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jueves, 30 de julio de 2020

Felicidad, miedo, control, rendición

 

La felicidad y la tristeza son los dos extremos de un mismo palo.

Si hubiera un palo con un solo extremo, podríamos tal vez tener solo felicidad en nuestras vidas, pero no es así. Imaginemos que en la vida solo hubiese felicidad, entonces no habría nada con qué contrastarla y con el tiempo, la tristeza emergería.

Eso es lo que significa el símbolo del yin y el yang. En cada cosa está la semilla de su opuesto. Podemos separar los dos contrastes, pero con el tiempo se volverá a completar a sí mismo en la totalidad, que contiene ambos elementos.

En la dualidad, la vida es un péndulo con un movimiento siempre oscilante entre dos polos opuestos, y lo que queda es tratar de mantener cierto equilibrio, mas ese equilibrio lo logramos moviéndonos constantemente entre esos dos polos, porque lo único constante aquí es el cambio. El péndulo se detiene solo en lo que llamamos muerte. La vida dual es el movimiento entre los dos polos opuestos.

La fantasía de los buscadores espirituales y los artífices del pensamiento positivo es quedarse todo el tiempo en lo más alto de ese movimiento pendular, sin embargo, ya que no existe un estado fijo en la dualidad, eso es imposible.  Para la mayoría, lo más acertado es permitirnos movernos en esa oscilación, sin sufrimiento, con aceptación y viviendo de a un momento por vez.

Para los más realizados, el despertar es la disolución del personaje que sube y baja, pero mientras nos experimentamos como personajes separados, seguiremos en esa oscilación.

Sin embargo, ya consideramos que el efecto de ese movimiento es distinto si nos consideramos autores de todo lo que ocurre, desde la mente pequeña, o solo instrumentos. Si podemos vernos como instrumentos, se atenúan los efectos dolorosos.

Algunos efectos dolorosos son el miedo y la necesidad de control.

Solo existe una fuerza vital que se expresa a través de diferentes instrumentos. Esos instrumentos están afinados para crear diferentes sonidos: uno de ellos es el miedo.

El miedo principal del ego es dejar ir, porque teme ser arrojado a la deriva en el Presente, en el cual el ego no existe, porque se proyecta en el pasado y el futuro…y paradojalmente, cuando somos arrojados al presente, en ese Presente no existe el miedo, porque el ego no se manifiesta en tiempo presente. Es iluminador darnos cuenta de que el miedo es solo de ese fragmento manifestado que es el ego.

Una de las ilusiones que el ego fabrica para no sentir miedo es el control.

Para la parte biológica de un ser despierto, el deseo de control es puramente funcional, necesita manejarse, aprender cómo se hacen las cosas, para a su vez, funcionar mejor.

La personalidad humana de un individuo identificado con su ego, en cambio, quiere controlar no solo por cuestiones funcionales, sino por el sentimiento egoico de poder y seguridad. Tiene la idea de que: “Si consigo más control seré más completo. Cuanto más pueda controlar, más seguro estaré” Es el ego diciéndose “Si consigo más control, este sentimiento de inseguridad, este sentimiento de impotencia que se mueve dentro de mí y me hace sentir incómodo, desaparecerá” Así que inicia una búsqueda de poder económico, social, físico o político, y después de conseguido, el sentimiento de inseguridad, el miedo y la incompletitud continúan.

Entonces recurre al poder espiritual, a los poderes ocultos, o a cualquier tipo de poder que cree espiritual para llenar ese vacío. Para el sabio no hay vacío, no hay nada que llenar…pero el buscador, aún no ha llegado a ser sabio.

Al buscador, cuando cree que no está en control, le acompaña un sentimiento de impotencia, un sentimiento de que, si no tiene control, no tiene nada. Aunque intelectualmente se diga que la Fuente está al control, persiste un sentimiento de inquietud, y hasta de desesperación.

La inquietud no proviene de la falta de control, sino de no tener suficiente poder.

 Solo en la Unidad hay verdadero poder completitud, y el ego se cree separado de la fuente de todo poder.

