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lunes, 7 de enero de 2019

Volviendo al cuerpo

"Tal vez estás buscando entre las ramas lo que solo aparece en las raíces".
~ Rumi

 

 

Amo fundirme en el momento presente. Aquí es donde siento todo profundamente.

Me integro al mundo a través de todos mis sentidos y saboreo lo que experimento. Y cuando estoy muy presente, sin dejarme llevar por pensamientos sobre el pasado o el futuro, siento  una profunda e innegable sensación de paz.

Pero no siempre ha sido así. Antes todo lo que hacía era pensar: pensar, pensar, pensar. Me preocupaba, analizaba, lo diseccionaba todo... trataba de  ver las cosas desde diferentes ángulos.

Imaginaba escenarios sobre lo que podría o no podría suceder y dudaba de todo. Evaluaba, comparaba y trataba sin fin de entender siempre el por qué. Parecía que nunca se detendría esa maquinaria mental que se sale de control y sigue en automático por su cuenta.

Al final, llegamos a convertirnos en una gran cabeza con apenas un cuerpo atado, que sufre por toda esa carga racional.

No sabía exactamente lo que no estaba funcionando, pero percibía mucho más tensa y ansiosa que ahora, en realidad, la mayor parte del tiempo. No estaba a gusto en mi vida, y eso no se sentía nada bien.

Era consciente de que estaba sufriendo, pero no estaba segura de qué hacer al respecto. Probé algunas terapias y técnicas, pero no llegué con ellas al centro del problema

Afortunadamente, no estaba condenada a sufrir por siempre…y nadie lo está.  Las cosas empezaron a cambiar cuando comencé a transitar distintos caminos espirituales, que aunque ahora no los seguiría, cumplen la función de expandir nuestra consciencia.

En esos caminos, en lugar de tratar de solucionar mis problemas y mi historia de vida, me indicaron que notara lo que estaba sucediendo en mi experiencia del momento presente. Y esto cambió todo.

Mirando hacia adentro, era fácil ver los pensamientos, ya que me inundaban la mayor parte del tiempo. Pero había algo más que me había perdido por completo.

Me sorprendió darme cuenta de lo asustada que estaba y de cuánto miedo estaba viviendo en mi cuerpo.

Aprendí que todas las emociones se componen de dos elementos: por un lado una historia que recorre nuestras mentes y se alimenta de sentimientos, y por el otro, las sensaciones físicas del cuerpo.

 Esa era la llave que había perdido

Estaba tan preocupada por el futuro y dudando de mí misma que no me di cuenta de cuanta tensión y contracción había en mi cuerpo.

Hubo un momento en el que me detenía cada vez que sentía miedo, cerraba los ojos, ignoraba los pensamientos y simplemente sentía las sensaciones. Muchas veces durante el día, me sentaba en mi sofá sintiendo la tensión física, la  contracción de los músculos del pecho y la mandíbula, y la respiración superficial. Sintiéndolas, permitiéndolas.

No tenía el objetivo de deshacerme de estas sensaciones ni de cambiarlas; simplemente dejé espacio para que estuvieran presentes. A veces disminuían, y otras no, pero no importaba.

Es un alivio llegar finalmente al núcleo de estos sentimientos incómodos y dejar que las sensaciones sean

Después de rechazar mi cuerpo durante tanto tiempo, sentí que estaba siendo  amorosa conmigo misma.

Y no era solo miedo lo que sentía. Había una gran variedad de emociones que todos sentimos: enojo, tristeza, decepción, frustración. 

Cada vez que se activaban, me detenía y daba la bienvenida a las sensaciones que aparecían en el cuerpo. Así comencé a tomar en cuenta lo que mi cuerpo sentía.

Y empecé a darme cuenta también de algo milagroso. Cuando no prestaba atención a las historias que mi mente me estaba contando, los problemas prácticamente desaparecían. Me sentía sorprendentemente en paz cuando simplemente estaba presente con las sensaciones como son, así que  ¿por qué entrar en todo el drama de nuevo? Me volví totalmente desinteresada del drama que la mente teje.

No fue algo  inmediato, pero con el tiempo me fui sintiendo menos estresada. No me preocupaba  tanto por tomar la decisión correcta o por intentar resolverlo todo. Era más ligera, más feliz, más presente y más amorosa hacia los demás.

