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sábado, 29 de febrero de 2020

Hipersensibilidad y Meditación

Mi sistema nervioso, como el de muchas otras personas, es altamente sensible. Le molestan los sonidos fuertes, las luces intensas, los sucesos inesperados y los cambios de rutina. Tal vez por eso, entre otras cosas elijo la soledad, la naturaleza y lo prefijado. No sabe muy bien cómo estar entre las multitudes, ni se sabe expresar demasiado, salvo que esté muy motivado, verbalmente, por eso desde niña escribo. Tiene la tendencia a entrar con facilidad en modo “supervivencia”, es decir, en estados de “pelea, huida o congelamiento”, sobre todo cuando no le doy el descanso necesario y la oportunidad de regularse a sí mismo a través del silencio, los baños de naturaleza y  el aquietamiento a través de actividades que amo, como cocinar, danzar a solas o leer.

Todo esto es debido, muy posiblemente, a eventos difíciles que al igual que tanta gente viví en la infancia– cuando nací estuve a punto de morir, por ejemplo, y atravesé muchas enfermedades además de  la muerte de mi madre. O no…quien sabe nada acerca de por qué el personaje humano se carga con  hipersensibilidad, que en algunos casos es una bendición.

Si bien las situaciones de vida difíciles suelen poner a nuestro sistema nervioso en alerta, y cuando los eventos son muy fuertes y profundos –traumáticos-, o cuando se repiten o duran demasiado, dan como resultado un sistema que puede tender a estar estresado y ansioso, la hipersensibilidad tiene también consecuencias a apreciar.

Me permite percibir señales sutiles que me dicen cómo se encuentran las demás personas; puedo ponerme en el lugar de otros y comprender, al menos en parte, sus procesos de pensamiento, sus puntos de vista y las emociones por las que atraviesan. También me ha servido en la vida misma a convivir, a escuchar, a intentar brindar apoyo. He podido atravesar ciertos velos y recibir señales, respuestas, indicios certeros, guía y sensaciones vívidas de Amor de parte de esa inmensa e Infinita Consciencia de la que somos parte…y también dolores  agudos y sostenidos  que hoy ya no lastiman tanto.

Con el paso del tiempo he aprendido a valorar y sacar provecho de la sensibilidad, y también a enseñarle a mi sistema nervioso que no es necesario preocuparse tanto. He aprendido, desde la biología, las neurociencias y la psicología psicosomática, acerca de su funcionamiento, y he practicado diversas técnicas que ayudan a regularlo: la atención en el cuerpo, el trabajo profundo con la respiración y algún mínimo tiempo de meditación…aunque muy poco. Porque no me permite mi mente despierta largos períodos de inactividad.

En el camino aprendí también, hace bastante tiempo, a poner atención a las corrientes sutiles que recorren el cuerpo y cómo se les puede regular por medio del manejo suave de nuestra propia energía.

Lo más importante, sin embargo, ha sido el contacto directo, en mi propia experiencia, con el aspecto que en todo ser humano está siempre en calma.

 Reconocer que las sensaciones provocadas por un sistema nervioso demasiado activo, junto con los alocados pensamientos que las suelen acompañar no son LO QUE SOY, que  aparecen en un Campo mucho más amplio, en un espacio ilimitado que lo abarca todo, ha sido para mí un viraje extraordinario.

Poder expandirme en ese Espacio, ubicarme aunque por segundos en ese Centro en el que solo existe paz y Amor, es la más grande experiencia humana.

Despertar a la realidad de que somos más que lo que nuestras ideas nos dicen, más que la figura en el espejo, nos da la posibilidad de transitar por la vida desde una perspectiva distinta y bastante más amplia. Con este descubrimiento el sistema nervioso se aquieta, al estar en contacto con una base estable y silenciosa que está siempre presente en el trasfondo de toda nuestra experiencia.

 Navegar las aguas de la vida desde ahí, desde ese espacio atemporal amoroso y compasivo por naturaleza…eso también es meditar. 

 

Gracias .Gracias. Gracias

Tahíta

 

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