Dicen que el Zen que puede explicarse, no es Zen, sin embargo, para mí
el Zen es una actitud más allá de cualquier creencia o religión, un modo de
vida en el que se abrazan la no dualidad con la vida cotidiana, en presencia.
Es complicado explicarlo, pero…
Zen es ser normal,
ser cotidiano. La práctica del Zen es la práctica de lo ordinario,
aceptar que el Universo se encierra en una brizna de hierba, en un grano de arena,
en una gota de agua. Aplica aquí el dicho de Thich Nha Than:
“De igual forma que un árbol es árbol, una persona
debería ser persona. Si una persona es verdaderamente persona, viviendo feliz,
sonriente, entonces todos nosotros, todo el mundo, se beneficiará de esta
persona. Una persona no tiene que hacer un montón de cosas para salvar el
mundo. Una persona ha de ser una persona”
Zen es Presencia,
es estar aquí, realmente aquí, sin justificación, ni nada que explique el hecho
de ser, sin perderse el hecho de ser y estar aquí. Es mostrar lo que somos
en cada momento, no esforzadamente, sino simplemente ser, manifestarse.
Zen es pregunta, indagación
profunda, que marca la cualidad del involucrarse, de fundirse con la
vida. Es pregunta que no tiene respuesta mental, es vida en proceso, sin encasillar,
que nos lleva a un interés sincero, no condicionado, por lo que pasa.
Zen es Wu – Wei, dejar
hacer, practicar la preciosa gratuidad y espontaneidad de realizar lo que toca
y luego dejarlo, dejar que las cosas sean, no resistirse al flujo, vivir desde
la sencillez, la flexibilidad y la tolerancia del que no es dueño de la vida,
sino que es vida en sí misma. Es la libertad de no poseer, de no esperar, y al
tiempo hacer lo que toca, no haciendo nada. Es la belleza de dejar que las
cosas sean.
Zen es vida gozosa,
contemplar y gozar del universo recreándose a sí mismo, es abrazar las cosas y
los seres, es contemplarse a uno mismo desde el amor, la tolerancia y el no
juicio, es compartir con todos la presencia vital, aun en el dolor, aun en el
drama. Zen es reír y es llorar.
Zen es la
sutileza del espíritu. Es
seguir el camino de los acontecimientos con gracia y gratitud, aceptar el cambio
y saber morir en gracia, como parte del vivir.
Zen es
libertad. Es la liberación de los apegos, la superación del ego-ismo,
es no acepción de personas. Es ser libre de pérdidas y ganancias. Es
coherencia, ecuanimidad y despertar cotidiano.
Zen es sencillez,
simplicidad. Haceos como niños, decía un maestro. Es
cultivar la simplicidad de vivir en lo concreto, en lo ordinario, abandonando
preocupaciones del pasado y expectativas del futuro.
Zen es la
aceptación natural, gozosa, de la propia muerte, la propia
desaparición. Es vivir muriendo, esto es abandonando, soltando, vaciándose de
todo agarre a la vida separada. Es sentir que la Unicidad implica la
desaparición individual, y gozar al contemplar ese Uno que somos, cuando
dejamos de creer ser este ser individual
que aparentamos.
Zen es la belleza de nuestra existencia limitada
e imperfecta, que fluye sin resistencia. Acepto aun consciente de la Unidad de
todo, ser persona, acepto ser forma concreta con toda su imperfección aparente.
Es sabiduría profunda enriquecida con experiencia, produciendo una belleza
espiritual que logra amor por la vida, sin apego a los deseos alocados del ego.
Zen es, en síntesis, Annata,
no-yo; es Anytia,
impermanencia; es Wu-Wei, dejar hacer y ser; es Brahma
Vihara, no juicio, prejuicio ni
elección frente a personas.
Es no-dos, pues Todo es Uno.
Pero…el zen solo puede entenderse adecuadamente a
través de la experiencia directa, por lo tanto, cada quien recibe la invitación
a vivirlo, sin atarse a ningún preconcepto o creencia.
Gracias. Gracias. Gracias.
Tahíta
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