En ciertas mañanas me despertaba  dándome cuenta  de que hacía bastante tiempo que no me sentía ansiosa.

Ahora, años después, tengo una relación amorosa con lo que aparece en mi cuerpo, y esta relación me ha servido bien.

Con esto no quiero decir que mi temperamento ansioso haya desaparecido, sino que cuando surge, no trato de deshacerme de él sino que acepto sentir lo que la marea trae y lo vivencio hasta que se va…porque, duren lo que duren, las emociones son siempre pasajeras.

El cuerpo contiene el residuo de todo nuestro aprendizaje: todas las experiencias, traumas, temores y condicionamientos. Es como la papelera de nuestra computadora o el tachito de basura de nuestro escritorio.

Mientras que nuestras mentes trabajan horas extras evitando y  tratando de explicarlo todo, nuestros cuerpos son simples: reaccionan a los estímulos que nos rodean. Han estado presentes toda nuestra vida absorbiendo los efectos de nuestras experiencias.

En su estado natural, nuestros cuerpos son vasos abiertos sin tensión. Es por eso que los bebés se mueven con tanta libertad y flexibilidad.

El estrés pasa factura a medida que experimentamos demandas físicas, mentales y emocionales en la vida. Nos asustamos y desconfiamos, y el cuerpo comienza a cerrarse. Estas contracciones corporales son como un escudo defensivo, que nos blinda a medida que enfrentamos los desafíos del mundo.

Llevar nuestra atención al cuerpo llega a la raíz del problema. Aquí es donde nos conectamos con nosotros mismos, sanamos la separación y descubrimos nuestra totalidad esencial. Esto es lo que está aquí y disponible cuando dirigimos nuestra atención hacia adentro.

¿Cómo nos damos cuenta de lo que está sucediendo en nuestros cuerpos? 

Una de las maravillas de la vida en este cuerpo humano es la regularidad de nuestra respiración. Y podemos usar la respiración como una herramienta en cualquier momento para enfocar nuestra atención hacia adentro y alejarnos de nuestras mentes ocupadas.

Podemos notar que nos swntimos más relajados cuando prestamos atención a la respiración, y la respiración misma puede cambiar de alguna manera, o no. Simplemente tenemos que seguir  siendo conscientes de todas las sensaciones. Casi de inmediato, naturalmente respiraremos más lenta y profundamente, lo que calmará el sistema nervioso.

Una respiración consciente  es gratis, y está disponible para nosotros cada vez que nos sintamos estresados o estancados. Es un reinicio, una llamada de atención y una puerta de entrada para estar en paz.

Además de la respiración, es importante darle la bienvenida a todas las sensaciones…

Cuando recibimos las sensaciones, nos detenemos y simplemente notamos las sensaciones que están presentes y las dejamos estar. Encontramos cualquier sensación con una actitud de aceptación, curiosidad y amor, sin historia, sin comentarios y sin necesidad de resolver nada.

En lugar de entrar en pánico o entrar en una historia sobre lo difícil que es sentirla, simplemente somos consciente de ella.

Suelo repetirme...Eres la presencia acogedora que invita a las sensaciones a la luz de la conciencia consciente... y todavía lo hago a menudo durante el día.

Sentados  aquí, respirando y permitiendo que las cosas sean como son, es probable que sintamos una extraña sensación de facilidad.

Las prácticas de movimiento también nos enseñan a estar presentes en la vida diaria. Pasar a una postura de yoga no es, en última instancia, diferente de lavar platos, doblar la ropa o pasear por la naturaleza.

Cuando estamos completamente en nuestras cabezas, estamos metidos en el drama de nuestros problemas. Nos sentimos fragmentados, ansiosos y alienados.

Así viví muchos años sin darme cuenta. Y tal vez así es como estás viviendo.

Al alejarnos de los pensamientos y ser conscientes de lo que aparece en el cuerpo, comenzamos a volver a casa con nosotros mismos. 

Aquí descubrimos amplitud, conexión a tierra y conexión con toda la vida.

Volver a casa siempre es un estado de Consciencia…un estado en el que aceptamos todo lo que se abre paso en nuestro cuerpo-mente…sin resistencia, sino abrazando cada proceso y abriéndonos a lo que es.

Y las bendiciones fluyen!

Tahíta

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