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miércoles, 26 de septiembre de 2018

Dejando que la Ansiedad  Llegue




Muchas veces hablamos de la necesidad del desarrollo de la percepción a través del cultivo de la atención plena. A medida que nos entendemos mucho más, a medida que vemos nuestras vidas con más claridad, comprendemos muchas cosas en un nivel más profundo: cuán cambiante es todo; cómo todos estamos indefectiblemente interconectados, no importa lo solos que a veces nos sintamos; cómo algunas de nuestras actitudes nos hacen felices o fuertes y cómo otras no; cómo algunos de las cualidades que la mayoría de las personas consideran cursi o estúpidas (como la compasión o la generosidad) constituyen, en realidad, las mejores a cultivar en nuestras vidas. Cuanto más desarrollamos la comprensión, más descubrimos que ya no estamos tan esclavizados por aspectos como la ansiedad. Sin embargo, ¿y si sigo con ansiedad?

Algunos creen que la ansiedad, en cierta etapa evolutiva, ya no debería surgir. No creo que sea así, aunque después de mucho tiempo de padecerla, podemos sí comenzar a enfrentarla y poco a poco ir experimentándola de otra manera, ocasionalmente puede desaparecer en algunas personas, pero si o es así, no es una “marca” de que seamos inútiles, o menos aptos.

En mis años en diversos caminos he escuchado interminables debates sobre si, en una persona considerada “despierta” o “más iluminada”, los estados mentales como la ansiedad, la codicia, el miedo o la ira no surgen en absoluto. Algunas escuelas dicen que esas cualidades pueden surgir, pero son como susurros en lugar de gritos en nuestra mente, como redes vaporosas y sutiles  en lugar de muros fortificados. Considero más importante poder por delante la compasión y la paciencia, ya sea para con otros, como para con nosotros mismos.

No devela que haya personas despiertas más que otras, o más o menos iluminadas. Confío en un proceso continuo e inteligente que independientemente de cómo lo veamos, es perfecto.

La mayoría de los caminos dicen que, después de un cierto punto de avance espiritual, esos estados dolorosos y confusos no surgirán en absoluto. Digo, tendré que llegar a ese lugar de avance espiritual para saberlo, porque la ansiedad sigue acompañándome, aunque mucho más amistosamente que cuando era niña. En este momento, mi actitud es "¿Quién sabe realmente qué rasgo desaparece o no y por qué?" No estoy segura de que realmente importe. Estamos y avanzamos con lo que sea que surja sin enjuiciar el proceso.

También creo que si nos juzgamos porque la ansiedad surge, probablemente nos olvidamos de la práctica del amor incondicional. Las causas y las condiciones para que surja algo suelen ser de distinta índole: lo que podemos saber y lo que podemos sentir, o solo adivinar, todo está entrelazado y en movimiento, lo que nos lleva a los cambios caleidoscópicos de la vida.

Si surgen fuerzas como la ansiedad o el miedo, ya no tienen que gobernar nuestras elecciones, nuestras relaciones y nuestros momentos. No las reprimimos, no la tapamos o tratamos de disfrazarlas o de huir. Simplemente la tomamos como manifestación de esa amorosa energía de la Fuente que es perfecta para el aquí y ahora…y la atravesamos.

 La atención plena no se trata de lo que surge. Se trata de cómo respondemos o nos sentimos cuando surge algo: cuánta presencia, equilibrio y compasión estamos generando en relación con esa ansiedad o rabia o lo que sea que nos esté causando dolor.
Vivimos tiempos cada vez más ansiosos. Podemos encontrar  una serie de técnicas para aliviar la ansiedad, pero lo importarte es tener un entendimiento y comprensión de cada estado que atravesamos.
Cuando capto la ansiedad en aumento, tomo una respiración profunda, algo que no es tan difícil de hacer, y me aseguro de que la exhalación sea más larga que la inhalación. Si la inhalación toma cuatro conteos, la exhalación puede tomarme seis u ocho. Respirar de esta manera  actúa sobre el sistema nervioso parasimpático, la red del cuerpo que gobierna las actividades que tienen lugar en reposo, como la digestión y el sueño. Al respirar de esa manera se estimula la calma.

También suelo practicar ante la ansiedad o la ira el enraizarme. Imagino que crecen raíces en mis pies, las  que me mantienen firme en la tierra mientras el cielo del acontecer ,sea el que sea,se abre a mi alrededor. Sigo respirando ralentizando el sacar el aire fuera mientras me mantengo enraizada…funciona muy bien para que no nos saque de la conciencia corporal ninguna emoción arrasadora. Lo genial de estas prácticas simple de atención plena es que…si el que es arrasado por esa emoción es tu compañero, hijo, etc…puedes ayudarle  y ayudarte al enraizarte y respirar profundo y lento en la exhalación.

Cada uno puede, observándose y conociéndose, emplear cualquier táctica que le funcione…asegurándose de que aporte consciencia al momento, que es lo que va diluyendo la fuerza que nos arrasa, porque si en lugar de concientizarlo, nos ponemos un auricular, nos tratamos de distraer, o negamos lo que sentimos…esto queda como “materia pendiente“ y volverá fortificado.
Lo principal es dejar que suceda y nada más sin “esconderle el bulto”, sintientes, enraizados, respirando…como sea.

Dejemos que truene y llueva. Así es el proceso de la Vida  al que ayudamos abriéndonos y dejándolo ser.

Y las bendiciones fluyen!

Tahíta

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