En realidad, no lo está, porque es parte del Todo, del Uno, pero no lo sabe…si lo supiera se disolvería en él, y dejaría de ser, se convertiría en la Fuete del Poder.

Solo en la rendición, en la aceptación total de la falta de poder del ego, hay libertad total.

 

No hay nada en lo que convertirse. Todos ya somos Eso. Todos somos Conciencia. Eso es lo que todo el mundo es: el Uno. No hay nada más o menos que el uno.

 

Con esta frase comenzaremos la siguiente reflexión.

 

miércoles, 15 de julio de 2020

Una sensación de autoría que hace temer la muerte

Muy traumáticos resultan para el personaje humano dos momentos que situamos en el tiempo: el nacimiento y la muerte. Pero ¿Qué nace y qué muere?

Lo que nace y lo que muere es el cuerpo-mente individual. Como todo es Conciencia, sin duda el mismo forma parte de esa Conciencia todo-abarcante, sin embargo, solemos aceptar la verdad de que LO QUE SOMOS NUNCA NACE Y NUNCA MUERE…y es porque el cuerpo-mente es una manifestación temporal, efímera, de la consciencia, un instrumento a través del cual se manifiesta. A través del cuerpo la Conciencia se proyecta y manifiesta en el espacio-tiempo.

Por lo tanto, quien teme a la muerte es ese “yo” que se ha proyectado y se cree, aun dormido, desconectado de la fuente, la conciencia que ES. Ese “yo” que se cree autor de todo, no mero instrumento.

No solo teme la muerte sino las consecuencias de todo acto y situación a la que se siente conectado como “autor” (no actor) cargando con la idea de que es responsable de todo. ¿Seré capaz de manejar esto? …y proyecta ese temor a través del tiempo… ¿Qué será de mí? No solo teme a la muerte, sino al sufrimiento…pues creerse un núcleo aislado, responsable de todo y sapiente de que tiene, como todo lo que navega en el tiempo, un fin, le llena de agobio.

La fuerza de éste “yo” puede debilitarse a través de una práctica espiritual, como la auto-indagación, el silencio y la contemplación o enseñanzas que nos ayuden a despertar de este sueño de autoría y separación. La Presencia que envuelve estas enseñanzas, este darse cuenta desde un profundo núcleo interior, van echando abajo ese sentido de autoría y el sufrimiento que genera creerse un pequeño yo separado, mortal y vulnerable.

El “yo” que se cree autor, es una quimera. El autor siempre es la Consciencia que se mueve a través de todo lo visible e invisible.

Ese “yo” no tiene ningún poder, aunque diga “” Yo he hecho eso” …” Qué bien lo he hecho”, o, por el contrario, se agobie en la desvalorización y la culpa creyendo “Soy culpable porque todo lo he hecho mal” …proyectando su individualidad en el futuro y creando más sufrimiento y sentido de vulnerabilidad.

Volvemos al problema de esa sensación del yo de ser el “autor”, de estar al mando o control, y de tener una existencia separada que lo empequeñece, lo deja sin más ayuda ni responsabilidad ante esa creencia irreal de autoría que lo sitúa muy lejos de ser lo que es, un instrumento, un vehículo de información temporal que bien haría, para soltar ese sufrimiento en considerarse una caña hueca, en manos de la conciencia, la corriente divina que pasa por esa oquedad y puede hacer surgir melodías y vibraciones de las cuales no es autor…solo con la entrega, con la rendición, con soltar también ese miedo de ser “nadie” para pasar a considerarse parte del Todo, pero no aislado.

A medida que nos permitimos ahondar en ese no ser individual, la sensación y aun la convicción de la autoría, disminuyen, y a la par, claro, el sufrimiento y el miedo a la muerte de esa forma disponible por la cual el viento de la conciencia pasa creando y diluyendo formas reemplazables, temporales y aun así sagradas y amadas…porque la Conciencia y el Amor son Uno también, indivisibles. Algunos místicos llaman a este instrumento…la flauta de Dios.

