Hay épocas o momentos en que nos sobre estimulamos repentinamente y una avalancha de sentimientos y emociones, además de pensamientos avasalladores, nos impiden evitar sentirnos sensiblemente potenciados.
Muchas veces nos hemos sumergido profundamente en el silencio, y al volver al ruido, la burbuja de seidad se nos pincha y nos molesta sobremanera la cotidianeidad. Otras, por el contario, nos olvidamos de internalizar y nos abruman los ruidos tanto externos como mentales, por no haber recurrido a nuestra cuota nutricia de silencio y contemplación.
En muchas más, alguien con una cuota alta de ansiedad, miedo o angustia vuelca en nosotros esa corriente dolorosa y nos desborda, aunque no nos demos cuenta, el propio cuenco de nuestros miedos o ansiedades.
Y es que tenemos necesidad de estar con nosotros mismos para volver a nuestro Centro, para romper ese cuenco y desagotarnos de tantas emociones que no son muestras, aunque siempre, al fin lo son. Porque la paradoja es que mientras muchos decodificadores nos dicen “ese dolor no es tuyo”, abemos que estamos tan indisolublemente unidos en la trama de la Vida, que, al final, todo es de todos.
Cuando nos sucede esto, y a pesar de que tendemos a lo contrario, la soledad es el mejor antídoto para descargar esos sobre estímulos y poner cable a tierra, o cable a cielo, ya que solo atenuamos esa sobre estimulación conectándonos conscientemente a la Fuente. Si estamos con otra persona, aunque esta permanezca aparentemente en silencio, lleva en sí una energía determinada que perturba nuestro silencio y aquietamiento. ¿no les ha pasado necesitar silencio y que alguien con buena voluntad quiera acompañarnos sin que podamos lograr aquietarnos? ...Seguro que sí, por eso, la soledad es lo más aconsejable…por ese torbellino interno que cada cual porta, aun pretendiendo el silencio.
No importa lo que superficialmente aparezca en el otro…la mayoría de las veces en su interior suele haber muy poca paz, alegría, contentamiento…he aquí porqué correr hacia la soledad.
Necesitamos detenernos, aquietarnos, o no, llorar si es preciso, abrazar nuestra vulnerabilidad aceptándola como parte de este personaje que necesita ser cuidado, pasear por la naturaleza, escribir o solo estar en absoluto silencio.
El silencio hará el resto.
Una vez que hayamos recuperado ese sentido de reconexión interno, que nunca en realidad perdemos, sino mentalmente, podemos volver a lo que llamamos “fuera” nutridos y fortalecidos para afrontar nuevas escenas y acontecimientos personales, que siempre son relacionales.
Démonos como regalo necesario esos tiempos de silencio, y no salgamos de esos silencios apresuradamente a nuestro mundo de relaciones hasta que lo sintamos. Para poder estar bien con los demás primero tenemos que reequilibrarnos y sentirnos bien con nosotros mismos, al menos, tanto como podamos, aceptando cada momento de vulnerabilidad y florecimiento…porque ambos están también relacionaos. Todo está relacionado.
Y al estar todo relacionamos…si salimos aun sobrecargados, derramaremos en los demás el mismo cántaro de ansiedad, miedo, angustia que con que otros llenaron el nuestro.
Muchos piensan que no tenemos que estar dispuestos a escuchar a los que lo necesitan, ni acompañar a los angustiados para cuidarnos, para no “ensuciar” nuestra energía y no permitir ese traspaso energético.
Es un postulado muy egoísta, porque ...¿cómo negarnos a escuchar a alguien que lo necesita urgentemente o no ayudar, solo por no “contaminarnos” con su energía?
Con éstos postulados surgen tonterías como “alejarnos de las personas tóxicas” …o evitar a “vampiros energéticos”.
Todos somos “tóxicos” muchas veces y la energía se distribuye desde los que más la tienen emanando hacia los que necesitan automáticamente porque estamos InterSiendo…SIEMPRE.
La respuesta no es dejar al otro con lo suyo y desatendernos, sino fortalecernos y nutrirnos en el silencio, para poder florecer amorosamente creando hilos de amor compasivo, sin que nos dañen emociones que son de menor vibración que el AMOR.
Desechemos las voces del ego que nos impulsan a alejarnos de los que sufren y a cuidar “nuestra energía” que siempre es compartida, por una emoción tan exclusiva, estrecha y limitante como es el miedo.
El Amor es la base de toda protección.
Quien así no lo entiende vive cercado por su propia sombra, que alimenta, no con las emociones de los demás, sino con la propia creencia de separación, de “mío y tuyo” que, en una rara paradoja, siempre termina siendo NUESTRO.
Y a lo nuestro lo cuidamos permitiéndonos nutrirnos en SILENCIO…pero saliendo al ruedo de la vida a compartir los amorosos frutos que tanto nos expanden, hermanan, iluminan, fortalecen y UNEN.
Así…lo que parecía un artículo de “cuidémonos de las energías ajenas” …termina siendo una reflexión sobre el amor expansivo que derriba todas las barreras, y se nutre en soledad…sin miedo, abriéndonos al SER.
Gracias. Gracias, Gracias.
Tahíta
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