Ayer, dentro del espacio-tiempo que la mente crea, se produjo otro solsticio… de invierno en el hemisferio sur, de verano en el hemisferio norte. Y claro, surgen en los sitios llamados esotéricos o espirituales un sinnúmero de consejos, “deberías” y rituales que nos aferran a multitud de ilusiones que por supuesto son aceptadas y observadas. Eso es todo.
Y es que estamos desaprendiendo viejas formas de juicio, y volviendo a aprender a movernos en otros niveles de aceptación y amor abundante.
Me he encontrado como en un “deja vu” queriendo escribir sobre nuestra necesidad de equilibrio, ya que los solsticios siempre marcan el perfecto equilibrio de la naturaleza, y sobre cómo comenzar a guardarnos si enfrentamos el solsticio de invierno y cómo echar alas y expandiros, si tenemos a la puerta el verano. Pero todo está demasiado redicho y trillado y es como que cansa tener que seguir protocolos y rutas conocidas hasta el cansancio.
Por lo que he optado por reflexionar acerca de eso justamente…de cómo nos establecemos tiempos para meternos dentro o salir o hacer una ceremonia, etc. ¿para qué? …con lo hermoso que es levantarnos y hacer caso omiso de los calendarios, cuando podemos, claro, y lazarnos a la vida haciendo lo que sentimos.
Y allí está clave de todo…porque si sentimos realmente en profundidad, nos meteremos dentro cuando el toque sutil de la naturaleza invernal nos invite a ello…y nos zambulliremos en otro tipo de actividades expansivas cuando el verano nos caliente la sangre y percibamos ese expandirse de todo a nuestro alrededor.
Y es que nos olvidamos que trascendiendo esta dualidad en la que amorosamente soñamos el sueño humano, somos Unidad, un espacio compartido que es imposible ignorar, por lo que todo lo que creemos externo, al ser uno en la mente Divina, nos mensajeará adecuadamente para que nos abramos o nos guardemos y simplemente estemos presentes ante cuanto surja, abrazando la vida que nos vive…sin necesidad de programar nada especial, equilibrarnos más, cuidarnos del cambio de luna o del humor que nos despierta tal o cual cosa.
No tenemos que hacer nada, salvo estar conscientes y sintentes y ser el Amor que eternamente somos, cuando nos dejamos llevar por el flujo del espíritu y aun jugando el juego individual, compartimos el espacio en que todas las ceremonias, tiempos, estaciones y giros tienen lugar, sabiéndonos esa consciencia infinita que juega, pero sabe que el juego no tiene importancia porque…
SOLO EL AMOR ES REAL.
Gracias. Gracias. Gracias
Tahíta
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