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domingo, 26 de abril de 2020

Encontrando la oportunidad en el confinamiento

El mundo no es el mismo lugar que hace unos meses. La pandemia ha puesto en pausa las actividades humanas y ha llevado a que casi todos hagan cambios significativos en su estilo de vida. Estamos obligados a quedarnos en casa, trabajar desde nuestra sala de estar, tener la escuela en casa y enfrentar conflictos familiares que hemos estado escondiendo debajo de la alfombra por mucho tiempo. Sin olvidar los conflictos dentro de nuestra propia mente, con nosotros mismos. Hace poco tiempo, nadie imaginaba que algo de esto sucedería.

Cuando comenzó la pandemia, me pregunté "¿Qué bien podría salir de esto?" Ahora algunas respuestas son obvias. Por un lado, en muchos casos estamos presentes con nuestras familias en una nueva profundidad. Una amiga se sentó en su porche y disfrutó de una conversación significativa de dos horas con su hijo de 14 años, una interacción que nunca hubiera sucedido de otra manera. Leí que una mujer japonesa que tuvo una gran discusión con sus padres antes de irse de viaje ha vuelto a su casa, y ha hecho las paces con ellos como nunca antes. Una portuguesa a la que se le negó la entrada a Inglaterra para una visa de trabajo, descubrió a dos personas mayores muy vulnerables en su edificio de apartamentos, para quienes ahora está cocinando. Las personas se están conectando con viejos amigos y nuevos conocidos de lugares lejanos del mundo a través de Zoom. Estamos valorando a los seres queridos que teníamos olvidados y las tareas de las que alguna vez nos quejamos.

Replanteémonos esta situación no como una maldición, sino como una llamada de atención. Albert Einstein dijo: "En medio de cada crisis se oculta una oportunidad". 

"¿Qué puedo hacer para mantener mi paz interior y ayudar a los demás?" 

"¿Cómo puedo usar esta experiencia para mejorar la calidad de mi vida después de que se haya levantado el confinamiento?"

 "¿Quién soy, ya que ahora reconozco que estoy unido con todos los seres?"

 

La respuesta es simple: Sé la luz en medio de la aparente oscuridad. Nuestra conciencia,alegría y gratitud sirven a la humanidad y al planeta mucho más que la ansiedad.

 La miseria tiene suficientes colaboradores. 

El mundo necesita personas cuyas mentes sean claras y estén conectadas al Poder Superior. 

Ya meditamos, rezamos, practicamos yoga, nos sentamos a los pies de los gurús y alineamos nuestros chakras. Ahora es el momento de poner lo aprendido, reconocido e iluminado en acción. El entrenamiento ha terminado. Ahora hay que aplicar lo que sabemos y vivir las enseñanzas en lugar de solo hablar de ellas, esperar a que entidades no físicas nos salven o esperar que nuestras kundalinis se eleven. Es hora de Ser.

La pandemia pasará y la economía puede recuperarse. Pero lo significativo es que habremos experimentado un evento sin precedentes en la historia humana: la oportunidad de un reinicio planetario. Habremos priorizado nuevamente nuestros valores y reconocido la preciosidad de nuestras vidas y de las personas que amamos. Nos alegrará tener trabajos a los que ir, escuelas para educar a nuestros hijos, poder salir de nuestros hogares,caminar en la naturaleza y poder abrazarnos o tocarnos en sin impedimentos. 

Las cosas que ahora damos por sentado o incluso aquellas de las que nos quejamos se revelarán para nosotros como bendiciones

Permitámonos una apreciación más elevada y permanente del  Bien en nuestras vidas

Usemos nuestro tiempo y experiencia sabiamente para un reinicio hacia una humanidad más consciente y compasiva.

 

Gracias. Gracias. Gracias.

