Muchos de nosotros luchamos en estos días con sentimientos difíciles y nuestras mentes parecen un poco más hiperactivas de lo habitual.
Aburrimiento. Ansiedad. Inquietud. Soledad. Miedo por "lo que podría ser".
Los sentimientos que hemos reprimido durante tantos años ahora están saliendo a la superficie, a la luz de la conciencia, para ser recibidos y procesados, en una 'crisis' interna de curación. Sensaciones que buscan ser abordadas con conciencia amorosa. Dolor que anhela recibir un hogar en nuestros corazones vulnerables y a la vez poderosos. Lágrimas que piden salir. Ansiedad por muerte, pérdida, cambio, sentido de impermanencia, que reclama ser sentida.
Durante muchos años he tratado de abrirme paso para, en lugar de luchar y librar contiendas internas, poder "bendecir el desastre" bendecir la tormenta interna. Dejar de luchar con lo que es y comenzar a descansar en lo que es, haciéndome amiga del dolor. Volver al cuerpo, a la respiración, a las imágenes, a los sonidos, a los olores y las sensaciones del Ahora, y encontrar descanso aun en la inquietud
Me siento muy agradecida por haberlo muchas veces logrado, por esa enseñanza de aceptación que me llegó y nutrió cuando más la necesitaba. Hubo momentos en que el dolor dentro mío era muy intenso. Sentimientos de falta de arraigo, incertidumbre, remolinos de emociones tan fuera del control de la mente que no sabía ni donde estaba situada. Pero ... pude ir al encuentro del “desastre”, de la “tormenta” dentro de mí. Pude aportar conciencia amorosa a mi mente y cuerpo cansados y respirar en las zonas contraídas del cuerpo y de mi interior. Eso no hizo que el dolor desapareciera, pero el dolor se vio rodeado por mi compasiva presencia
Y me di cuenta de que no era mi tarea arreglarlo, curarlo, transmutarlo o "deshacerme" de él. No era vergonzoso sentir más o menos dolor, ni era más o menos espiritual. Con esa comprensión, pude albergar profundamente el dolor, por el tiempo que durara.
El dolor fue una puerta al amor y la compasión: a una conexión con todos los seres vivos.
Solo tuve que permitirme romperme. Dejar entrar la vida, toda la vida, la alegría y la tristeza de la misma. Dejar ir lo conocido, lo esperado, lo deseado, y abrirme a lo desconocido, rendirme más allá de toda rendición, y dejar ir más allá de todo lo que había dejado ir, de pie en la crudeza del momento presente.
En ese momento encontré mi paz, y allí es donde todos podemos encontrarla, si estamos dispuestos a despertar a la verdad, por devastadora que sea.
Todo aquello de lo que queremos librarnos en nosotros mismos puede ser solo una puerta que la vida nos invita a atravesar.
No siempre es fácil. Especialmente en momentos como este.
Necesitaremos algo de coraje para afrontar la tormenta interior.
Una disposición a tocar los lugares que duelen. Un poder verlos no como enemigos, sino como partes de nosotros pidiendo ayuda, aliento y comprensión.
No tengan miedo de derrumbarse.
No tengan miedo de llorar y colapsar, exhaustos.
Y no tengan miedo de tener miedo.
Para algunos de nosotros, esta crisis nos despertará a nuestra humanidad y nuestra compasión. Abrirá nuestros corazones.
Otros serán empujados aún más hacia el miedo y la identificación con la mente.
Crisis significa oportunidad, no desastre.
Estamos en un punto de inflexión, personal y colectivamente, y en cada momento se nos ofrece la mejor invitación de la vida: aceptarlo todo y enfrentar de pie cada tormenta, cada desastre, cada ola que golpea y abre el corazón, porque…
ES LO QUE ES, Y NO PUEDE SER DE OTRA MANERA.
Gracias. Gracias. Gracias
Tahíta
Asi es ...es lo que es y no puede se de otra manera!!!!!
ResponderEliminarGRACIASSS Querida Tahita!!!!!
Graciassss♥
ResponderEliminarEl dolor me permitió sacar en varios gritos los corajes, angustias e impotencias que he guardado en mi estómago. Gracias Tahía
ResponderEliminarTodo eso tiene que salir, síii
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