La meditación es esencialmente una forma de entrenar nuestra atención para ser más conscientes de nosotros mismos, y de nuestro entorno.
Cada religión importante incluye algún tipo de ejercicio contemplativo, aunque hoy en día la meditación se practica fuera de cualquier sistema de creencias. Se puede hacer en silencio y quietud, usando la voz y el sonido, con la participación del cuerpo en el movimiento. Pero todas las formas de meditación enfatizan la atención…el aceptar estar atentos.
Básicamente, la atención determina cómo experimentamos y navegamos el mundo. Mantener la atención es lo que nos permite desempeñar nuestro trabajo, aprender matemáticas, danzar, cocinar un pastel, observar una señal y embocar en un cesto, proteger a nuestros hijos, construir una casa, llevar a cabo una cirugía. Nos permite discernir en nuestras interacciones con el mundo, estar receptivos en nuestras relaciones y ser honestos al examinar nuestros propios sentimientos y motivos.
La atención determina la profundidad de nuestras experiencias cotidianas y nuestro sentido de conexión con la vida. El contenido y la calidad de nuestras vidas dependen de nuestro nivel de conciencia, de lo que en ella alimentamos… un hecho del que a menudo no somos conscientes.
Pero eso es sólo una parte de la imagen. Es cierto que nutrimos aquello en lo que ponemos la atención, así que, si prestamos atención a lo negativo, puede abrumarnos por sobre lo positivo y lo significativo. Pero si hacemos lo contrario, negándonos a enfrentar o reconocer lo que difícil y doloroso, fingiendo que no existe, entonces lo que no consiga nuestra atención se potencia hasta que se la damos, o se pasa al inconsciente, desde donde sigue afectando nuestras vidas. La meditación nos enseña a abrir nuestra atención a toda la experiencia humana y a todas las partes de nosotros mismos.
Es equivalente, sicológica y emocionalmente, a un programa de entrenamiento físico: Si haces ejercicio regularmente, obtienes ciertos resultados: músculos más fuertes, huesos más densos, mayor resistencia. Si meditas regularmente, también obtienes ciertos resultados, incluyendo una mayor calma, mejor concentración y más conexión con los demás. Pero hay otros beneficios.
Me he permitido compartir algunos de ellos, que en mi caso surgieron de mínimos momentos de meditación y que seguramente les servirán.
Si meditas…
Te harás consciente las suposiciones innecesarias que hacemos y de cómo se interponen en el camino de la felicidad. Estas suposiciones sobre quiénes somos y la forma en que funciona el mundo — lo que merecemos, cuánto podemos manejar, dónde se encuentra la felicidad—pueden ser modificadas por la atención.
Las suposiciones bloquean la experiencia directa y nos impiden recibir información que nos permitiría tomar mejores decisiones.
Estas son algunas suposiciones que todos reconoceríamos: No tenemos nada en común. No podré hacerlo. No puedes razonar con una persona así. Mañana será exactamente como hoy. Si me esfuerzo lo suficiente, me las arreglaré para controlarlo. Lo he arruinado; Debería rendirme. La felicidad es para los demás, no para mí. Declaraciones como estas están motivadas por el miedo, el deseo, el aburrimiento o la ignorancia. Las suposiciones nos unen al pasado, oscurecen el presente, limitan nuestro sentido de lo que es posible, y desplazan la alegría. Detectarlas y examinarlas nos liberan.
Dejarás de limitarte ya que, al practicar la meditación, a menudo comenzamos a reconocer respuestas condicionadas, restricciones no detectadas que hemos impuesto a nuestras vidas. Nos damos cuenta de cómo saboteamos nuestro propio crecimiento y éxito porque hemos sido condicionados a contentarnos con resultados mínimos. La meditación nos permite ver que estos límites fueron aprendidos y pueden ser desaprendidos, pero no hasta que los reconozcamos. (Algunas ideas limitantes comunes: Ella logra más cosas porque es más bonita; el dinero es lo más importante; no tengo tiempo para meditar; las mujeres inteligentes se quedan solas;) Entrenar la atención a través de la meditación nos abre los ojos. Entonces podemos evaluar estas respuestas condicionadas, y si algunas de ellas contienen algo de verdad, podemos verlas claramente y modificarlas, si es necesario, y si descubrimos que son falsas, solo las dejamos ir, las soltamos alegremente, liberados de ese peso limitante.
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Te transformará. La meditación nos enseña formas de abrirnos a toda la gama de experiencias —dolorosas, placenteras y neutras— para que podamos aprender amigarnos con nosotros mismos en los buenos y en los malos momentos. En la meditación practicamos estar con emociones y pensamientos difíciles, incluso aterradores o intensos, de una manera abierta y con aceptación, sin añadir autocrítica a algo que ya duele. Nos hacemos amigos con los sentimientos que una vez nos aterrorizaron. Entonces podemos valorar que hemos logrado sentarnos, enfrentar algunos de nuestros pensamientos más desesperados sin juzgarlos.
