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lunes, 25 de marzo de 2019

Observando la Ira

 Todo el mundo experimenta ira en un momento u otro. ¿Se puede hacer algo acerca de la ira?

 ¿Qué debo hacer con toda esta energía? ¡A veces tengo ganas de gritar! ¿Está bien gritar?

Es una buena pregunta, qué hacer con energía poderosa como la ira. La respuesta que más me resuena es…Convertirla en Consciente “¡Que sea conciencia! ¡La conciencia es energía!

Cuando una emoción poderosa conduce a la simple conciencia, lo que surge no será gritos, sino perspicacia.

Las teorías sobre qué hacer con la ira abundan y cambian con el tiempo. No sé si la ira debe ser expresada o no debería ser. El hecho es que nos enojamos, y se expresa de manera instantánea, verbal y no verbal, en todo el cuerpo. Entonces, ¿qué es esta ira? ¿Podemos ir más allá de la pregunta, "¿Qué debo hacer con esto?" Y más allá de las respuestas como: "Debería sentirlo en mi cuerpo o expresarlo verbalmente, físicamente, o debería controlarlo".

Hay mucho que sentir cuando estamos enojados. Moviliza a todo el organismo, mental y físicamente, sin que una sola célula deje de ser afectada. Las historias mentales corren desenfrenadamente, manteniendo la agitación en marcha. ¿Podemos sentir todas estas manifestaciones físicas y mentales sin resistencia? 

No es fácil, pero lo que me digo a mí misma es :”Si hay resistencia, entonces siéntela, mírala. No intentes apagarla diciéndote que es peligroso experimentar enojo, ni trates de justificarte sobre lo que estás sintiendo”. Cada pensamiento, cada juicio al respecto intensifica la confusión y la agitación.

¿Puede la simple conciencia arrojar luz, crear espacio? Sinceramente no solo lo creo sino que lo he experimentado cuando en lugar de reaccionar observo, lo que no resulta al principio fácil con ese poder de reacción que tenemos.

Rastreo la ira mientras sucede. ¿Por qué me estoy enojando? ¿Qué hay en la base de esto? ¿Puedo disolverla con atención? Al mirarla, cuestionarla, observarla a la luz de la pregunta, lo que se revela es que funcionamos bajo patrones de energía que forman cadenas de reacciones. Lo que ha sido programado en el cerebro y en todo el cuerpo acerca de cómo somos, cómo deben ser las cosas, qué está bien y qué está mal funcionan automáticamente, pero cuando se interfieren, aparece la ira.

Estas estructuras se programan desde el primer día de vida.  Lo que aporta satisfacción, calidez y protección es bueno, es correcto, vale la pena repetirlo una y otra vez. Lo que produce tristeza, displacer o el dolor es malo, debe ser evitado. Así que, desde el principio, esos programas nos dicen lo que está bien y lo que está mal hacer, estar, sentir, pensar, decir. La sociedad los sigue reforzando luego. Lo que queremos y lo que nos ha dado placer se convierte en lo que debe aceptarse y experimentarse incesantemente y defenderse.

Cuando lo que queremos se iobstaculiza o  frustra, o cuando alguien transgrede lo que creemos que es correcto, la energía que mantiene el sistema en piloto automático explota. “¡Lo que hicieron estuvo mal! ¡Cómo se atreven! ”

 La ira es el resultado de falta de aceptación y apertura. Observar a alguien hacer lo que nuestro cerebro ha etiquetado como incorrecto provoca una erupción de energía. Se siente como si hubiéramos sido heridos personalmente.

Me he estado preguntando acerca de esto por mucho tiempo: ¿por qué nos enojamos cuando alguien más actúa de una manera “estúpida”? Sentimos una ira que creemos justa hacia aquellos cuyos caminos chocan con los nuestros.

¿Por qué nos enojamos? No nos demos explicaciones o excusas ni hagamos  acusaciones, sino observemos directamente lo que realmente está sucediendo. ¿Por qué seguimos enojados?¿Qué mantiene el fuego después de la explosión?

Podemos pensar que continuamos enojados debido a la rabia acumulada dentro de nosotros que solo puede agotarse con el tiempo. Pero en realidad he observado que la ira se disipa increíblemente rápido si la historia de lo que nos ha sucedido se ve claramente como eso: una historia y se entiende que es ella la que nos mantiene encendidos. Con una visión renovada podemos dejar de crear escenarios violentos y de imaginarnos  víctimas de la estupidez o la maldad de otras personas. Sin una visión clara, las historias del enojo siguen  alimentando la ira una y otra vez.

 Afortunadamente, las emociones pueden disiparse cuando se ve la historia y se transforma en  observación profunda. 

 ¡Observa las historias y déjalas ir! El cuerpo tiene una habilidad sorprendente para reestablecer la armonía cuando se le deja tranquilo.

Pero…"¿No hay situaciones en las que deberíamos defender lo que es correcto, sentirnos indignados contra la explotación o el abuso? ¿Qué sucede cuando somos explotados, maltratados, humillados, burlados, o cuando vemos que le sucede a otros?

No sé qué deberíamos sentir o debemos hacer. 

Nunca hemos aprendido una manera sabia de lidiar profundamente con esto porque estamos acostumbrados a soportarlo, a sufrirlo, a combatirlo o a explotar. O continuamos oscuramente en nuestros patrones condicionados, o hay un despertar sobre lo que está sucediendo para todos nosotros: el abusador y el maltratado. Esto no tiene nada que ver con sancionar el comportamiento hiriente, disculparlo o permitir que continúe.

¿Podemos simplemente contemplarnos como somos de momento en momento? ¿Nos vemos,  y vemos a todos, como resultados de patrones condicionados de milenios que han gobernado nuestro comportamiento aunque no lo queramos conscientemente? No solo tener una comprensión intelectual de esto, sino una visión directa del poder de nuestro condicionamiento.

 Entonces, tal vez, podemos comenzar a cuestionar las cosas juntos y comunicarnos unos con otros de una manera nueva, inteligente y compasiva. La ira, con sus toxinas químicas, no es propicia para examinar e investigar claramente. Por el contrario, produce confusión en la mente.

Lo que se necesitamos es no estar contaminados al observar lo que está sucediendo. De una visión clara surge la energía para actuar de manera clara.  Puede haber una conciencia cada vez mayor de cómo reaccionamos y cómo reaccionan los demás ante nosotros. ¡Todos estamos enredados en reacciones en cadena! ¡Saquémoslas a la luz! Tengamos en cuenta que cuando hablamos con alguien enojados es probable que responda de la misma manera, provocando una mayor irritación.

La mayoría de nosotros tiene miedo de las personas irascibles, a las que vemos gritando, atacando, culpando. Por miedo, respondemos con enojo. Un momento de claridad y comprensión trae una sensibilidad y un cuidado asombrosos. Observación, atención, comprensión.

Entonces, ¿podemos tener infinita paciencia con nuestra propia ira y la ira de los demás? ¿Pueden nuestras reacciones ser reemplazadas por conciencia? ¿Podemos tratar de entendernos en el nivel más profundo?

 Somos los únicos laboratorios para desarrollar esta comprensión.

 La ira brota en todos nosotros. ¿Por qué? 

Dejemos que se revele plenamente en la conciencia más allá de la limitación de los juicios o los conceptos psicológicos cambiantes.

¡Y las bendiciones fluyen!

Tahíta

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