El ego es una historia que se hace pasar por un narrador cuyo nombre es "yo". La estructura de su historia es siempre “yo, mío” frente a “ti y tuyo”.
El ego es toda la narrativa: nuestras pérdidas y victorias, nuestros secretos y vergüenzas, nuestra cultura e historia, nuestra familia. Lo que no sucedió y lo que debería haber sucedido y lo que aún puede suceder. El viaje, la alegría, la tragedia, la caída. Todo ello.
Y llega Un curso de milagros y extiende una simple invitación: deja de contar la historia. No nos dice que editemos la historia o cambiemos a una nueva historia.
Simplemente deja de contar la historia, toda la historia. Solo para. Solo detente. Ahora.
Naturalmente, el ego dobla esta invitación a sí mismo. Siempre podemos decir "no cuentes la historia", siempre que decirlo sea parte de la historia.
Así es como Un curso de milagros se convierte en un camino espiritual y, por lo tanto, en una distracción de la misma curación que ofrece. Dejamos de ser estudiantes y nos hacemos seguidores. Nos identificamos con este maestro, pero no con aquél. Este es nuestro pasaje favorito, esa es la lección más difícil.
Nada de eso importa. Porque el curso es un Don de Dios extendido a través de la pequeña chispa de la Mente que permanece cuerda y segura en Dios, y solo puede hacer lo que siempre hace: extender la invitación, una y otra vez.
Deja de contar la historia. Deja de contar la historia. Cuando te encuentres contando la historia del ego, simplemente di: "Ah, claro, esta es la historia". Y luego deja de contar la historia.
¿Cómo sabes qué es historia y qué no?
Ahora mismo, para nosotros, todo es historia. Cada meta, sueño, pensamiento, estrategia, resentimiento, rencor, esperanza, oración, canción, esfuerzo...
Historia. Toda la historia.
No es malvado ni peligroso.
Simplemente no es real.
Simplemente no eres tú.
Y tú, el que recuerda el Amor de Dios del que nada está ni podría estar separado, puedes dejar de escuchar ahora. Sin audiencia, el ego se ha marcha.
Deja de prestar atención al ego y así, el ego se va.
¿Qué queda cuando el ego se va?
¿Qué hay cuando el ego no está?
¿Qué queda cuando se ve hasta el último fragmento de nuestra historia como el espejismo que es y se le permite disolverse en la Conciencia?
¿Quién eres tú? No eres "Juan" o "Ana" o "Miguel". No eres un cuerpo. No estás "en" el mundo.
Si dejas de contar la historia del ego, entonces lo que eres, y quién eres y dónde estás, se mostrará naturalmente porque ya está presente. Ya está dado. Te resultará familiar al instante, más cercano y, sin embargo, paradójicamente, totalmente impersonal.
Este es el amor verdadero. Esta es nuestra "identidad" y nuestro "hogar", mientras esos términos tengan significado.
Frente al amor, al ego, la historia, una vez tan persuasiva y convincente, tan real que su muerte fue tu muerte, se vuelve superficial y hueca, una voluta de humo en una tormenta de viento.
El ego es solo la idea de un yo separado que constantemente gira en una ficción compleja que parece respaldarlo. Dentro del marco del ego, parece que todo lo que podemos hacer es seguir creyendo su historia como si fuéramos una audiencia cautiva.
Sin embargo, fuera del marco, el ego se ve por lo que es, una creencia con el don de la palabra, y podemos liberarnos, en consecuencia. Ni siquiera arrojarlo lejos. En primer lugar, no es real. Simplemente desaparece o, mejor dicho, la voluntad de entretenernos con lo irreal desaparece. El ego, como tal, nunca estuvo allí.
Lo que no es real no tiene efectos. Lo que sea que parezca causar (soledad, vergüenza, miedo, arrepentimiento, ansiedad, confusión, sacrificio, codicia) no es real. Por lo tanto, el ego no tiene que ser tratado, negociado, mejorado o administrado ni nada por el estilo.
Lo irreal desaparece cuando se percibe lo real. Lo real es el Amor de Dios, la Paz que sobrepasa el entendimiento…
El ego no tiene nada que ver con eso.
Todo esto ofrece Un Curso de Milagros.
Dejamos de complacernos con la historia del ego y nuestra fantasía más profunda: ser uno con Dios, estar en el hogar, estar a salvo, es lo que queda. Renunciamos a lo que nos duele, obstaculiza y daña y, a cambio, descubrimos una vez más el Don más allá de toda medida que nos fue dado en la Creación.
¿De qué otra manera puedo decirlo?
Tú eres amor, Eres la Creación brillando por siempre sobre sí misma.
Eres la Paz más allá de la comprensión.
Gracias, como siempre, por ayudarme a recordar esto.
Gracias. Gracias. Gracias
Tahíta
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