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miércoles, 24 de junio de 2020
Iniciando el proceso
No tengo ninguna técnica para vender, ningún plan, ninguna instrucción, ninguna promesa de que si hacen esto o aquello que les comente, obtendrán lo que están buscando.
Estas son simples directrices hacia “lo que es”…y las siembro como regalo.
Se trata solo de examinar y ver qué es lo que funciona en este mundo. La mayoría de las personas cree o siente que es la autora de su existencia, pensamientos, sentimientos y acciones. Si pueden cuestionarse esto honestamente, lograrán una profunda percepción.
En esto no hay doctrina. No hay nada para aprender o creer. Cada uno ha de cuestionarse, buscar y ver por sí mismo, en un proceso de inquirir qué fuerza le da vida a todo, incluyendo al cuerpo-mente que creemos ser.
No encontrarás aquí una doctrina que te diga “Lo que realmente eres es…”.Pero sí directrices, señales, o afirmaciones como…”Lo que realmente somos es consciencia. Lo que realmente somos es Dios. Lo que realmente somos es la fuente”…y ellas te invitan a que busques por ti mismo. Sin embargo no debes tomarte estas afirmaciones como la verdad, sino que tienes que examinarlas profundamente.
Estudié las enseñanzas de un maravilloso maestro que aunque era un aristócrata irlandés, era llamado Wei Wu Wei. Él empleaba el término “apercepción”…o sea, un saber más allá de cualquier individuo que percibiera, un saber, de la totalidad, no relativo de una sola persona. La Biblia se refiere a esta apercepción como “la paz que sobrepasa todo entendimiento”. En cuanto la entiendes, pasa a ser “la paz que ahora entiendes”. Sobrepasa todo lo relativo, por lo tanto puede coexistir con todo lo que ocurra en el mundo manifestado…o sea podemos conservarla, pase lo que pase. Podemos seguir teniendo preferencias, gustos, aversión…preferencias sobre cómo manejaríamos los asuntos si estuviéramos al mando. Pero esa paz total reconoce que no estamos dirigiendo ls cosas, sino que todo lo que existe en este momento se debe al perfecto funcionamiento del Universo, no a ningún logro o falla personal.
A lo que apunta esta enseñanza Advaita es a que la vida y la muerte ocurren, la salud y la enfermedad ocurren. Vienen y van, como parte del movimiento perfecto del Universo…son parte de la manifestación de la existencia.
Con la aceptación de que todo forma parte de un funcionamiento perfecto, la resistencia ante lo que ocurre se suaviza o cae y dejamos de estar a la defensiva, disminuyendo el sufrimiento.
Sin embargo, seguiremos teniendo que enfrentar los sucesos de la vida, y teniendo que solucionar problemas, pero sin la sensación de que se trata de una falla nuestra o de los demás o de la vida misma…y esto produce un alivio importante y un ahorro de energías que tendremos disponibles para enfrentar lo que sea que la vida traiga consigo.
Muchas veces, lo que la vida te traiga no será placentero, a veces será muy doloroso, pero solo se transformará en sufrimiento si crees que "lo que está ocurriendo no debería ocurrir”. No quiere decir que tenga que gustarte lo que está ocurriendo, ni que dejes de hacer algo para cambiarlo…solo quieres decir que aceptas que está ocurriendo, que existe, tal como es ahora, como parte de la manifestación de una Totalidad…y si cambia, también lo hace, no como mérito individual, sino como parte de ese flujo y reflujo del universo que ocurre aunque sigamos teniendo preferencias. Lo importante es no creer que debería ser de otra manera, pues eso solo nos acarrea sufrimiento adicional.
Todo lo que el mundo hace es siempre el funcionamiento de la conciencia. La Conciencia lo es TODO…y somos parte de ese TODO.
Un discípulo de Ramesh Balsekar cuenta que después de recibir esta enseñanza de su maestro fue a su casa y encontrando a su hijo de cinco años haciendo algo que repetidas veces le había ordenado que no hiciera, le gritó furioso y le hizo encerrarse en su cuarto castigado. Luego se quedó con un malestar terrible pensando “Acabo de aprender que todo lo que pasa, incluso lo que hizo mi hijo es parte del funcionamiento de la conciencia, y lo que hago es castigarle y reforzar en él la creencia de que es culpable de algo. Al otro día le relató compungido a su maestro lo que consideraba su mayor acción egoica y este le dijo sonriendo… “El que gritaras a tu hijo, también es parte de la misma Totalidad…y aunque esto no quiere decir que no deba observarse, no es fuente de culpa, ni de orgullo, claro”.
Siempre creemos estar implicados, y el percibir la acción de la Totalidad esa percepción corta el sentimiento de estar implicados, corta la acción del ego. Así comienza el fin del sufrimiento, pues este surge de la implicación del ego en todo. El sufrimiento no surge del ahora…surge cuando las acciones y reacciones de un momento se prolongan en el tiempo y son proyectadas más allá del momento presente. Surge de pensar “No debería haber…”…y todas las implicancias de ese no debería.
Por supuesto, incluso el sufrimiento, si surge, es divino.
En el maravilloso tapiz de la existencia, todo es perfecto. Llegar a un momento del proceso en el que comprendemos y sentimos esto, es liberador.
Este Advaita del que hablo no se aferra a ningún principio…abarca una serie de directrices y conceptos y aclara que ninguno de ellos es verdadero en el sentido absoluto…solo nuestra propia indagación tiene que llevarnos a declarar algo como valedero. Más que una verdad, es un proceso.
La herramienta primordial del Advaita es que todo es conciencia, que todo es Uno.
Advaita significa “no dos”…y esto no es una verdad sino una directriz que podemos utilizar para averiguar qué es válido, para indagar dentro nuestro y descubrir nuestra propia naturaleza. Ese proceso es parte del fluir de la vida.
El Advaita es como un deshacerse de los juguetes que ya no proporcionan alegría. Sin embargo, para algunos es como una pérdida. Si le quitas a un niño de dos años un cuchillo para que no se dañe, él chillará porque se estaba divirtiendo con él. Quitárselo es un acto de compasión, sin embargo él no lo ve así.
El Advaita puede quitarte todos los juguetes mentales, ponerte incómodo, hacer que te plantees preguntas difíciles…sin embargo sembrar les semillas del Advaita es un acto compasivo, ya que al fin ayuda a disolver el sufrimiento de aferrarnos a un yo que no es nuestra esencia.
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