Tahíta

 Inmunidad Espiritual

La idea de enfermedad está recibiendo mucha atención en todo el mundo. Millones de personas toman diariamente todo tipo de precauciones para evitar contraer o propagar un virus. Lavarse las manos, cubrirse la boca y evitar las reuniones públicas se están volviendo comunes. 

Aislarse…saberse y considerarse separado, vulnerable, pequeño.

 Defenderse contra la enfermedad bordea la histeria colectiva.

Defendernos, nos debilita…estar en contra de algo se vuelve en nuestra contra

Hay un virus que ha infectado a la mayoría de las personas y está causando muchos más problemas que el que se quiere e vitar:  el virus del miedo. Cuando caemos en el miedo, disminuimos nuestra inmunidad ante a las enfermedades y sus efectos. El miedo y el bienestar operan en dos frecuencias completamente diferentes, cada una con resultados muy diferentes. No puedes tener miedo y bienestar al mismo tiempo. Es uno u otro.

El Amor sin miedo, ser traduce en bienestar…el miedo empequeñece el amor, la compasión, la unicidad y la sabiduría no dual.

La mejor solución para acabar con los efectos del virus es siempre y en cualquier circunstancia:  dejar de tener miedo.  

Un curso de milagros nos dice que la curación es más una función de la mente que del cuerpo; que nada fuera de nosotros puede hacernos daño; que como seres espirituales somos completos y empoderados, independientemente de lo que nos muestran los sentidos físicos. 

Cuando nuestra mente está bien, nuestro cuerpo está bien. Si bien muchas agencias de salud están diciéndoles a las personas cómo evitar contraer el virus, pocas abordan las creencias, actitudes e intenciones como elementos vitales de la inmunidad y el bienestar. 

Numerosos estudios científicos demuestran prácticas como la meditación, la oración, la afirmación y la visualización mejoran significativamente nuestra inmunidad a las enfermedades y nos mantienen saludables.

No estoy sugiriendo que no se preste atención a las prácticas de salud prescritas por médicos y agencias. 

Funcionan y harán la diferencia si crees en ellas. Cuídate como consideres apropiado. Recuerda que serás curado según tu creencia.

Al mismo tiempo, estate atento para no caer en el miedo. 

Cuando la voz del miedo habla alto, la voz del amor debe hablar más alto para que la escuches por sobre las demás. 

 Replantéate el virus como una oportunidad de vivir las verdades espirituales que has aprendido.

 Este es nuestro momento para manifestar nuestra Seidad. Esa que no puede verse amenazada por nada aparentemente externo.

La enfermedad no es la voluntad de Dios. La curación lo es. 

La curación de la idea de que somos vulnerables, de que estamos separados, de que podemos ser amenazados y dejar de SER.

Cuando nos establecemos firmemente en nuestra identidad espiritual, desarrollamos una inmunidad espiritual que ninguna enfermedad puede tocar.

 

Gracias. Gracias. Gracias.

 

Tahíta

 

lunes, 20 de abril de 2020

Enfrentando la tormenta

Muchos de nosotros luchamos en estos días con sentimientos difíciles y nuestras mentes parecen un poco más hiperactivas de lo habitual. 
Aburrimiento. Ansiedad. Inquietud. Soledad. Miedo por "lo que podría ser".
 

Los sentimientos que hemos reprimido durante tantos años ahora están saliendo a la superficie, a la luz de la conciencia, para ser recibidos y procesados, en una 'crisis' interna de curación. Sensaciones que buscan ser abordadas con conciencia amorosa. Dolor que anhela recibir un hogar en nuestros corazones vulnerables y a la vez poderosos. Lágrimas que piden salir. Ansiedad por muerte, pérdida, cambio, sentido de impermanencia, que reclama ser sentida

Durante muchos años he tratado de abrirme paso para, en lugar de luchar y librar contiendas internas, poder "bendecir el desastre" bendecir la tormenta interna. Dejar de luchar con lo que es y comenzar a descansar en lo que es, haciéndome amiga del dolor. Volver al cuerpo, a la respiración, a las imágenes, a los sonidos, a los olores y las sensaciones del Ahora, y encontrar descanso aun en la inquietud

