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domingo, 2 de mayo de 2021

Hijo de Dios, hijo del hombre

 

El Hijo del hombre (la persona), no tiene dónde apoyar la cabeza, como dijo Jesús.

Y así es, y así será, aunque no lo descubramos hasta ver lo que hay detrás del “Hijo del hombre”

El hijo del hombre es el que cree que ha empezado a ser a partir de la relación entre un hombre y una mujer.

Y ¿quién es el Hijo de Dios? El que nunca ha nacido, porque Es desde toda la eternidad.

Lo que nace del Espíritu, es espíritu. En cuanto nos creemos que somos “el hijo del hombre”, o sea esta forma biológica que nació, que tiene una historia y morirá, no tenemos por cierto, donde apoyarnos. Lo mismo dice el budismo, acentuando la impermanencia del personaje humano.

Quien se ha abierto a la inspiración del Espíritu, de lo sagrado, de lo desconocido, no necesita ningún apoyo, porque “es en sí” y “por sí”. La consciencia del personaje necesita depender, estar relacionada con algo. Somos hijos, padres, hermanos, obtenemos títulos, tenemos edad, sexo, trabajo, roles, historias que nos identifican. Estamos siempre en dependencia.

En la persona, no hay nada libre, pero más allá existe la libertad…y el Amor no relacional, que es único y absoluto.

La persona no puede liberarse: nunca puede ser libre mientras camine en esta dualidad como persona. Por eso, aunque tengamos todo el conocimiento posible acerca de ella, en el péndulo entre el ego y el espíritu que nos inflama, nos movemos entre el gozo y el sufrimiento, entre el amor y el miedo, la devastación y la unicidad en la que somos Uno, completo, eterno.

No es cierto que el sufrimiento sea opcional. Es un verso que nos graban y nos lo creemos y lo repetimos. Mi experiencia como persona humana me dice interiormente que no, y que ni siquiera tenemos que creer los clichés más espirituales sino experimentar, sentir y aprender a no juzgar los procesos de otro personaje humano, lo creamos elevado o no, porque en la libertad de su espíritu es eterno, perfecto, gozoso y nunca sufriente.

Mas mientras experimentamos como personaje humano, la adversidad va a llevarnos al dolor y también al sufrimiento muchísimas veces. Y en lugar de luchar podemos aflojar ese sufrimiento recordando la Unicidad que somos más allá de lo sufriente…pero no es fácil.

¿Quién de nosotros puede decir que no ha sufrido?

 ¿Quién puede decir que nunca sintió la devastación, como una noche oscura del alma, de la que no podía salir aun sabiéndose Luz?

El estar despiertos o despertando solo hace que podamos de vez en cuando asirnos a LO QUE ES, aun atravesando la devastación y la tragedia que puede tocar a nuestra puerta humana.

No sabemos cómo reaccionará el personaje, por ejemplo, a una condición del cuerpo y la mente en la que el cuerpo ya no responde y la mente se pierde. Cuando, como dice Jeff Foster, sale a la tienda a comprar y no sabe cómo volver a su casa, o no reconoce a un amigo.

Tal vez tenemos que comenzar a ponernos en lugar del otro, caminar una milla en sus zapatos, o sea jugar a ser ese personaje, aunque sea por empatía y dejar de preguntarnos ¿cómo no puede salir o sanar? ¿cómo es que sufre si es un maestro espiritual? (cosa que siempre es un falso y efímero título egoico que los humildes dejan de lado)

Recordemos que el otro es nuestro reflejo en el TODO/UNO. Por lo tanto, las dudas las preguntas o juicios que hacemos con respecto a una experiencia de un personaje pasajero nos enfrenta a las propias nociones acerca de LO QUE PARECE y LO QUE ES…y nos invita siempre a abrirnos al amor compasivo, al abrazo de todo lo que surge y a no creer que trascendimos lo que juzgamos, lo que no aceptamos, lo que sufrimos, lo que nos espera a la vuelta de la esquina.

Solo podemos tratar de recordar esa Luz del Espíritu que nos envuelve y nos vive…aún más allá de cualquier enfermedad del cuerpo-mente que pierda al personaje en las tinieblas, temporalmente.

Soy Uno.

Soy Luz.

Soy Jeff.

Soy AMOR.

 

Gracias. Gracias. Gracias.

 

Tahíta

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