Cuando hablamos de la conciencia o la fuente, hablamos sobre “ello” como si se tratara de un objeto, de una cosa, porque nuestro lenguaje no permite ninguna otra forma de hablar sobre ello o de concebirlo. Si hay un concepto mental, lo hay sobre un objeto. No importa cuán amorfo, infinito o indefinido sea ese objeto, sigue siendo un objeto, con esas cualidades infinitas, amorfas o indefinidas.
Sin embargo, la Conciencia no es un objeto…más bien es la fuente y la sustancia de todo: de ambos, del campo en que aparece el objeto, y del objeto. Es total.
Solo un objeto puede ser percibido en su totalidad. La conciencia solo se puede percibir en la manifestación de su forma, que es el universo físico.
Así que, si quieres conocer a Dios, o la Consciencia Infinita, mira a tu alrededor. Esto es Conciencia en su forma manifestada.
Por más que se diga que esto es un sueño…en todo caso es un sueño dentro de la Conciencia única, pues nada hay fuera de ella.
Y no se trata de que tengamos que trascender todas las cosas mundanas para llegar a una inmaculada Totalidad inmanifiesta, porque esa Totalidad se ha expresado en ésto, en este campo de acción manifiesto en donde podemos honrar su perfección prístina y expandir su principio básico, el Amor.
No necesitamos hacer un viaje hacia “algo”, lo que a veces se siente como tratar de llegar al “hogar”, a un lugar de plenitud, de completitud, de conexión. Es lo que se hace en la búsqueda: tratar de llegar “ahí” para sentirse en casa con “ello”. En el proceso puedes experimentar más paz, satisfacción y equilibrio y hasta algunas personas te dirán que te notan más “espiritual” Te puedes sentir como “anidando” en ello, en la conciencia, en casa.
Pero como no hay nada externo a la Conciencia, en mi caso, y en el de muchos que antes éramos buscadores, se produce ese darse cuenta de que estamos inmersos en la Consciencia, y surge un movimiento el en que en lugar de salir a buscar anidarse en la conciencia, se abraza todo para incluirlo todo en el “hogar” que somos como consciencia única. No buscamos ya el hogar, traemos todo absolutamente a ese estado en nosotros.
Al incluirlo todo en su magnificencia y variedad como manifestación de Dios, todo se vuelve milagroso.
Ese movimiento engloba todo en lo “espiritual”, incluso lo que eres y su manifestación en lugar de tratar de alcanzar algo en la búsqueda. A medida que la conciencia se expande comprendemos que todo es una parte de la divinidad, incluso las cosas que no nos gustan, las que nos dañan…los abusos, Las torturas: todo es aceptado como un aspecto de la divinidad, sin juicio.
Aceptar que todo está dentro de la Conciencia Única o Espíritu no quiere decir que todas estas manifestaciones nos gusten. Podemos reaccionar con horror, indignación, o lo que sea ante un hecho particular, pero ahora, ese hecho está incluido en el contexto de lo espiritual, y eso, de paso, genera que ya no podamos juzgan nada ni a nadie como no siendo espiritual, o hacer la división de “ser de luz” y “ser oscuro”. Se acabó esa miopía, y el creernos distintos o mejores que lo que es uno con nosotros, y comparte el ser Luz, aunque temporalmente no lo manifieste.
Este es un cambio maravilloso cuando ocurre.
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