 Me siento muy agradecida por haberlo muchas veces logrado, por esa enseñanza de aceptación que me llegó y nutrió cuando más la necesitaba.  Hubo momentos en que el dolor dentro mío era muy intenso. Sentimientos de falta de arraigo, incertidumbre, remolinos de emociones tan fuera del control de la mente que no sabía ni donde estaba situada. Pero ... pude ir al encuentro del “desastre”, de la “tormenta” dentro de mí. Pude aportar conciencia amorosa a mi mente y cuerpo cansados y respirar en las zonas contraídas del cuerpo y de mi interior. Eso no hizo que el dolor desapareciera, pero el dolor se vio rodeado por mi compasiva presencia

 Y me di cuenta de que no era mi tarea arreglarlo, curarlo, transmutarlo o "deshacerme" de él. No era vergonzoso sentir más o menos dolor, ni era más o menos espiritual. Con esa comprensión, pude albergar profundamente el dolor, por el tiempo que durara. 

El dolor fue una puerta al amor y la compasión: a una conexión con todos los seres vivos. 

Solo tuve que permitirme romperme. Dejar entrar la vida, toda la vida, la alegría y la tristeza de la misma. Dejar ir lo conocido, lo esperado, lo deseado, y abrirme a lo desconocido, rendirme más allá de toda rendición, y dejar ir más allá de todo lo que había dejado ir, de pie en la crudeza del momento presente. 

En ese momento encontré mi paz, y allí es donde todos podemos encontrarla, si estamos dispuestos a despertar a la verdad, por devastadora que sea. 

Todo aquello de lo que queremos librarnos en nosotros mismos puede ser solo una puerta que la vida nos invita a atravesar.  

No siempre es fácil. Especialmente en momentos como este. 

Necesitaremos algo de coraje para afrontar la tormenta interior.

 Una disposición a tocar los lugares que duelen. Un poder verlos no como enemigos, sino como partes de nosotros pidiendo ayuda, aliento y comprensión. 

 No tengan miedo de derrumbarse. 

No tengan miedo de llorar y colapsar, exhaustos. 

 Y no tengan miedo de tener miedo. 

 Para algunos de nosotros, esta crisis nos despertará a nuestra humanidad y nuestra compasión. Abrirá nuestros corazones.

 Otros serán empujados aún más hacia el miedo y la identificación con la mente. 

Crisis significa oportunidad, no desastre.

Estamos en un punto de inflexión, personal y colectivamente, y en cada momento se nos ofrece la mejor invitación de la vida: aceptarlo todo y enfrentar de pie cada tormenta, cada desastre, cada ola que golpea y abre el corazón, porque…

 ES LO QUE ES, Y NO PUEDE SER DE OTRA MANERA.

 

Gracias. Gracias. Gracias

 

Tahíta

 

 

 

 

El padre y yo somos UNO



Hace más de dos mil años se cree que vivió un ser tan despierto para su época, al que confundieron con la totalidad de la fuente, que sembró en la consciencia de miles, una verdad que pocos comprendieron…
 
EL PADRE Y YO SOMOS UNO.
 
Entonces las mentes de esa época, veladas por un sistema de creencias que aún persiste, creyeron que había un “alguien” llamado “Padre” y que quien predicaba esa unión mística era la personificación de ese alguien. Y no era incorrecto como comienzo.
 
Llegaron nuevos mensajeros y cada uno de ellos sumando o restando claridad a tan sencilla pero contundente frase, no pudieron sin embargo nunca refrendarla…
 
EL PADRE Y YO SOMOS UNO.
 
Cuando quienes llamábamos “buscadores espirituales” fuimos acomodando medianamente las piezas de éste puzzle consciencial, nos dimos cuenta que la expresión “Padre” podía significar diferentes aspectos de una misma realidad, dependiendo el proceso que cada quien estuviera vivenciando.
 
