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viernes, 21 de enero de 2022

Recordarte- Tahíta

 


 


La diferencia entre un sabio, y quien aún no lo es, es que un sabio se recuerda a sí mismo.

Puede que no sepa mucho, o puede que sí sepa, pero eso es irrelevante. Él se recuerda, se recuerda a sí mismo. Y ese recordarse es la diferencia. Ese recordarse le hace sabio, no los conocimientos que posee.

Por lo general, nos vamos arrastrados por los hechos de la cotidianeidad, que nos llevan en su corriente conciencia abajo, y solo actuamos desde la superficie de la vida, desde donde perdemos la perspectiva del Ser y nos ahoga el “hacer” …el “considerar” el “pensar”.

Recordarse a uno mismo es el arte y la ciencia de la espiritualidad. Si pudiéramos redefinir la espiritualidad, podríamos hacerlo con una frase: “recuerdo de sí”.

Se dice que uno que se recuerda a sí mismo, no duerme ni aun estando profundamente dormido. Y uno que no sabe cómo recordarse a sí mismo, no está despierto, aunque sus ojos estén abiertos.

Nos movemos en nuestras actividades personales del día a día, trabajamos, desempeñamos un oficio, regresamos a casa, discutimos, amamos, comemos, dormimos, hacemos toda clase de cosas, pero casi todo sucede automáticamente. Casi todo es mecánico. Ni siquiera nos damos cuenta cuando lo estamos haciendo. Alguien nos insulta y nos enfadamos. ¿Hay un espacio consciente o intervalo en el que podemos considerar si vale la pena enfadarnos?  Por lo general…simplemente reaccionamos. No hay intervalo consciente.

Toda reacción se levanta de un ego no observado.

Toda respuesta surge de la atención plena.

Pero no podemos sencillamente dejar de reaccionar y empezar a responder. Para pasar de una a otra necesitamos “recordarnos”, “estar presentes”. Necesitamos consciencia. Si no… antes de darnos cuenta, ya estaremos reaccionando, no respondiendo.

Una buene herramienta para crear el espacio consciente es la respiración. Si somos capaces de observar el aliento entrando y saliendo, no hay necesidad de repetir ningún mantra o fórmula alguna para volver a nosotros. Solo: inhalar, exhalar. Observar la respiración.

Simplemente observar el aire cuando entra; no pensar en ello. Simplemente observarlo, sentirlo. Acompañarlo cuando entre. Entonces, la respiración se detiene durante un segundo. Entonces permanecemos en completo silencio durante ese segundo. En ese estado de ausencia de movimiento nos encontramos más cerca al Ser. Luego expulsamos el aire. Lo acompañamos. Y otra vez, en el exterior, durante un solo segundo, la respiración se detiene. Observamos. En esa detención, otra vez, estamos más estrechamente conscientes del Ser.

Esa observación es espiritualidad.

 Esa observación pone presencia en el trasfondo de la cotidianeidad y da espacio para que respondamos a la Vida, no ya para que reaccionemos a ella.

Por eso, obsérvate mientras caminas, mientras comes, al acostarte, al sentarte, al quedarte dormido. Sigue observando y sentirás una tranquilidad rodeándote, calma, silencio.

Caminamos por la calle y mil pensamientos bullen en la mente. Caminamos como un robot, sin ser consciente de adónde vamos, de lo que hacemos, de por qué caminamos, de lo que ocurre en nuestro cuerpo, de los árboles, del viento. No sentimos nada, atrapados en la telaraña de la mente automática, de la inconsciencia del momento o presente, de nosotros mismos.

Una flor exhala su aroma, pero no lo percibimos.

El mundo nos brinda muchas cosas hermosas y no nos estamos dando cuenta…perdidos en nuestros pensamientos y automatismos. Ni nos damos cuenta de la otras. Las cosas que nos tocan desde el dolo, mas también están para ser percibidas e integradas.

Démonos una sacudida.

Por un instante, seamos conscientes. Observemos la situación y de repente descubriremos la diferencia entre la vida corriente y automática y la vida consciente. Lo que sintamos creará en nosotros un profundo deseo de convertir ese estado en un estado cada vez más prolongado de Ser.

La gente va a los Himalayas, o a un retiro, o a vaya saber dónde, a buscar silencio. Encontrarán tranquilidad, pero no silencio. Cuando regresan otra vez al mundo descubrirán que esa tranquilidad ha desaparecido.

El silencio está en nuestro interior. La tranquilidad depende de ciertas condiciones.

El silencio incondicional.

Sí conocemos el silencio, donde quiera que vayamos, el silencio llenará el espacio.

Aparece sólo cuando nos recordamos.

Sí somos capaces de recordarnos a nosotros mismos mientras hacemos cientos de cosas corrientes: mientras trabajamos en el jardín, mientras estamos en nuestros empleos, mientras cocinamos, mientras hablamos con otro, mientras escuchamos a alguien... estamos en el trabajo espiritual más importante.

Ninguna persona puede ayudarte a recordarte constantemente.

Pero si la tienes cada vez más observada…tu mente te ayudará a recordarte.

Date espacio. Regálate intervalos, pausas entre el ajetreo personal y superficial…y guarda una brecha por la cual la Presencia de lo que eres, que siempre está, pueda colarse para ser percibida, expandida, magnificada.

Eso es…RECORDARTE.

 

Gracias. Gracias. Gracias.

 

4 comentarios:

  1. GRACIASSS Infinitas Tahita hermosa por este valioso mensaje...Tanta Sabiduría!!!!!
    RECORDARTE!!!!!
    GRACIASSS....GRACIASSS....GRACIASSS....

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  2. Tahita GRASIASSSS, tus mensajes son tan profundos , recordarte y recordarme será mi meta, gracias de nuevo!!!

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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