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martes, 2 de marzo de 2021

En Dios, en la Presencia

 

Una charla Zen que escuché hace años por video, desde el Centro Zen de San Francisco fue dada por Issan Dorsey, un sacerdote gay que luego murió de SIDA. Issan había sido imitadora, prostituta y drogadicta, ya que se sentía mujer, antes de convertirse en sacerdote. Abrió un centro zen y más tarde un hospicio donde atendió a hombres que morían de SIDA, y donde finalmente él mismo murió de esa enfermedad. Issan se tomaba en Zen en serio, pero no de manera sombría. Siempre era divertid y profundo.

Escuché la charla en el Centro Zen en la que Issan reveló que tenía SIDA. En su charla de esa mañana dijo que había estado recientemente en una conferencia interreligiosa en la que los líderes religiosos liberales estaban tratando de contrarrestar la noción predominante entre los fundamentalistas religiosos de que el SIDA era la ira de Dios. Issan les dijo “El SIDA no es la ira de Dios. El SIDA es Dios”

Y realmente, aunque me impactó, tiempo después descubrí que tenía razón, que TODO ES DIOS.

Esta mañana tomé de mi biblioteca un bello libro escrito por un monje benedictino, pero vanguardista y tendiente a la no dualidad, “Agradecimiento, el corazón de la Oración” del hermano David Steindl-Rast, y lo abrí al azar. Llegué a la mitad de un capítulo sobre la fe. Describe la fe como un viaje de “Vivir por la palabra de Dios” que dice “significa alimentarse de ella, ser nutrido por ella, comer y beber y asimilar esa Palabra”

Por supuesto, no se refiere a la Biblia, sino a lo que el Espíritu nos susurra al oído, en el Silencio y la Contemplación.

Según las escrituras. “Dios habla” y el hermano David habla de “escuchar con nuestro corazón”. En esa escucha abierta, la Palabra está en todas partes: en los sonidos del tráfico y el ladrido de un perro, en la belleza de las gotas de lluvia en una rama desnuda, en una taza de té caliente y en la sonrisa de un niño.

“El mensaje de Dios es siempre el mismo”, escribe el hermano David. “Podemos percibir el mensaje en un huerto de manzanas en plena floración, pero el mismo mensaje también está en medio de un incendio forestal” El hermano David habla de Jesús, de cuando tenía hambre y Dios (la Vida, el Espíritu, el Uno, el Padre) le dio piedras y no pan. Y luego, de cuando Dios le llevó a la cruz, a una muerte lenta por tortura.

Es fácil encontrar a Dios en el huerto de manzanas, pero mucho más desafiante encontrarlo en la pandemia, en el incendio forestal, en los disturbios callejeros, o simplemente en esos días oscuros y difíciles en los que nos sentimos solos y perdidos.

 

Sé que a algunos de ustedes la palabra “Dios” les desagrada, así que siéntanse libres de sustituirla por: Espíritu, Consciencia Infinita, Campo, o lo que sientan. Ciertamente no hablamos de un anciano de cabellos y barba blanca en el Cielo, y estoy segura de que Issan y el hermano David tampoco.

Mas bien, Dios es solo una de las palabras que usamos para dar la noción de una Presencia palpable que es inasible pero omnipresente, omniabarcante, omnisapientesiempre presente en el corazón de este mismo momento, en todo lo que se ve y lo que no se ve, y en el ver mismo.

A veces parece que no podemos encontrar esa presencia. Creo que todos conocemos esa oscuridad. Incluso Jesús gritó: "Dios, ¿por qué me has abandonado?" Y, sin embargo, esa presencia siempre está aquí. A veces, todo lo que tenemos que hacer es detenernos. Dejar de buscarla, dejar de contar la historia de que no podemos encontrarla, dejar de intentar averiguar qué es, dejar de pensar en ella, dejar de buscar una experiencia diferente o mejor que la que está apareciendo en este momento, y simplemente ESTAR AQUÍ Y AHORA.

Y podemos encontrar que SOMOS esa presencia, que es todo lo que hay, que nos sostiene y que en realidad es imposible perderla, porque está en nosotros, estamos en ella y SOMOS ELLA. Aunque, a veces, nos sintamos perdidos. Entonces, nuevamente, podemos detenernos, abrirnos a ella y… ESCUCHAR.

Sí ... "intentar llegar a cualquier estado que no sea el AQUÍ Y AHORA es una forma de búsqueda". Y la búsqueda es algo a lo que ya hay que renunciar porque nos aparta de LO QUE ES, lo que siempre está en nosotros y en lo que siempre estamos.

Cuando podemos dejar de buscar y, en cambio, nos abrimos a lo que realmente está presente AQUÍ Y AHORA, no a los pensamientos y las historias al respecto, sino a la realidad misma, las cosas todo cambia.

Pero cuidado, si esperamos que cambien, o si buscamos resultados, volveremos a ese modo de búsqueda. Es un arte sutil, ese detenerse y abrirse, en el que a menudo fallamos (o al menos, lo hago).

Así que no esperemos la perfección. Ciertamente hemos pasado por muchos traumas y pérdidas, por lo que no es sorprendente que el dolor, la ira, la cavilación y la confusión aparezcan en ocasiones y a veces se sientan insoportables. Y tiene mucho sentido que surja el deseo de escapar de todo eso.

Por eso el consejo reiterado de ser amables con ustedes mismos cuando eso suceda.

Como sin duda habrán descubierto, existe una gran diferencia entre experimentar emociones como el dolor o la ira de una manera no conceptual como energía y sensación, por un lado, y estar perdido en pensamientos e historias, por el otro.

En los pensamientos y las historias, parece que nos contraemos en el pequeño "yo" encapsulado que se siente separado y perdido. En la experiencia sensorial pura, no hay "yo" aparte de "Eso". Pero los pensamientos y las historias tienden a volver una y otra vez, por lo que siempre HAY QUE VOLVER AL PRESENTE. Justo ahora.

El presente es EL HOGAR…el hogar de la Presencia. Nuestro hogar. En él no hay historias de sentirnos abandonados, perdidos o abrumados, solo la envolvente calidez del Ser.

 

Gracias. Gracias. Gracias.

 

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