Unos llamaron “Padre” a una entidad más o menos personalizada denominada también “Dios”…otros interpretaron que se refería a una entidad que había tomado a éste avatar bajo su proyección, y lo etiquetaron como “el Arcángel Miguel”…muchos, aún anclados en el plano físico, llaman “Padre” a su Yo Superior, o a su Alma individualizada…y unos pocos comienzan a entrever o casi a cerciorarse de que Padre…es la totalidad de LO QUE ES…en la cual como humanos…vivimos, nos movemos y tenemos el ser…el más pequeño, ya que toda individualidad o separación nos comienza a resultar pequeña, fragmentada y limitada.
 
Lo cierto es que ese fragmento del Uno al que muchos llaman Jesús, fue quien primero nos despertó al sentido de la Unicidad con la FUENTE, lo que no es poco.
 
EL PADRE Y YO SOMOS UNO…
 
Realmente podemos llamarlo cómo queramos o concebirlo como nos alcance nuestro ámbito consciencial…pero en todos resuena esa nostalgia de filiación y Unicidad cuando escuchamos o pronunciamos una verdad que no necesita de defensa alguna ni de comprobación…solo un sentir interno de anhelo de integración al que no hace falta doctrina ni religión en la cual apoyarse.
 
Hace dos mil años lo tomamos de forma velada como alguien a quien aferrarse, alguien a quien necesitábamos para ser “salvos y perdonados” (¿por qué y de qué?)…hoy podemos comprender cuán difícil pudo haberle resultado a un ser tan despierto tratar de trasmitir a una humanidad dormida vislumbres de una Real-idad de tal magnitud. Y le idolatraron, y lo subieron a la cruz de los incomprendidos y enaltecidos espíritus “despertadores” que siguen sembrando aquí y allá pequeñas migajas de un banquete al que aún no accedemos porque nos seguimos considerando “poca cosa”, pecadores, necesitados de ser salvados externamente, SEPARADOS DEL UNO…no UNO MANIFESTADO.
 
EL PADRE Y YO SOMOS UNO…
 
Una frase para repetirnos desde nuestro Ser más profundo, con nuestra propia identidad y voz, no la de ningún muy amado y eternamente UNO EN NOSOTROS fragmento “despertador de consciencia”.
Hasta él nos diría…
 
SUELTEN YA LA CRUZ…EL PADRE Y NOSOTROS SOMOS UNO.
¿La soltamos?
 
Hay libre albedrío…puedes seguir experimentándolo como sientas.
 
Todo es perfecto…no hay juicio…el tiempo no existe, y SOMOS UNO.
 
Tahíta

El silencio en las Crisis

Por lo general, en las crisis nos sentimos impelidos a la acción, por urgencias genuinas, por miedo, angustia, incertidumbre y miedo al fin. Para este torbellino en el que nos vemos envueltos, la mejor respuesta es entrar en el silencio. No podemos como muchos autores hacen hablar de “mente silenciosa” …porque la característica de la mente es la actividad, y una mente silenciosa, es solo una mente forzosamente silenciada.

Sí podemos hablar de un silencio consciente, no forzado con dureza, sino una entrega al silencio interior que mora muy profundo en la consciencia del momento presente.

Ese silencio proviene de la Fuente y nos conecta con ese campo sin fin que somos, en el que el silencio es posible, si dejamos el ego relegado y nos refugiamos en el centro consciente que es la chipa que nos une y a través de la cual nos interrelacionamos.

La mente es activa, está constantemente pensando y sintiendo. Pero cuando estos sentimientos de miedo urgen como ansiedad, la alarma, el temor y la incertidumbre, la mente activa no puede salir de su propia espiral o bucle de pensamientos. Y claro, la actividad mental se vuelve inútil para curarse a sí misma de esta sobreactividad.

