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miércoles, 17 de abril de 2019

Comprensión profunda, Visión y Unicidad

Estamos constantemente analizando, clasificando y etiquetando todos los objetos de nuestra experiencia. La experiencia más habitual de nuestra mente, es el juicio.

Esto sucede por un motivo concreto: el miedo. El problema principal es que no sabemos qué somos. Vivimos en la creencia absoluta y errónea de que somos un cuerpo, un punto localizado en el espacio que alberga pensamientos que suceden en el tiempo.

Nos identificamos con una forma material, una forma mental  y una personalidad.  Creemos ser algo concreto, nada más. Y nuestros sentidos nos dicen algo con gran claridad: todas las formas mueren y desaparecen. Entonces surge un gran miedo. Es el miedo a la muerte que se despliega en toda nuestra experiencia vital.

A las experiencias que favorecen a nuestro cuerpo o mente las llamamos positivas, y a las que ponen en peligro al cuerpo o a nuestra seguridad, negativas. Buscar  bienestar y seguridad no está mal…el problema es que parece ser que nuestra mente trabaja en exclusiva para nuestro cuerpo y muy poco para nuestra alma.

Decimos “soy profesor, soy madre, soy espiritual, soy religioso” pero estas son solo formas que nos creamos, ya que los demás nos hacen la función de “espejo” .Y con esas formas, a lo largo del tiempo, creamos una historia de vida, que efectivamente no es más que eso: una historia.

Nuestra falsa identidad  se asienta en los recuerdos del pasado. Este pasado configura nuestra identidad personal. Pero es algo temporal,  y como lo sabemos tememos. 

La mente dual que aceptamos como jefe nos mantiene presos de lo exterior. Produce una emocionalidad que da saltos de un sitio al otro haciéndonos dependientes de lo que ocurra fuera. 

El ego se encarga una y otra vez de ofrecernos un guion con problemas sin solución real, definitiva.

Si alcanzamos el  éxito profesional, nuestras relaciones se desmoronan. Conseguimos  prosperidad y la perdemos justo cuando todo parecía perfecto. Llega el fracaso en la profesión y nos sentimos perdidos.  Nuestros amigos se convierten, de la noche a la mañana, en enemigos y tambalea nuestra vida de relación.

Cada tesoro en el cual confiamos tan solo es un espejismo. Miramos las noticias y ahí fuera todo parece ir peor cada día.

Podemos salir de este programa mental ampliando nuestra visión y comprensión.

La comprensión es el proceso mental por el cual la fuente- el amor- invita a sus partes, desperdigadas a causa de cierto confuso pensamiento de separación, a re-unificarse .

La unión nos hace regresar a casa.

El amor es la energía de integración y comprensión. Deepak Chopra lo denomina “el pegamento del universo”. A nivel mental integra todos los conceptos en él. El proceso mental de integración que usa es la comprensión.

Sucede en nuestra mente cuando repentinamente cae una barrera que nos mantenía separados de la verdad. Es una fusión de partes fragmentadas de la mente. Un “¡Ajá!” interno, una captación de lo total, una liberación de energía estancada, una conexión trascendente con nuestro Ser.

Cuando la comprensión sucede, no se necesita demostración ni corroboración externa alguna, porque da lugar a la evidencia, a un sentir interno que nos lleva a la certeza de estar en presencia de la verdad.

Cuando comprendemos, adquirimos verdadera visión, una  visión de la verdad que poco tiene que ver con la visión de nuestros  ojos físicos.

Comprender es algo tan vasto que aún tendremos que ahondar mucho en su profundidad para poder cabalmente experimentarla, expandirla y vivenciar todo su amoroso y espiritual don… que se nos ha otorgado como herencia...por siempre.

Esa comprensión, sí o sí, nos llevará a la Unicidad.

Estamos interconectados desde la perspectiva más material y tangible, o relativa, a la perspectiva más sutil o absoluta. Desde el nivel más físico o relativo, nuestras acciones afectan a los demás. Vivimos en relación unos con otros y nos afectamos en todo tipo de formas: física, emocional, mental y espiritualmente. Reconocer esto y poder responder en consecuencia es reconocer nuestra interconexión y, en última instancia, nuestra unidad.

Desde la perspectiva más amplia, todo es uno. No hay separación.

Esta unicidad es el latido del corazón de la vida.

 En esta unicidad la vida se celebra a sí misma y celebra su origen divino.

¡Y las bendiciones fluyen!

Tahíta

 

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