La diferencia
entre un sabio, y quien aún no lo es, es que un sabio se recuerda a sí mismo.
Puede que no sepa
mucho, o puede que sí sepa, pero eso es irrelevante. Él se recuerda, se
recuerda a sí mismo. Y ese recordarse es la diferencia. Ese recordarse le hace
sabio, no los conocimientos que posee.
Por lo general,
nos vamos arrastrados por los hechos de la cotidianeidad, que nos llevan en su
corriente conciencia abajo, y solo actuamos desde la superficie de la vida,
desde donde perdemos la perspectiva del Ser y nos ahoga el “hacer” …el
“considerar” el “pensar”.
Recordarse a uno mismo es el arte y la ciencia de la
espiritualidad. Si pudiéramos redefinir la espiritualidad, podríamos hacerlo
con una frase: “recuerdo de sí”.
Se dice que uno
que se recuerda a sí mismo, no duerme ni aun estando profundamente dormido. Y
uno que no sabe cómo recordarse a sí mismo, no está despierto, aunque sus ojos
estén abiertos.
Nos movemos en
nuestras actividades personales del día a día, trabajamos, desempeñamos un
oficio, regresamos a casa, discutimos, amamos, comemos, dormimos, hacemos toda
clase de cosas, pero casi todo sucede automáticamente. Casi todo es mecánico. Ni
siquiera nos damos cuenta cuando lo estamos haciendo. Alguien nos insulta y nos
enfadamos. ¿Hay un espacio consciente o intervalo en el que podemos considerar
si vale la pena enfadarnos? Por lo
general…simplemente reaccionamos. No hay intervalo consciente.
Toda reacción se
levanta de un ego no observado.
Toda respuesta surge
de la atención plena.
Pero no podemos sencillamente
dejar de reaccionar y empezar a responder. Para pasar de una a otra necesitamos
“recordarnos”, “estar presentes”. Necesitamos consciencia. Si no… antes de darnos
cuenta, ya estaremos reaccionando, no respondiendo.
Una buene
herramienta para crear el espacio consciente es la respiración. Si somos
capaces de observar el aliento entrando y saliendo, no hay necesidad de repetir
ningún mantra o fórmula alguna para volver a nosotros. Solo: inhalar, exhalar. Observar
la respiración.
Simplemente
observar el aire cuando entra; no pensar en ello. Simplemente observarlo, sentirlo.
Acompañarlo cuando entre. Entonces, la respiración se detiene durante un
segundo. Entonces permanecemos en completo silencio durante ese segundo. En ese
estado de ausencia de movimiento nos encontramos más cerca al Ser. Luego
expulsamos el aire. Lo acompañamos. Y otra vez, en el exterior, durante un solo
segundo, la respiración se detiene. Observamos. En esa detención, otra vez, estamos
más estrechamente conscientes del Ser.
Esa observación
es espiritualidad.
Esa observación pone presencia en el trasfondo
de la cotidianeidad y da espacio para que respondamos a la Vida, no ya para que
reaccionemos a ella.
Por eso, obsérvate
mientras caminas, mientras comes, al acostarte, al sentarte, al quedarte dormido.
Sigue observando y sentirás una tranquilidad rodeándote, calma, silencio.
Caminamos por la
calle y mil pensamientos bullen en la mente. Caminamos como un robot, sin ser
consciente de adónde vamos, de lo que hacemos, de por qué caminamos, de lo que
ocurre en nuestro cuerpo, de los árboles, del viento. No sentimos nada,
atrapados en la telaraña de la mente automática, de la inconsciencia del
momento o presente, de nosotros mismos.
Una flor exhala
su aroma, pero no lo percibimos.
El mundo nos
brinda muchas cosas hermosas y no nos estamos dando cuenta…perdidos en nuestros
pensamientos y automatismos. Ni nos damos cuenta de la otras. Las cosas que nos
tocan desde el dolo, mas también están para ser percibidas e integradas.
Démonos una
sacudida.
Por un instante,
seamos conscientes. Observemos la situación y de repente descubriremos la
diferencia entre la vida corriente y automática y la vida consciente. Lo que
sintamos creará en nosotros un profundo deseo de convertir ese estado en un
estado cada vez más prolongado de Ser.
La gente va a los
Himalayas, o a un retiro, o a vaya saber dónde, a buscar silencio. Encontrarán
tranquilidad, pero no silencio. Cuando regresan otra vez al mundo descubrirán
que esa tranquilidad ha desaparecido.
El silencio está
en nuestro interior. La tranquilidad depende de ciertas condiciones.
El silencio
incondicional.
Sí conocemos el
silencio, donde quiera que vayamos, el silencio llenará el espacio.
Aparece sólo
cuando nos recordamos.
Sí somos capaces
de recordarnos a nosotros mismos mientras hacemos cientos de cosas corrientes: mientras
trabajamos en el jardín, mientras estamos en nuestros empleos, mientras
cocinamos, mientras hablamos con otro, mientras escuchamos a alguien... estamos
en el trabajo espiritual más importante.
Ninguna persona
puede ayudarte a recordarte constantemente.
Pero si la tienes
cada vez más observada…tu mente te ayudará a recordarte.
Date espacio.
Regálate intervalos, pausas entre el ajetreo personal y superficial…y guarda
una brecha por la cual la Presencia de lo que eres, que siempre está, pueda
colarse para ser percibida, expandida, magnificada.
Eso
es…RECORDARTE.
Gracias. Gracias.
Gracias.
GRACIASSS Infinitas Tahita hermosa por este valioso mensaje...Tanta Sabiduría!!!!!
ResponderEliminarRECORDARTE!!!!!
GRACIASSS....GRACIASSS....GRACIASSS....
Gracias a ti por tu Presencia, Cristina 🙏🙏🙏
EliminarTahita GRASIASSSS, tus mensajes son tan profundos , recordarte y recordarme será mi meta, gracias de nuevo!!!
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