil, cosa que hice con alegría a pesar de que físicamente resentí algunos dolores, que ni recordaba que no podía acceder a Internet.
Segundo, porque antes de ese suceso encendía la computadora dos o tres veces por semana ya que la atención de un enfermo, mas el cuidado de mí misma y la necesidad vívida de no perder contacto interno ni perder ese Inter ser con el jardín, el otoño y la naturaleza…lleva lo que llamamos “tiempo” y que no resigno ante ninguna tecnología.
Toda circunstancia nos regala un “darnos cuenta”, nos guste o no la misma, y me siento feliz de haberme visto liberada de la pequeña tentación de regalar momentos y conciencia a algo que es accesorio, no imprescindible y cuya falta no tendría que provocar en nadie un desequilibrio, una desesperación, un vacío…sino que ofrece la posibilidad , como en mi caso, de emplear tiempo para limpieza de trastos, cocinar en paz, solo con música o silencio, atender asuntos pendientes…o comunicarme frente a frente con vecinos con los que compartí las uvas de mis parrales, semillas del jardín y reflexiones acerca de lo positivo de estar “desconectados” de Internet, para Conectarnos con cosas más importantes…o más REALES
Y AÚN FALTA UNA SEMANA MÁS O MENOS DE ESTE REGALO DE DESCONEXIÓN.
Gracias. Gracias. Gracias
Gracias Tahita por los dos valiosos mensajes, el primero para pensarlo mucho, y si ,es asi,cuidarnos de no perder la consciencia de lo que somos en LO QUE ES, lo demás, lo bueno y lo malo , solo lo entenderemos fuera del tiempo y de la mente, eso entiendo. Y el otro es la pura verdad , nos estan enloqueciendo con cosas externas y nos olvidamos de ser, tengo internet pero lo menos posible, ya casi no aguanto el ruidito de los mensajes que tenes que mirar por si alguien necesita algo, gracias Tahita , sabia Tahita, muchos cariños
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