Dice Krishnamurti que “la atención [la verdad] es una tierra sin caminos”.
Esta sencilla y hermosa frase recoge una profunda verdad del camino espiritual.
Efectivamente, no hay sistemas, no hay técnicas, no hay camino que recorrer.
La atención es atención y basta. Una atención silenciosa despeja por sí toda la ignorancia, todos los espejismos de nuestra vida. Una atención sin caminos, sin prácticas ni rituales. Atención pura. Silencio puro. Sólo observación silenciosa.
La tarea de los gurús es la de cambiar la programación de las personas, cambiar la anterior programación por una nueva propuesta por ellos. El ego percibe que es interesante cambiar la programación para ser más feliz, más sabio, mejor considerado.
Muchos gurús confunden a la gente. Les prometen que lo encontrarán la verdad si le siguen a él, o a sus técnicas. Si compran sus libros y acuden a sus pláticas, conferencias y retiros.
Esto es ocultar a las personas lo más sagrado, lo más íntimo. Bien claro lo dijo Jesús: “A nadie más sigáis; a nadie llaméis Maestro; no adoréis a nadie”.
Es un gran daño el que hacen los gurús. Cambian la programación de las personas. Las llevan de la ambición a otras ambiciones más sutiles, sin que nada haya sanado verdaderamente.
La única liberación es abandonar toda programación, toda
codicia, todo objetivo. Observar cómo se mueve nuestra mente, cómo funcionan
nuestros pensamientos, cómo trabajan nuestras identificaciones, nuestras
trampas.Observar, observar, observar.
No hay maestros. Sólo existe la vida, una vida sencilla. Sin maestros que cambien nuestra programación.
La vida empieza a encajar, a tener sentido, cuando nos fiamos de lo que nuestra intuición nos dice, del camino por el que nuestra alma nos lleva.
No hay que hacer nada. Precisamente todo encaja cuando dejamos de hacer cosas, cuando dejamos de ensayar sistemas, prácticas, ejercicios, meditaciones guiadas, y tanto y tanto ruido.
Para oír nuestro Silencio no nos sirven las indicaciones de ningún maestro ni de ningún libro. Ni sus indicaciones, ni sus conceptos, ni sus conclusiones, ni sus prácticas. No nos sirve nada. Todo eso no es más que un estorbo en el único camino, la única práctica: el Silencio. La mirada vacía y silenciosa. La mirada que todo lo ve.
Como dice un viejo cuento chino, “la perla del color de la noche sólo se encuentra si no se busca”.
Gracias a gurúes y métodos el ego cambia su programación. Puede que la nueva programación se llame Silencio, u observación. Pero si no es más que una re-programación del ego, no existe ninguna diferencia.
Pero decimos que la atención es una tierra sin caminos.
Es algo que brota de forma libre. Si no es libre, no existe. Exactamente igual que el amor. Si es impuesto, si surge de una orden, no existe verdadero amor, verdadera libertad.
Existe sólo el ejercicio de una programación.
Observar no es una práctica que se impone, que se enseña, un nuevo conocimiento para consumo de nuestro ego, un nuevo truco que probar para aliviar nuestro vacío.
La verdad nunca es un artículo de consumo.
Así pues, no consumamos libros, maestros, prácticas, técnicas, escuelas... Todas las tradiciones de sabiduría apuntan al mismo sitio.
Son como el dedo que apunta la luna. Lo importante es lo que hay más allá.
Perderse en el dedo, en la técnica, los rituales, los gurús, no hace sino alimentar nuestro ego…reforzarlo.
Miremos por una vez sus consignas, la expresión de su programación.
Miremos cómo nos agita en pos de nuevas técnicas, de nuevos rituales. Observemos el ego.
Los gurús aportan técnicas.
Los sabios dicen sólo “¡observa!”. Todo está ya en nosotros. Toda la verdad, todo el amor, la presencia de Dios. No tenemos más que darnos cuenta, que verlo.
Cuando hablamos de observar con atención, de mirar el presente, de vivir en Silencio, de soltar, de abandonar, no estamos hablando de cosas distintas. Estamos hablando de una única y misma cuestión. No son técnicas ni prácticas. Es una forma de vivir, de mirar.
Como dice el Evangelio, si tu ojo está limpio, todo tu ser está limpio.
No hay prácticas. No hay programaciones. No hay gurús. Existe un vacío de todo esto. Todo esto se desmorona ante la mirada silenciosa.
Basta dejar que todo se detenga.
El ruido del pensamiento, cristalizado en el ego, tapa nuestro Silencio, nos deja inmersos en una ficción, en una mentira que nos exilia, que nos aliena.
No es que hayamos perdido nuestro Silencio, nuestra vida profunda, el amor. Es sólo que estamos inmersos en la corriente del ego, y no somos capaces de ver lo que realmente somos.
Para regresar dentro no hacen falta conocimientos secretos ni llave alguna.
Es más sencillo. Jesús enseñó estas cosas a los sencillos y a los ignorantes.
Solo hay que abandonar todo lo que alimenta la búsqueda del ego, los gurúes, los programas…y desnudarnos de pretensiones.
Gracias. Gracias. Gracias
Excelente. Muchas gracias Tahíta. Concuerdo por completo. Lo comparto con mucho gusto.
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