Redescubrirás un sentido más profundo de lo que es realmente importante. Una vez que mires debajo de las distracciones y las reacciones condicionadas, tendrás una visión más clara de tus metas y valores más profundos y duraderos.
Tendrás un recurso móvil de emergencia. La meditación se puede utilizar en cualquier lugar, en cualquier momento, discretamente. Es probable que te encuentres en situaciones como tener una discusión acalorada en el trabajo, por ejemplo, o soportar el berrinche estruendoso de uno de tus hijos, y no puedes desahogarte caminando por la manzana, golpeando una bolsa en el gimnasio o tomando un baño. Pero siempre puedes seguir conscientemente tu respiración.
Estarás más en contacto con las mejores partes de ti mismo. La práctica de meditación cultiva cualidades como la bondad, la confianza y la sabiduría que puedes pensar que faltan en tu equipaje, pero en realidad no están desarrolladas o son oscurecidas por el estrés y las distracciones. Podemos localizar estas cualidades para acceder a ellas con mayor facilidad y frecuencia.
Recuperarás la energía que has estado desperdiciando tratando de controlar lo incontrolable. Hace muchas décadas di una charla al aire libre en un campo de meditación y se desató una tormenta. Estaba todo tan empapado que pensé en que nadie disfrutaría de la disertación. Me sentí mal por los participantes; de hecho, me sentía responsable. Durante unos días quise disculparme con todo el mundo por la lluvia hasta que un pensamiento surgió: Esta no es mi responsabilidad, sino del clima. El clima no está bajo mi control…ni el de nadie. Todos hemos tenido momentos en los que nos hemos sentido responsables del bienestar de todos. Es nuestra responsabilidad, pensamos, controlar que todo salga bien,la temperatura y la humedad, o a las personas que nos rodean (si sólo pudiéramos conseguir que nuestro compañero deje de fumar, siga una dieta, etc.). Incluso pensamos que somos capaces de controlar totalmente nuestras propias emociones: nunca debería sentir envidia, resentimiento o rencor. Aunque podemos afectar nuestras experiencias físicas y emocionales, en última instancia no podemos determinarlas; no podemos decidir qué emociones surgirán dentro de nosotros. Pero podemos aprender a través de la meditación a cambiar nuestras respuestas a ellas. De esa manera nos evitamos mucho sufrimiento. Reconocer lo que no podemos controlar (los sentimientos que surgen dentro de nosotros; a otras personas; al clima) nos ayuda a tener límites más saludables y no tratar más de reformar a todos todo el tiempo. Nos ayuda también a dejar de culparnos por tener emociones perfectamente humanas.
Entenderás cómo relacionarte mejor con el cambio, aceptar que es inevitable y creer que es posible. La mayoría de nosotros tenemos una actitud mixta hacia el cambio. No creemos que el cambio sea posible… creemos que estamos atrapados para siempre haciendo las cosas como siempre las hemos hecho, pero al mismo tiempo, lo tememos. Nos gustaría que las dificultades fueran fugaces y lo reconfortante permanente. Tratar de evitar el cambio es agotador y estresante. Todo es impermanente: felicidad, tristeza, una rica comida, una gran afluencia de dinero, lo que estamos sintiendo, la gente que nos rodea, nosotros mismos. La meditación nos ayuda a comprender este principio esencial de la vida humana: la impermanencia…nos ayuda a aceptar que todo cambia todo el tiempo.
Meditar ofrece la oportunidad de percibir el flujo. Seguir nuestra respiración mientras observamos cómo los pensamientos continuamente fluyen nos ayuda a comprender que todos los elementos de nuestra experiencia están en constante flujo. A veces aprovechamos un manantial de paz. Otras veces sentimos oleadas de somnolencia, aburrimiento, ansiedad, ira o tristeza. Aprendemos así que, una emoción dolorosa o una situación difícil, puede cambiar; no es tan sólida ni in modificable como podría haber parecido. Incluso mientras se desarrolla una situación difícil, está cambiando de un momento a otro, variada, viva. No estamos atrapados… tenemos opciones.
Esto no quiere decir que todo estará bien, que todo saldrá según nuestros deseos. Más bien, nos da la comprensión de que mientras estemos vivos, toda posibilidad está viva.
No podemos controlar qué pensamientos y emociones surgen dentro de nosotros, ni podemos controlar la verdad de que todo cambia. Pero podemos aprender a hacer una pausa y descansar en lo que está sucediendo.
No desperdiciemos estos bellos regalos que aun cortos momentos de meditación nos ofrecen.
Gracias. Gracias. Gracias
Tahíta
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