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domingo, 19 de septiembre de 2021

SENTIR EL SER…NO PENSARLO

 

Imaginen que tengo una hermosa flor entre mis manos y se la doy a oler.

¿Qué sucede entonces?
La huelen. Es decir, ponen toda la atención en su sentido olfativo. Incluso inspiran con más fuerza que de costumbre. Sienten el perfume de la flor.

A continuación, comentarán si les agrada o si les desagrada. Si les pido que me expliquen por qué les agrada o desagrada, explicarán los porqués y si es necesario expresarán cuanto piensan acerca de ese perfume. Es decir, lo pondrán en relación con los contenidos mentales afines al perfume que poseen.

¿Qué sucedió entonces, realmente? pues que mientras hacían razonamientos sobre lo que han olido, han olvidado el olor. Al ejercitar el pensamiento dejaron hasta cierto punto de lado el sentido del olfato. Digo hasta cierto punto porque, en realidad, no dejaron de oler la flor en ningún momento. Y si quieren hacer consciente de nuevo el olor de la flor bastará con poner la atención en su aroma, dejando tanto análisis y pensamientos de apreciación.

Entonces, si me han seguido hasta aquí, comprendan que sería grande mi extrañeza si me dicen que es difícil oler una flor.

Pues bien, sentir el Ser es tan fácil como oler una flor.

Sientan, ahora, que son.

Pongan toda la atención en el hecho de Ser.

Sientan que son, sin más.

Si un pensamiento interrumpe la atención de ser, vuelvan a sentir que son.

Yo soy.

Yo..., Yo Soy.

Siento únicamente “Yo..., Yo”.

Dos o tres minutos en silencio.

Yo..., Yo Soy.

Entonces pueden dejar incluso de lado el “Yo”, y decir solo…” Soy”

Cuando experimentamos el Ser, que es el hecho de ser sentido en primera persona como “Yo Soy”, y lo sentimos sin luego añadirle ningún calificativo a esa sensación, somos, entonces, ya, El Ser.

Soy.

Nos hemos hecho uno con Él y, por lo tanto, hemos llegado al final de una búsqueda.

Toda búsqueda es la búsqueda del Ser.

 No hay otra, aunque digamos simbólicamente que buscamos el Santo Grial o la Piedra Filosofal. El Ser buscó al Ser, se buscó a Sí Mismo.

Primero hizo peregrinaciones a lugares santos; finalmente, cansado de vagar de peregrinación en peregrinación, se detuvo, giró del exterior al interior para sentir el verdadero lugar santo de peregrinación: el centro que se encuentra en el corazón de cada peregrino.

Al sentir el Ser sin sobre imponerle atributo alguno y conscientes de lo que ello significa, hemos hecho el final de un largo viaje en el que, paradójicamente, para encontrar lo buscado no había que hacer ningún viaje. Una vez conscientes de esta feliz realidad, no queda más que zambullirse en la sensación “Yo Soy” lo más habitualmente posible.

Ahora bien: cuidado con las palabras. No podemos decir que hemos encontrado el Ser, porque somos Él. El Ser no se encuentra a Sí Mismo. Más bien sucede que, lo que creíamos que era el yo buscando, se ha convertido en el verdadero Yo siendo. Sentir “Yo Soy”, y nada más, es lo más básico que podemos hacer. Lo más básico; también lo más abisal... ¡y lo más íntimo! Al sentir el Ser hemos llegado a la ribera del Yo Supremo.

Si anteriormente no habíamos sido conscientes de Él fue porque habíamos trasladado el sentimiento de ser a un espacio mental donde “ser” fue pensado como “algo” fuera de nosotros.

Por eso nos parecía difícil llegar hasta Él. Y desde nuestra posición realmente era más que improbable porque habíamos ubicado el “yo” fuera de sí mismo.

En resumen: en realidad, debemos aceptar, tras investigar a fondo, que hay un único Sí mismo, el Yo Original que es la fuente de todo lo percibido. Los reflejos de este Yo brillan en la mente y en el cuerpo haciéndonos creer que son un yo verdadero. Este yo reflejado, busca al verdadero Yo en un empeño imposible. No hay tal dualidad.

No había más que sentir el Ser como Yo Soy y sin añadirle el menor calificativo.

Los grandes maestros nos aseguran que, tras permanecer largo tiempo en el sentimiento de Ser sin atributos, finalmente nos sentimos absorbidos totalmente por Él. Este es el punto final.

Aunque no seamos “maestros realizados”, podemos dar fe de lo siguiente: desde el sentido “Yo Soy” comienzan a sucederse grandes transformaciones en la esfera psicológica.

Al dejar de ubicar la fuente del “yo” en la mente y el cuerpo, automáticamente brota la observación desapegada de uno mismo y del mundo; un des condicionamiento; una des- identificación con nuestros agregados.

Desde esa posición no hay que reformar la mente desde la mente. Desde el sentimiento “Yo Soy” surge espontáneamente el orden correcto. También la visión clara de nuestros errores psicológicos, que ahora comprendemos que eran debidos a una perspectiva inadecuada de la realidad. (Éramos un “yo” aislado en un mundo “fuera de nosotros”.)

Desde la perspectiva de Ser sin atributos surge la inspiración, la visión directa sin prejuicios, no filtrada por los clichés y las creencias, sean religiosas o de cualquier otra índole; una respuesta que se encuentra más allá de los códigos morales preestablecidos o de las ideologías preestablecidas.

Desde esa perspectiva advertimos la singularidad de cada parte que compone el Todo al mismo tiempo que percibimos su enraizamiento en un único Ser.

Desde el verdadero centro, el Ser, que es por definición “Conciencia”, no podemos dejar de obrar siempre “en conciencia”, es decir, en función de lo que nuestro “Intimo-corazón nos dicta en cada momento.

Desde el sentimiento de Ser, que es la Presencia en nosotros, surge una oleada de Amor hacia todos ya que estamos iluminados por la misma Presencia.

Recapitulando: sentir el Ser es tan fácil como oler una flor.

Eso sí, por inercia, tras sentirlo (siendo, sin más) surgirán mil pensamientos como surgieron los pensamientos en relación al perfume de la flor. Instalados de nuevo en la mente y en el “Yo” reflejado en la mente, volveremos a hablar del Ser desde los pensamientos. No importa. Cada vez que nos demos cuenta de que hemos caído de nuevo al mundo de la mente, podremos regresar a nuestro Ser Indiviso tan sólo con sentir nuevamente “Yo Soy” sin añadir ninguna idea a esa sensación.

Y más adelante…en este proceso Infinito sentiremos solo…

“Soy”

“Soy”

 “Soy”

 

Gracias. Gracias. Gracias.

 

 Tahíta

 

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