¿Por qué seguimos entrando en el modo de hacer?
Pasar de una tarea a otra sin apenas descanso. O cuando no tenemos nada urgente que hacer, buscar algo que hacer: revisar el correo electrónico o las noticias (nuevamente).
En el fondo, debemos creer inconscientemente que, de una forma u otra, nos sentiremos mejor al hacer cosas. O tal vez tenemos miedo de perdernos algo que podría hacernos sentir mejor.
Debajo de esto está la suposición implícita de que no nos sentiríamos bien sin hacer nada.
¿Pero es eso cierto?
Cuando hacemos una pausa y no hacemos nada por un momento, generalmente notamos una sensación de alivio, relajación y menos tensión. Hay, de hecho, una mayor sensación de tranquilidad. Irónicamente, logramos el objetivo final de todo lo que hacemos, un mejor estado mental, sin tener que hacer nada. Y accedemos a ello AHORA, YA.
Naturalmente, nos gustaría probar más de este estado. Así que podríamos escoger hacer una pausa entre tareas. Tomar un respiro (o dos), relajarnos y disfrutar cómo se siente ese estado de pausa. Observaremos luego qué pensamientos pueden estar corriendo por nuestra mente. Y simplemente elegir no seguirlos más, al menos por el momento.
Retirar nuestro interés de los pensamientos y, en cambio, interesarnos en cómo se siente dejar de pensar.
A menudo descubriremos una ligereza de ser y una sensación de quietud interior.
Por lo general, hay pensamientos más débiles allí, en el fondo. Dejemos que la atención se relaje, alejándonos de ellos.
Y disfrutemos cómo se siente hacer una pausa…para saborear la quietud interior.
Sea lo que sea lo que estemos experimentando, somos nosotros quienes lo estamos experimentando. Somos conscientes de ello. No es una idea acerca de ser conscientes, sino la experiencia directa de: soy consciente.
Aquí no hay que hacer… nada, no hay que cambiar nada. El mundo continúa, pero ahora somos testigo de su presencia, en lugar de estar comprometidos en hacer algo al respecto.
Mientras descansamos en esta simple cualidad del Ser, más se revela el presente.
Vemos el mundo con ojos nuevos, el paisaje, los sonidos a nuestro alrededor, los sentimientos en nuestros cuerpos.
Hay una apertura interior y libertad.
No hace falta decir que no pasa mucho tiempo antes de que surja algún pensamiento que nos lleve de nuevo a hacer. Pero el recuerdo de cómo se siente hacer una pausa permanece y se convierte en una motivación para volver. Cuanto más hacemos, más crece la familiaridad con el placer de simplemente ser.
Pausa.
Solo hagamos una pausa. Nada más.
Y notemos la experiencia. Fijémonos en lo que hay en este momento.
Probablemente habrá varias percepciones: vistas, sonidos, olores. Sensaciones corporales de un tipo u otro. Tal vez algunos sentimientos o un estado de ánimo general. Y lo más probable, junto con estos, algunos pensamientos. Tal vez algunos fuertes dominando nuestra atención. O algunos más tenues en el fondo: algún comentario tal vez sobre lo que está pasando, o alguna preocupación habitual.
Cuando notemos que estamos teniendo una conversación en curso con nosotros mismos, elijamos pausarla. Solo por un momento.
Al elegir hacer una pausa, no estamos eligiendo hacer otra cosa, sino simplemente eligiendo dejar de seguir los pensamientos. Retirar nuestro interés en el diálogo interno. Para dejar de escucharlo.
Y luego dejamos que la atención se relaje.
Es probable que seamos más consciente de las diversas sensaciones, percepciones y sentimientos que existen.
Junto con cualquier cosa que podamos estar experimentando, también puede haber una mayor sensación de tranquilidad: un toque de quietud interior, tal vez una sensación de alivio, una felicidad suave, una sensación de amplitud y claridad, o alguna otra cualidad.
Si es así, permitámonos saborearlo, para disfrutar de los efectos de solo hacer una pausa por un momento. Observemos cómo se siente no estar atrapado en hacer… sumergirnos más profundamente en cómo se siente hacer una pausa momentánea.
Y disfrutémoslo.
Más tarde, cada vez que se nos ocurra, volvamos a hacer una pausa.
Y otra vez…
Pero no dejemos que la práctica de la pausa se vuelva rutinaria, buscando la misma experiencia, respondiendo de la misma manera, o convirtiéndose en un ritual que “hacer”. Porque entonces la práctica perderá su valor y poder.
Hagamos de cada pausa una nueva indagación sobre el momento. Sentir curiosidad por cómo se siente, como si fuera la primera vez.
Es la primera y única vez que saborearás este momento.
No hay nada de malo en pensar. Es una parte esencial de la vida. Pero no necesitamos estar pensando continuamente.
Cuando hacemos una pausa en nuestro pensamiento, podemos dar un paso atrás, respirar más fácilmente y relajarnos.
Y podemos comenzar a apreciar los detalles más pequeños de la vida, que no habíamos notado antes: comer, escuchar música, dar un paseo.
Probablemente también notaremos esa cualidad quietud interior, esa sensación de apertura, o tal vez una mayor claridad. Y cuanto más clara esté nuestra mente, más creativos seremos y mejores nuestras decisiones.
Los sentimientos negativos tienden a desaparecer en el momento presente. Esto se debe a que los pensamientos que los alimentaban ya no están presentes.
Mientras hago una pausa, me gusta saborear lo bien que se siente.
Tomo una pausa para disfrutar de la tranquilidad y el alivio que viene cuando la mente se calma.
Todo eso… me anima a recordar hacer una pausa más a menudo.
Y… ¿a ustedes?
Gracias. Gracias. Gracias
GRACIASSS infinitas Tahita por esta valiosa propuesta!!!!
ResponderEliminarAmor Incondicional!!!!
Gracias te abrazo con el corazón
ResponderEliminarGracias Tahita, hermosa reflexión, muchos cariños
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