El
poeta sufí Hafiz, hizo la siguiente pregunta:
“¿Cuál
es la diferencia entre tu experiencia de existencia y la de un santo?
El
santo sabe que el camino espiritual es un juego de ajedrez sublime con Dios, y
que Dios (Conciencia Infinita) acaba de
hacer un movimiento tan estupendo, que el santo está tropezando de alegría,
rodando de risa y diciendo "¡Me rindo!" Mientras
que los demás, todavía tratan de ganar la partida a Dios seriamente.
Sin
embargo, podemos desenredar algunos de los hilos más profundos de nuestras
defensas del ego y reconocer algunos fundamentos de cómo nos desconectamos del
amor dentro nuestro. Pero nos inundan sentimientos de miedo, deficiencia,
frustración y falta… huellas históricas, creencias que se consolidaron y llevaron
a que se desarrollaran en nuestra vida patrones dolorosos que sabotean el amor.
Aunque
podemos ver intelectualmente que estas autoimágenes y los sentimientos no son objetivamente
reales, suelen atraparnos en un lugar doloroso contraído dentro de nosotros mismos. Desde
él nos preguntamos… “¿Qué hago ahora?”. Y siempre se nos responderá si escuchamos
sutilmente… "Nada en absoluto. Solo permanecer aquí, descansando
indefenso y abierto. Nada que tengas que arreglar, conseguir o
hacer. Solo abriéndote, solo ablandando, solo permitiendo. Observando
lo que es”.
Suena
tan simple, pero cuando cualquiera de nosotros queda atrapado en la identidad
de nuestro ego, defendernos o atacar parece lo adecuado.
A menudo, simplemente volvemos a la superficie
de nuestra personalidad o tratamos de resolverlo intelectualmente con nuestra
mente. O nos valemos de ciertas estratagemas como desconectarnos de la
experiencia o ir al refrigerador, encender la televisión, navegar por Internet
para comprar algo que realmente no necesitamos, pelear con alguien, llamar a un
amigo para contarle la historia de lo desesperante que es todo, o mantenernos muy
ocupados para evitar tener que sentir, experimentar y permanecer con ello sin
resistencias.
En
cambio, nuestras estrategias más conscientes incluirían relajar nuestra
tendencia a intentar cambiar o transformar la experiencia de alguna manera.
Quedarnos
indefensos, vulnerables por un momento y solo respirar.
HACER
NADA. Solo permanecer aquí y ahora.
La
auto-indagación nos invita a sumergirnos en nuestra experiencia directa sea cual
sea, y no hacer nada.
Así
es como ocurre la rendición. No es algo que hacemos más bien sucede
cuando relajamos nuestro hacer egoico habitual.
Inicialmente
se siente confuso. En el momento en que relajamos las estrategias
habituales del ego que pretende rechazar la situación o evadirla nos
encontramos con nuestra sensación de desconexión. Esto generalmente se
siente como estar separado del amor, la fuerza, la capacidad, la paz, la
alegría y el apoyo. Nos sentimos como un niño pequeño, asustado, solo,
insuficiente y sin saber qué hacer. ¿Qué podemos hacer que respalde la
rendición?
Todas
las grandes tradiciones de sabiduría han hecho eco de la necesidad de reconocer
ciertas virtudes…ciertas aperturas. Cada tradición enfatiza la necesidad
de confianza, humildad, mentalidad abierta, compasión, paciencia y más. Encontrar
en nosotros esas capacidades que siempre han estado allí, porque son inherentes
a lo que ES, puede integrarlas en una presencia activa que nos abre a nuevas
profundidades.
Algunas de ellas son…
CONFIANZA
- en
nuestra propia bondad fundamental, en la bondad que subyace a toda
existencia. Esto produce coraje y verdadera confianza para abrirnos a lo
desconocido, confiando en que todo estará bien incluso si no sabemos cómo.
AMOR
A LA VERDAD -
lo que sea que revele. Esto produce devoción, dedicación y pureza de
motivación para que no tengamos miedo de abrirnos más allá de nuestras propias
imágenes y creencias.
CURIOSIDAD: sincero
interés por descubrir lo que es realmente real. Esto produce una mentalidad
abierta y la expansión de nuestra conciencia.
NO
ATAQUE: el
compromiso de desconectarnos del auto ataque y la crítica interna. Esto
cultiva la compasión por nuestro personaje humano, nos da espacio para
experimentar y aprender y elimina la crítica interna que tan a menudo nos
cierra.
HUMILDAD: reconocer
que no necesariamente sabemos para qué es realmente algo. Esto saca a
relucir la arrogancia de nuestro ego y apoya la capacidad de abrirnos a lo
desconocido y dejar espacio para la gracia y la guía.
Al
observar estas cualidades, podemos notar que algunas son más fáciles de
practicar, mientras que otras son mucho más desafiantes. Cada uno de
nosotros tiene una relación con estas virtudes, única en nuestra estructura de
personalidad e historia. Dado que cada una de estas cualidades opera como
una unidad para crear el apoyo interno para el despertar, ver dónde se
encuentran nuestras fortalezas y debilidades espirituales es útil.
Al
igual que ir al gimnasio y solo ejercitar los músculos ya desarrollados creará
un desequilibrio, también ayuda ser conscientes de nuestras debilidades y
observarlas.
Seguramente
esas debilidades limitan el acceso a algunas virtudes de las que ya mencionamos…y
evadirlas no ayuda. Tampoco juzgarnos, sino solo conocerlas, no para desafiarlas
sino dar un giro de percepción y poder acceder a nuevas puertas amorosas, que no
sean el ataque, la resistencia, la oposición ni la desconexión por miedo.
Rendirse
es un aprendizaje continuo…una vigilia sin juicio, amorosa, compasiva y abierta
en la que permitimos que la Vida que nos vive desenrede las hebras del aquí y
ahora de historias, creencias y limitaciones…y así fluir accediendo a la trama
mayor que nos sostiene y alimenta con la información infinita del Uno, en el
que estamos tejidos eternamente.
Gracias.
Gracias. Gracias
Tahíta
Gracias querida Tahita¡
ResponderEliminarGracias Tahita.Abrazos
ResponderEliminarGracias Tahita, rendirnos, confiar, aceptar, soñar....gran aprendizaje
ResponderEliminar