Tal vez por eso el sinsentido de odiar o desechar el ego que sustenta ese yo, en lugar de abrazarlo y trasmitirle el conocimiento de que aun temporal, dormido, o lo que sea, forma parte de una CONCIENCIA Infinita que todo lo mueve, y en la que puede descansar, no como autor, sino como momentáneo contenedor y vehículo de LO QUE ES.

Difiero en eso, de la interpretación sesgada que se suele hacer del Curso de Milagros, en la que se desprecia todo lo que proviene del ego, como si no fuera expresión de esa Conciencia…que por algo se manifiesta, aun en la corriente del tiempo lineal.

 

 

domingo, 12 de julio de 2020

Conciencia sin búsqueda

Cuando hablamos de la conciencia o la fuente, hablamos sobre “ello” como si se tratara de un objeto, de una cosa, porque nuestro lenguaje no permite ninguna otra forma de hablar sobre ello o de concebirlo. Si hay un concepto mental, lo hay sobre un objeto. No importa cuán amorfo, infinito  o indefinido sea ese objeto,  sigue siendo un objeto, con esas cualidades  infinitas, amorfas o indefinidas.

Sin embargo, la Conciencia no es un objeto…más bien es la fuente y la sustancia de todo: de ambos, del campo en que aparece el objeto, y del objeto. Es total.

Solo un objeto puede ser percibido en su totalidad. La conciencia solo se puede percibir en la manifestación de su forma, que es el universo físico.

 Así que, si quieres conocer a Dios, o la Consciencia Infinita, mira a tu alrededor. Esto es Conciencia en su forma manifestada.

Por más que se diga que esto es un sueño…en todo caso es un sueño dentro de la Conciencia única, pues nada hay fuera de ella.

Y no se trata de que tengamos que trascender todas las cosas mundanas para llegar a una inmaculada Totalidad inmanifiesta, porque esa Totalidad se ha expresado en ésto, en este campo de acción manifiesto en donde podemos honrar su perfección prístina y expandir su principio básico, el Amor.

No necesitamos hacer un viaje hacia “algo”, lo que a veces se siente como tratar de llegar al “hogar”, a un lugar de plenitud, de completitud, de conexión. Es lo que se hace en la búsqueda: tratar de llegar “ahí” para sentirse en casa con “ello”. En el proceso puedes experimentar más paz,  satisfacción y equilibrio y hasta algunas personas te dirán que te notan más “espiritual” Te puedes sentir  como “anidando” en ello, en la conciencia, en casa.

Pero como no hay nada externo a la Conciencia, en mi caso, y en el de muchos que antes éramos buscadores, se produce  ese darse cuenta de que estamos inmersos en la Consciencia, y surge un movimiento  el en que en lugar de salir a buscar  anidarse en la conciencia, se abraza todo para incluirlo todo en el “hogar” que somos como consciencia única. No buscamos ya el hogar, traemos todo absolutamente a ese estado en nosotros.

Al incluirlo todo en su magnificencia y variedad como manifestación de Dios,  todo se vuelve milagroso.

Ese movimiento  engloba todo en lo “espiritual”, incluso lo que eres y su manifestación  en lugar de tratar de alcanzar algo en la búsqueda. A medida que la conciencia se expande comprendemos que todo es una parte de la divinidad, incluso las cosas que no nos gustan, las que nos dañan…los abusos, Las torturas: todo es aceptado como un  aspecto de la divinidad, sin juicio.

Aceptar que todo está dentro de la Conciencia Única o Espíritu no quiere decir que todas estas manifestaciones nos gusten. Podemos reaccionar con horror, indignación,  o lo que sea ante un hecho particular, pero ahora, ese hecho está incluido en el contexto de lo espiritual, y eso, de paso, genera que ya no podamos juzgan nada ni a nadie como no siendo espiritual, o hacer la división de “ser de luz” y “ser oscuro”. Se acabó esa miopía, y el creernos distintos o mejores que lo que es uno con nosotros, y comparte el ser Luz, aunque temporalmente no lo manifieste.