Los pensamientos son recibidos por cada célula de nuestro cuerpo y afectan todo tipo de procesos: la respuesta inmune, los ciclos hormonales, el sueño y el equilibrio general del cuerpo-mente, o la homeostasis. Si la mente activa se vuelve confusa y caótica, el equilibrio se interrumpe.

Ya en el Antiguo Testamento se nos decía: “Aquiétate y sabe que soy Dios." Si reemplazamos a Dios con "fuente” “campo” “espíritu”, el mensaje llega a los oídos modernos: “Quédate quieto y sabe que eres espíritu, campo infinito, consciencia”. El resultado directo de escuchar este mensaje sería meditar, porque la meditación da acceso directo al silencio.

Pero muchas personas han intentado la meditación, y no experimentan alivio en las crisis. En parte esto se debe a que comienzan y la dejan de lado enseguida o solo meditan cuando necesitan un parche psicológico. Lo que realmente es positivo es persistir en tratar de estar en un estado consciente, despierto y alerta…incluso cuando todo parece ir bien.

Si sales a correr, tu ritmo cardíaco, respiración, flujo sanguíneo a los músculos, proceso digestivo, etc. se desequilibran, pero una vez que dejas de correr, se restablece la homeostasis. Si experimentas un gran shock, la respuesta de lucha o huida te lanza a un desequilibrio extremo, pero cuando termina el shock, se restablece el equilibrio. Desafortunadamente, bajo una amenaza constante que puede durar mucho tiempo, como un desastre ecológico, una pandemia, una guerra… el shock no termina. La respuesta al estrés habitual está diseñada para durar no más de unos minutos. Extendido a días y semanas comienza a producir daños.

El daño aparece primero psicológicamente. Bajo un estrés constante, las personas se sienten cansadas, malhumoradas, deprimidas, ansiosas, irritables, impacientes, etc. Si sigue la presión, y la siguiente etapa es fatiga, letargo, embotamiento y depresión. Si el estrés no disminuye, los síntomas físicos aumentan, a menudo comenzando con insomnio como resultado de las interacciones hormonales que se pierden. 

El Centro que nos reestablece no se encuentra en nuestras células, ni siquiera en nuestras células cerebrales, ni en la mente activa. El centro de comando está en el Campo, el Espíritu, la Fuente. Por eso la meditación o el estado consciente, en el que estamos reconectando con esa Fuente, afecta la frecuencia cardíaca, la respiración, la actividad cerebral, los marcadores de inflamación y los niveles de estrés. 

En el Centro de es Consciencia infinita hay aquietamiento y silencio. A medida que la conciencia comienza a moverse desde su fuente silenciosa hacia lo superficial, vuelve a los caminos de la dualidad del ego… Miedo o amor, Separación o unidad, Sufrimiento o dicha, Seguridad o inseguridad, Aceptación o resistencia, Conciencia o inconsciencia.

Si una persona está consciente o despierta, los caminos se dirigen hacia las experiencias deseables de amor, seguridad, seguridad, etc. Pero tal como están las cosas, todos estamos enredados en una red de opciones que se mezclan.

Una crisis nos arroja a una confusión más profunda. La curación consiste en permitir que el silencio nos sane, aunque sea en breves intervalos.

La crisis puede llevar a la curación, porque sin duda todos sentimos necesidad de descansar y de entrar en el silencio.

El silencio, en este caso puede abrirnos a descubrir nuevas vías de reconexión con la Esencia, y con ello con el Amor, la compasión, la paz y la aceptación, sabiendo que en ese Campo…ESTAMOS A SALVO.

Permitamos que el silencio sea el combustible interno para vivir en coherencia, sin reacciones emocionales desgastantes, con Amor y respeto hacia todo lo que surge.

Esta es una oportunidad única para captar esas energías tan necesarias, sumergirnos en ellas, expandirlas y ser una extensión de ese océano de Amor en el que tenemos el Ser.

 

Gracias. Gracias. Gracias.

Tahíta