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Muchas enseñanzas de la no dualidad comienzan con el concepto de que “tú eres eso” …tú eres dios, tú eres la fuente.
Me resulta más fácil ir de lo manifestado, aunque sea temporal, o sea donde nos encontramos como seres separados, para ir luego en dirección a la fuente. Otros dicen, comenzar a descartar lo que esencialmente no somos, Para llegar a vislumbrar lo que sí somos.
Finalmente volvemos a “lo que es” …pero hay una apariencia de separación en la que percibimos a los organismos interactuando entre sí como si se tratara de entidades independientes, lo que crea un drama extraordinario. Ese es el drama de la vida personal que diariamente experimentamos.
Hay momentos en la vida en lo que todo parece ser una porquería, y otros de alegría o felicidad. Lo doloroso y lo placentero forman un círculo y se presentan alternativamente. No están separados: son diferentes puntos de un mismo círculo. Por cierto, podemos diferenciar una caricia de un golpe, porque hay diferencias entre el placer y el dolor en términos de experiencia.
Aunque decimos que son lo mismo, obviamente, no son experimentados de la misma forma, pero significa que tienen la misma raíz. Son aspectos de la experiencia dual.
Nada en el mundo es capaz de brindarte felicidad y satisfacción verdaderas y duraderas. Nada.
Me tomó varios años apreciar la inutilidad de tratar de obtener felicidad duradera e inmutable de experiencias, objetos, relaciones o cualquier cosa externa a mí. La razón de esto es que todo está en un estado de flujo constante. El objeto, evento o persona que te llena de alegría hoy es tan probable que mañana te traiga miseria. Es por eso que la dependencia emocional de factores externos siempre cambiantes, que siempre están fuera de nuestro control directo, es una receta para una vida de continua frustración y sufrimiento.
La danza de la creación es un movimiento impersonal. Ocurre independientemente de nuestros deseos y aversiones. Si bien podemos gestionar y elegir ciertos aspectos de nuestra vida, la realidad fenomenal se rige por su propio conjunto de leyes y una cadena insondable de causas y efectos interrelacionados sobre los cuales no tenemos el control.
Aun así, tener preferencias forma parte del vivir, y ciertamente preferimos el placer al dolor. No hay problemas en tener preferencias.
El sufrimiento surge, cuando a la vez surge el sentimiento de que el dolor “no debería” estar ahí, que lo feo o lo malo “no debería” existir… que la existencia es imperfecta, o que, de alguna manera, el Universo ha cometido un error.
El sufrimiento no es causado porque no nos guste algo, el gustar o no gustar, es parte de “lo que es”
La fuente del sufrimiento es el sentimiento de que “lo que es” no debería ser. O sea, falta de aceptación.
Cuando hablamos de aceptación, tenemos que tener en cuenta que aceptación no quiere decir aprobación. Puede haber enfado, puede haber frustración, puede haber impaciencia, y, aun así, puede haber aceptación. La aceptación subyace bajo “lo que es”. El enfado que surge, es parte de “lo que es”. La frustración, cuando surge, es parte de “lo que es”. Y aun sin no somos capaces de aceptar algo, para nuestra paz, aceptemos ese no poder aceptar, aceptemos no aceptar ira, la frustración, o lo que sea. Es un gran alivio proponernos una aceptación radical, aun de lo que no podemos lograr.
La aceptación es total: es absoluta. Gustos y disgustos, aprobación y desaprobación, son parte de cada ser humano. Surgen natural y espontáneamente de acuerdo con la naturaleza de cada persona.
En cambio, nuestras respuestas son el resultado de condicionamientos. Todo organismo funciona según condicionamientos.
Lo que sí hay que clarificar en nosotros es permitirnos momentos de una observación y una atención cada vez mayores para conectar con esa aceptación que podemos sentir cada vez más intensa y frecuentemente, dándonos cuenta de que lo que surge en la dualidad forma parte de un yo-ego que tanto se culpa por lo que surge y no le gusta, como se enorgullece por lo que considera bueno para sí mismo.
Lo que está ausente en un ser realizado es la culpabilidad y el orgullo, ya que, no aferrándose a un yo falso, no considera ser el actor tanto de lo bueno como de lo malo, sino solo un instrumento de la Conciencia una.
Esto no implica actuar de cualquier forma, ya que, al hacerlo, aun en la ilusión del ego, cosecharemos lo mismo que ponemos en escena. La trampa para muchos es no dar importancia a la manifestación dual de la vida con la excusa de que no es real. Pues temporalmente lo es, y para nuestra paz como humanos, sigue siendo importante cómo pensamos, cómo sentimos y cómo actuamos…con consciencia, mas sin culpa.
Podemos llegar a la conclusión cierta de que no somos los pensamientos que pasan por nuestra mente, por ejemplo, pero optar por mantenerlos en ella obsesivamente o dejarlos pasar, hace una diferencia en nuestra quietud o inquietud.
Siempre digo que somos como una leona de dos mundos…nuestro hogar primigenio está en la Unidad, sin embargo, actuamos en la dualidad, y tener consciencia de esa Unidad esencial nos facilita movernos sin culpa y también sin soberbia, sabiendo que, en última instancia, la Consciencia es la que vive y se mueve a través nuestro.
Claro que somos parte de ella, pero como seres separados formamos parte de ese círculo de placer-dolor, amor-odio, bueno-malo en el que seguimos experimentando uno u otro punto de esas polaridades…conservando nuestra INOCENCIA.
Por eso soltemos la culpa, y el orgullo egoico de creernos especiales también.
La realidad de lo que ves es solo una ilusión,
Aunque sea una muy persistente
Albert Einstein
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