Este es un cambio maravilloso cuando ocurre.

jueves, 2 de julio de 2020

Mente Funcional y mente pensante-

Dentro de la Mente Única, nos hemos creado mentes individuales que en la dualidad nos son de mucha utilidad mara manejarnos dentro del espacio/tiempo. Sin embargo, hay aspectos de esas mentes que son un escoyo a superar, ya que están constantemente en actividad proyectándose hacia el pasado y el futuro y envolviéndonos en historias y charla mental innecesaria, de ahí la necesidad de diferenciar, aunque la mente en sí no está dividida, dos tipos de funciones que han llevado a hablar de una mente funcional, y una mente pensante.

La mente funcional, se refiere a sí misma, sabe su nombre, sabe cuándo está viendo una película, puede hacer una reserva en una línea aérea, sabe qué comer, si el “yo” tiene hambre, sabe que la comida tiene que ponerse en la boca y no en un florero. Sabe todo esto porque ha creado separación y personalización. Toda esa función­­ – que se refiere a la identificación con el nombre y la forma como una identidad separada-  tiene que existir para que podamos funcionar en la dualidad.

A la mente pensante la creamos posteriormente. Es el sentido del “yo” como ser egoico con poder de acción. Esta mente se atribuye como propias las acciones de la mente funcional. Reclama ser una fuerza creativa con poder sobre pensamientos acciones y sentimientos de la persona.

Esta función de la mente muere con el despertar, ya que solo necesitamos la mente funcional, y no la mente egoica reclamando ser creadora, cuando solo es un cúmulo de historias y charla mental.

Esta mente egoica desaparece si permanecemos en el momento presente.

 En realidad, siempre estamos en el Ahora: no hay ningún otro sitio donde se pueda estar. Los pensamientos ocurren en el ahora, así que pensar es el ahora. A lo que realmente nos referirnos con “no estar en el ahora” es a ese proceso egoico en el que nos implicamos yéndonos mentalmente al pasado o al futuro. Lo que es importante entender es que incluso cuando nos referimos a ese proceso, esa indagación está ocurriendo en el ahora, como parte de lo que es.

Si eres un buscador, no estás en el ahora. La mayoría de las veces es inconsciente, pero ser un buscador implica rememorar acciones pasadas propias o de un maestro o camino, proyectar una aspiración espiritual al futuro y creer que estás al mando, como mente individual, del proceso evolutivo, lo que no es cierto.

Esta aspiración de iluminación futura es causa más de tristeza que de alegría.

Puesto que para un individuo la iluminación es inalcanzable, pues cuando llega desaparece el yo y no hay nadie iluminado, solo iluminación de la consciencia, la frustración a acumulada en años de intentos fallidos causa mucho sufrimiento.

La paz llega a nuestra vida cuando usamos la mente funcional, y acallamos la pensante, esa que cree que lleva las riendas del Ser, cuando nada sabe del Ser que vive en el momento presente. Alcanzamos la paz cuando comprendemos que es la Conciencia la que actúa y es la conciencia la que ha diseñado y construido el funcionamiento de todo.

Si echamos un vistazo a la vida veremos que los acontecimientos que nos llevaron a los cambios más positivos ocurrieron de forma inesperada., fueron como regalos, no cosa que planeamos buscar. Vinieron sin esfuerzo. Si estuviéramos en control los resultados no hubieran sido tan perfectos.

Sin embargo, esforzarnos por lograr algo bueno, es parte de lo que es. Esta enseñanza no sugiere que actuemos de una manera particular, ni que nos sentemos a no hacer nada, ni que dejemos de perseguir lo que deseamos.

Probablemente si le preguntas a un maestro de advaita qué debes hacer, te conteste…” Solo respira” …aparte de eso no hay muchas sugerencias. Pero si sigues insistiendo en algo más te dirá “Has el movimiento siguiente” …o sea has lo que sientas hacer en el instante siguiente y después se verá como sigue la consciencia moviendo los hilos.

Comprender que es la Consciencia la que mueve todo nos da paz y elimina nuestra inquietud sobre nuestra capacidad para hacer cosas que queremos hacer, y nuestra frustración acerca del comportamiento de los demás. No hay culpables en cómo se mueve la Consciencia.

Confía en la Conciencia y estate en paz.