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lunes, 27 de mayo de 2019

La Paciencia…un trabajo Interno

Llamando a las cosas por su nombre: la impaciencia es ira.

Expresar la ira puede ser adictivo. ¿Por qué? Bueno, en primer lugar, hay un alivio inmediato, aunque a corto plazo, de la angustia que está detrás de la ira. 

Otra razón por la que la ira puede ser adictiva es que cuanto más a menudo nos permitimos caer en la impaciencia, el "hábito" se vuelve más arraigado. Aumenta la tolerancia a la sensación de rabia. Y cuando se desencadena, podemos pasar sin pensar, de una irritabilidad menor a una furia total con nuestros seres queridos.  Esta  tolerancia a expresar ira explica el hecho de que la violencia doméstica puede comenzar con comentarios despectivos y, con el tiempo, llegar a la agresión física.

Nuestras irritaciones diarias, juicios y errores que experimentamos en las relaciones pueden ser sutiles. Puede que ni siquiera reconozcamos que estamos siendo impacientes. Pero esas irritaciones menores pueden ser muy  destructivas.

Cuando todo va bien en nuestras relaciones, no hay problema. Pero entonces alguien nos hace esperar cuando estamos listos para irnos, o nos hace un comentario sarcástico, o habla sobre nosotros, o nos llama estúpido…y así comienza el encendernos.

Es un ciclo, primero la paz, luego alguien hace o no hace algo, el otro se siente insultado, crítico o asustado. Mientras podemos nos contenemos…hasta que estallamos y atacamos. El inevitable volcán emocional entra en erupción, dejando aún más heridas abiertas. Puede haber otro breve período de paz y luego el ciclo comienza de nuevo. Muy agotador. Lo sé por experiencia

Para salirnos de los interminables ciclos solo queda cultivar la antigua virtud de la paciencia.

¿Cuándo necesitamos paciencia?

  Cuando somos desafiados de una de dos maneras. O bien  obtenemos algo que no queremos  o  no obtenemos algo que queremos.  Ahí es cuando nuestros egos entran en juego. Con la impaciencia, llega la irritación por cosas que se mueven a un ritmo más lento de lo que queremos, o por presunta "incompetencia."

Estos desafíos nos hacen sentir más vulnerables, posiblemente con miedo, y tenemos una respuesta automática para protegernos que nos lleva con urgencia a tratar de que las cosas funcionen a nuestro modo o ritmo.

La paciencia es el proceso de volvernos hacia adentro y ponernos en contacto con esa carga que nos quema, directamente, para luego poder contactar también con la mansedumbre que también viven en nuestro interior.

Sin juicios, solo permanecer con esa carga incómoda. Solo estar con la incómoda sensación.

Lo que la paciencia es, entonces, es ponernos en contacto con el impulso emocional de HACER algo como reacción a lo que nos ha provocado. El impulso puede ser criticar, defendernos, comer en exceso, usar una sustancia o actividad para alejarnos de la energía incómoda de la ira.

Si es algo ciertamente difícil de llevar adelante… ¿por qué molestarnos en desarrollar la paciencia?

 Sentir  ira provoca dolor.

Una de las razones para trabajar sobre la ira de la impaciencia es que el hábito de la ira se vuelve cada vez más arraigado con el tiempo.  Cuanto más nos permitimos caer en ella, más se profundiza en nuestro inconsciente esa forma de actuar y luego sale directamente sin elección. Y a medida que envejecemos la irritabilidad solo aumenta

La agresión nos separa de los demás y bloquea nuestro acceso a la guía interior. Ya no estamos presentes para nosotros ni para los demás  porque nos llenamos de historias, enojos y resentimientos.

 Cuando podemos confiar en nosotros mismos para ser pacientes, nuestra autoestima y nuestra sensación de fuerza interior se elevan.

La práctica de la paciencia aumenta  nuestra compasión

Todos podemos trabajar para desarrollar más paciencia.  No nacemos con eso. 

 Y parece paradójico que el primer paso para aumentar la paciencia sea ponernos en contacto con lo opuesto a la paciencia: el enojo, la irritación, el  reproche, la  vergüenza. 

El dolor tiene sus propósitos. Nos empuja a encontrar soluciones.

Lo que sucede es que la mayoría de las veces  nos confundimos con las "soluciones" e intentamos cambiar a la otra persona, situación o lo que creemos está causando nuestra incomodidad. Pero el problema es que la causa de nuestro dolor no es lo externo, sino cómo lo interpreta nuestra mente. No importa cuán mala o buena sea la cosa externa, es nuestra mente la que se siente a gusto o disgusto. Nuestra mente es la causa de la incomodidad, no las circunstancias externas.

Así que la solución al dolor es un trabajo interno.

Aunque sea arduo y difícil, sí o sí, para contener el desencadenante mayor tendremos que poner atención a cuando comienza la irritación.

La mayoría de nosotros no nos damos cuenta realmente cuando sentimos sentimientos dolorosos sutiles. Y más difícil aún es reconocer que nos estamos resistiendo y llegar a saber a qué.

  Lo principal aquí es simplemente detener la historia….no seguir alimentando la ira e impaciencia con que si el otro está equivocado, o es imperdonable, etc.

Suele resultarme tratar de recordar lo bueno del otro, o pesar que es inocente, o está haciendo lo mejor que puede, o está abrumado. Lo mismo aplica cuando nos enojamos con nosotros mismos … considerar que podemos ser tolerantes con nuestros defectos e insuficiencias.

Imaginemos cómo nos sentiríamos si nunca estuviéramos apurados o heridos por la impaciencia de otra persona con nosotros. Y cómo nos sentiríamos si nunca (o casi nunca) nos mostráramos irritados o impacientes con alguien, ni con otros ni con nosotros mismos. 

¿Cómo se sentiría a nivel de la energía de nuestra familia, pueblo, país o planeta

Es algo realmente importante para poner en práctica.

¡Y LAS BENDICIONES FLUYEN!

Tahíta

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