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viernes, 6 de agosto de 2021

El sufrimiento y el aroma de la aceptación

 

La falta de aceptación de lo inevitable es fuente de sufrimiento y de desarmonía.

Aceptar los límites de la vida y los reveses del destino (la inevitabilidad de lo que no depende de nosotros), sin oponer rebelión o sumirnos en la amargura, no nos evita el dolor, pero lo toma sereno, más aún, alquímico, pues antes o después, y por sendas interiores ocultas, el dolor aceptado terminará elevándonos y liberándonos.

El dolor es físico; el sufrimiento es mental.

Más allá de la mente no hay sufrimiento. El dolor es una mera señal de que el cuerpo está en peligro y requiere atención. De modo similar, el sufrimiento nos avisa de que la estructura de la memoria y de los hábitos que llamamos la persona está amenazada o al menos, se siente amenazada.

El dolor es esencial para la supervivencia del cuerpo, pero nadie nos obliga a sufrir. El sufrimiento se debe enteramente al apego o a la resistencia; es un signo de nuestra renuncia a seguir adelante, a fluir con la vida.

 Del mismo modo que un cuerpo sano está libre de dolor, una vida sabía está libre de sufrimiento.

La esencia de la sabiduría es la total aceptación del momento presente, la armonía con las cosas en el modo en que suceden.

Un sabio no quiere que las cosas sean distintas a como son; él sabe que, considerando todos los factores, las cosas son inevitables. Es amigo de lo inevitable y, por lo tanto, no sufre. Puede que conozca el dolor, pero este no lo alterará. Si puede, hará lo necesario para restablecer el equilibrio perdido, o dejará que las cosas sigan su curso."

La aceptación así entendida, en la medida en que quiebra las creencias, apegos y exigencias que conforman nuestro yo superficial, nos despierta a nuestro yo profundo. Paradójicamente, la aceptación del dolor libera la fuente perenne del gozo sereno.

Cualquiera que sea la situación, si resulta aceptable es placentera; si no es aceptable, es dolorosa. Lo que la hace aceptable no es importante; la causa puede ser física, psicológica o desconocida; la aceptación es el factor decisivo. En el universo, el sufrimiento se debe a la no-aceptación.

Cuando se acepta el dolor por lo que es, una lección y un aviso, y se mira con profundidad y se le escucha, la separación entre el dolor y el placer se rompe y ambos se convierten en experiencia: dolorosa cuando es resistida, gozosa cuando es aceptada.

Así…ni hay que perseguir el placer ni evitar el dolor. Aceptemos ambos como vengan, disfrutemos ambos mientras duren, dejémoslos ir cuando deban irse.

El dolor físico pide acción, al igual que el dolor mental. La bendición está en la total conciencia de ello, en no encogerse o rehuirlo en ningún modo.

Toda felicidad procede de la conciencia.

 Cuanto más conscientes somos, más profundo es el gozo. La aceptación del dolor, la no-resistencia, el valor y la paciencia, todo esto abre fuentes profundas y perennes de felicidad real, de verdadera bienaventuranza.

El placer se acepta inmediatamente, mientras que todos los poderes del yo rechazan el dolor. Puesto que la aceptación del dolor es la negación del ego, y el ego se interpone en el camino de la verdadera felicidad, la aceptación total del dolor nos libera.

Repitamos que, en el universo, el sufrimiento se debe a la no aceptación. Dicho de otro modo, el sufrimiento se sostiene en la creencia: "Lo que es aquí y ahora, no debería ser".

Mientras que da mucha paz asumir que, aquí y ahora, lo que es, es.

La vida, ciertamente, no está al servicio de nuestros deseos y preferencias personales. La realidad sigue su curso ajena a nuestras exigencias e imágenes mentales.

No nos hace sufrir el dolor, sino el pensamiento "Esto no debería ser como es".

La aceptación de "lo que es" remueve la raíz misma del sufrimiento. No elimina el dolor, pues el dolor anímico o físico es un aspecto indisociable del hecho de estar vivo, pero sí el sufrimiento mental. Abandonamos la obstinación, el apego a nuestras ideas sobre cómo deberían ser las cosas que nos conduce a estar asiduamente en conflicto con nuestra experiencia presente.

En esto consiste el aprendizaje en estos tiempos: aprender a querer cada una de las cosas tal y como son.

Se nos invita a recorrer el camino de la paz. Y solo hay una entrada a este camino: la aceptación.

La serenidad es siempre el aroma de la aceptación.

 

Gracias. Gracias. Gracias

Tahíta

 

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