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jueves, 30 de agosto de 2018

Perfeccionismo Epiritual


Desde niña, debido a un enorme caudal de falta de autoestima, navegué ego abajo, la corriente sutil del perfeccionismo.

Todo debía hacerlo perfecto. Ningún error me perdonaba.

Solía estar mucho tiempo en galpones o arboledas ocultando mi cuerpo, con el que estaba, por supuesto, descontenta y solo comenzó a aflojar ese sentido de “algo en mí está muy mal” cundo comencé la escuela y me fui dando cuenta de que era muy inteligente.

Allí surgió el disfraz a la medida de ese sentimiento de carencia y me convertí en …”la mejor”, en la escuela elemental, en la intermedia a y hasta en la Universidad…hasta que dejé ese sistema.

Para entonces ya había probado mi inteligencia…así que no me fue difícil largar lo que no me interesaba…pero entonces rugió con más fuerza la búsqueda espiritual, y sin querer comencé de nuevo a auto exigirme:“ser espiritual”.

Fue un largo camino dejar esa necesidad, jirón a jirón, hasta desnudarme de  necesitar sentirme elevada, buena, “espiritual”.

Hay algunas cosas de las que hoy disfruto, y antes no.

Sé que no hay nadie esperando que yo sea mejor, que los otros sean mejores.

La voz del perfeccionismo, que siempre trató de detenerme en lugar de impulsarme, se ha acallado. Y no porque haya llegado a un nivel de perfección aceptable, sino porque he descubierto que, humanamente,  puedo amarme aun en mi imperfección.

El adagio "lo perfecto es enemigo de lo bueno" ha existido por mucho tiempo. Muchos de nosotros nos dejamos de hacer lo que podemos hacer por temor a no hacerlo a la perfección. 

Nuestro término cultural para esto es "perfeccionismo".

Lo que llamamos perfeccionismo no es lo mismo que la búsqueda de la excelencia, aunque a veces las líneas se pueden desdibujar. Cuando buscamos la excelencia, estamos decididos a hacer algo lo mejor posible dentro de un conjunto determinado de talentos, recursos y límites de tiempo. Pero el perfeccionismo es una compulsión basada en el orgullo o el miedo que alimenta nuestra obsesiva obsesión por hacer algo perfectamente o nos paraliza de actuar en absoluto, los cual a menudo resulta en el descuido de otras cosas necesarias o buenas.

¿Qué hay detrás de nuestras tendencias perfeccionistas? Somos seres complejos, por lo que rara vez es una sola cosa. Como regla, el perfeccionismo casi siempre tiene sus raíces en nuestro deseo de aceptación y miedo al rechazo. Puede ser el temor generalizado por el orgullo de lo que la gente pensará de nosotros, o puede ser un miedo paralizante y condicionado a fallar instilado en nosotros por un pasado abusivo o una figura de autoridad abusiva. Y si somos honestos, a veces es una excusa conveniente para no hacer algo difícil. En otras palabras, no es realmente perfeccionismo, sino indulgencia usando un disfraz.

Hoy quise recordarme y recordarles que no tenemos que ser tan duros con nosotros mismos.

 En el ámbito de lo espiritual se habla tanto sobre el silencio de la mente, la paz, la positividad, la no negatividad, que podemos deducir que sí o sí tenemos que lograr esos estados, e iniciamos una lucha denodada para conseguirlos, como si no experimentarlos fuera una marca de que “no tenemos un nivel alto de espiritualidad”.

A menudo solemos tener una idea de cómo debe ser una persona espiritual. Podemos creer que sabemos cómo se sienten en ciertas situaciones, cómo actúan, qué harían o no harían.

Pero no lo sabemos. Incluso los más pacíficos han tenido estallidos de ira. Ya sea Ramana Maharshi regañando a alguien, o incluso Jesús arrojando al suelo  las mesas de los comerciantes en el templo. Sean o no ciertas estas historias, sí sabemos de otros maestros que eran tachados de tener mal carácter, o ser irascibles o dados a comer mucho, etc…y es que en el nivel humano, no podemos alcanzar la perfección , ni pasar por alto las experiencias que tejimos en cualquier nivel evolutivo. Ser conscientes, en el nivel que sea, no significa ser humanamente perfectos. Eso no existe.

Observemos entonces si todavía estamos obsesionados con ser “más” de algo: más pacíficos, más espirituales, más silenciosos…o lo que sea. Por supuesto que tener aspiraciones es parte del trayecto, pero aspirar no significa estar siempre en tensión, desaprobación o negación, constituyéndonos en nuestro peor crítico, y nuestro más grande escollo en el camino, que nos pide estar sueltos, relajados, confiados…entregados. Tratar de rechazar nuestro lado oscuro y desear estar “más en la luz” no funciona. En cambio, podemos abrazar ese lado oscuro que tanto tratamos de esconder o ignorar, y dejar que poco a poco se ilumine.

Juzgar nuestros propios pensamientos y emociones solo conduce a sentirnos más atrapados. Para liberarnos, comencemos dejando de preocuparnos acerca de cómo debemos sentirnos, pensar, actuar, dejando de necesitar comparar nuestros estados conscientes con los de los demás.

La mente puede presentarnos una versión perfecta a lograr, y lo mejor es no caer en la trampa de seguir tras esa quimera, y solo  alcanzar la excelencia, si así lo anhelamos, pero nunca perseguir la perfección absoluta.

De repente, podremos volvernos más naturales, más auténticos y podremos también acceder más fácilmente a la fuente de toda acción útil y compasiva.

Cuanto más nos adentramos en la bondad amorosa y la compasión hacia nosotros mismos, más plenos e íntegros nos descubriremos, más en quietud.

Para estar más en quietud, simplemente dejemos de luchar contra la personalidad a través de la cual nos manifestamos en aprendizaje; dejemos de esperar ser una persona perfecta con una experiencia perfecta, y permitamos soltarnos, relajándonos en el Amor, que no pide perfección.

Tratándonos amorosamente comenzará a disolverse cualquier pesadumbre de tratar de controlar nuestro estado interno, y algo más profundo se hará cargo, de manera más efectiva de cualquier asunto .Permitir  que algo superior se haga cargo es…RENDICIÓN.

No hay ninguna actitud que nos abra tanto a la paz interna y la compasión que la de RENDIRNOS a nuestros aspectos superiores que son perfectos, sin necesidad de probarnos continuamente o exigirnos en el plano humano en donde siempre hallaremos un escalón más al que acceder, sin prisa, presiones, culpa, juicio ni regla espiritual alguna.

Por eso suele decírsenos… “Deja de luchar y permite que la vida se mueva a través de ti”

¡Y las Bendiciones Fluyen!

Tahíta

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