En su maravilloso libro Gratefulness: the Heart of Prayer, el hermano David Steindl-Rast, un monje benedictino, describe un evento que ocurrió a principios de su vida en la Austria ocupada por los nazis, donde los ataques aéreos fueron una experiencia diaria. En una de estas ocasiones, estaba en la calle caminando cuando sonó la sirena de advertencia. No había ningún refugio para ataques aéreos cerca, así que corrió hacia una iglesia y se zambulló bajo un banco. Las bombas explotaron cerca, el suelo tembló, sintió seguro de que el edificio se derrumbaría y sería enterrado vivo. Pero cuando sonó la sirena anunciando que el peligro había pasado, para su sorpresa, todavía estaba vivo. Describe haberse quitarse el polvo y luego, "saliendo en una gloriosa mañana de mayo. Yo estaba vivo. ¡Sorpresa! Los edificios que había visto hacía menos de una hora eran ahora montículos de escombros humeantes. Pero mis ojos cayeron a unos pocos metros cuadrados de césped en medio de toda esta destrucción. Nunca antes ni después había visto la hierba tan sorprendentemente verde.”
Esa escena parece capturar alguna verdad fundamental sobre la crucifixión y la resurrección (metafóricamente hablando) que es nuestra vida humana, y nuestra tarea de encontrar belleza entre los escombros y la luz en la oscuridad.
Quién realmente conoce todas las fuerzas y condiciones infinitas que moldean nuestro clima interior, sabe que existe una combinación de eventos personales y mundiales que pueden sumergirnos en olas de ira, miedo, desesperación, deseo de que las cosas sean diferentes, aversión y resistencia a cómo son, y sentirnos abrumados y perdidos.
A pesar de todos nuestros años de trabajo espiritual y psicológico y de nuestra abundante caja de herramientas de habilidades, no podemos, a veces, encontrar la luz o el camino a través de la oscuridad, o cualquiera de las cosas de las que hablamos o sobre las que escribimos. Y eso nos hace sentir aún peor. Podemos sentirnos miserablemente incompetentes, obstruidos, oscuros, separados o solos.
Hace poco me sentí así, pero…finalmente, di un paseo nocturno y me tocó la belleza de la última luz en las hojas verdes. Llegué a casa. Deje de intentar escapar. Dejé de revisar alternativamente mi kit de herramientas y luego me senté y dejé de intentar huir o de resolver esto. Me senté y permití que todo fuera como es. Que el dolor se expresara.
Finalmente, escuché una meditación guiada por un maestro zen. Sentí todo mi ser relajado y abierto. Había una hermosa ternura en sus palabras, una invitación a no resistirse a nada, a darle la bienvenida a todo, incluso a amar todo. Sentí lo mucho que nos necesitamos unos a otros, lo inseparables que somos de todo y de todos. La oscuridad se evaporó, el corazón se abrió en Amor.
Este mismo movimiento desde la crucifixión hasta la resurrección, desde el terror de las bombas que caen para la gloriosa sorpresa de la vida que continúa, ha sucedido tantas veces en mis sesenta y tantos años, esta caída en la oscuridad y luego la alquimia de la transformación, la forma en que recuerdo una vez más que la respuesta está aquí mismo, que tiene que ver con no huir, con volverse a enfrentar la oscuridad, no tratar de evitarla de ninguna manera, permitiendo que sea como es, abriéndose a ella por completo, abriendo el corazón, no resistiendo nada, SIENDO esta vasta consciencia que verdaderamente es… amor incondicional, y permitiendo que surja la vulnerabilidad de la ternura.
Esta mañana, encendiendo los titulares, puede caer otra bomba metafórica. Tal vez sienta el empuje instantáneo hacia la ira, la resistencia, la indignación, la desesperación—y puedo sentir la separación en eso, el dolor, el corazón cerrado, el odio. Y sé que ese no es el camino. Ignorar el dolor en el mundo y dar la vuelta tampoco es la forma. De alguna manera, abrir el corazón y ver profundamente permite que surja una respuesta diferente, una posibilidad diferente.
Que ese parche de verde esmeralda en medio de los escombros—esa luz en la oscuridad—esa sorpresa y agradecimiento por toda la catástrofe… nos toque a todos.
Alguien dijo una vez, todo es gracia cuando lo vemos como gracia.
Pero ver no es pensar o creer—es una dimensión diferente, y encontrarla, serla y vivir desde ella es el verdadero trabajo de este eterno momento presente.
Gracias. Gracias. Gracias
Hay poco para decir ante esta reflexión, es todo tan triste, solo abrir el corazón, bendecir y ver profundamente, vivir de otra manera el momento que nos toca, tratar cada uno de crear ese espacio verde, gracias Tahita por hacer nacer la esperanza.........cariños
ResponderEliminar