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domingo, 21 de julio de 2019

El Poder y la autoridad…están dentro

La verdadera autoridad viene de dentro. 

 Nadie fuera de ti puede decirte qué es verdad o cómo vivir tu vida.

Nadie sabe exactamente qué es esta realidad o cuál es el propósito de la vida.

Nadie tiene las respuestas finales.

Muchas personas con las que te encuentras pretenden saber.

Intentarán convencerte de que les creas.

Te instarán a que los sigas ciegamente.

Pero si haces esto, tu propia inteligencia morirá.

Ninguna autoridad externa puede mostrarte lo que es verdad.

"En el momento en que sigues a alguien, dejas de seguir la Verdad", como lo expresó Krishnamurti.

En el mejor de los casos, los grandes maestros pueden simplemente apuntar hacia el Sendero.

Ellos pueden ayudarte a derribar las barreras que bloquean tu propia sabiduría innata.

Te pueden dar mapas útiles, pero el mapa nunca es el territorio. 

Tu verdad es algo que debes descubrir por ti mismo.

A través de tu propia experiencia, a través de una profunda escucha interior.

Encuentra tu propia iluminación.

No te vuelvas  dogmático.

No asumas que has encontrado las respuestas finales.

Conserva la mente de principiante que puede transformarse a  sí misma a medida que surjen nuevos descubrimientos.

Investiga lo que es verdad para ti mismo, mirando dentro de ti.

Cuando encuentre nuevas ideas, usa el discernimiento para descubrir qué te resuena y qué es útil.

Desecha lo que no resuene y lo que no sea útil.

Mira profundamente debajo de las capas de ego, persona, trauma, condicionamiento y adoctrinamiento,  lo que hay debajo.

Debajo de todo esto hay una Inteligencia inconmensurable.

Esta inteligencia es mucho más antigua y más poderosa que la mente consciente y racional.

La mente consciente es necesaria para sobrevivir en este mundo, pero es solo una herramienta con un propósito bastante estrecho.

Hay muchos problemas y preguntas y la mente consciente no está preparada para abordar las màs importantes.

Cuando utilizas el pensamiento consciente para abordar asuntos que están fuera de su dominio, la mente simplemente corre en círculos y crea nudos.

En el mundo moderno nos hemos obsesionado con la vida de la mente.

Adoramos el pensamiento racional como la máxima expresión del valor humano y la inteligencia.

Nos equivocamos.

La mente consciente vive en un mundo de mapas, símbolos y abstracciones, aislada de la experiencia directa de la Realidad misma.

Las formas más valiosas de sabiduría y entendimiento emergen de la experiencia directa de la Realidad.

Es por esto que tu propia experiencia es clave.

Muchos te instarán a descontarte de tu experiencia directa.

Te dirán que ya encontraron las respuestas.

Te dirán que las respuestas están en determinado libro, y todo lo que debes hacer es memorizarlas y repetirlas.

Esto es un insulto a tu inteligencia viva.

Posees inmensas capacidades para el discernimiento, la comprensión y la creatividad.

Tienes la capacidad de ver el mundo de una manera que nadie lo ha visto antes.

Tienes la capacidad de notar cosas que nadie ha notado antes.

Las Grandes Preguntas no han sido respondidas, ni siquiera cerradas.

El Misterio es tan vasto como siempre, es infinito.

Actívate desde  tu propia experiencia.

Observa tu mundo de cerca.

Toma conciencia de los fenómenos que fluyen dentro y fuera de tu campo de conciencia.

Presta mucha atención. La atención es tu recurso más preciado.

El mundo está lleno de innumerables distracciones.

Las cosas por las que vale la pena prestar atención pueden ser las que otros pasan por alto.

Date cuenta de esto y agudiza la espada de tu atención.

Corta la basura, presta atención a lo que realmente importa:

Tu vida. Tus relaciones Tu experiencia. Tus sueños.  Tus hábitos. Tu  Naturaleza. 

Desecha lo que no encienda tu curiosidad y emoción.

Desecha lo que no le hable a tu Alma.

De esta manera te convertirás en tu propia autoridad.

No dejes piedra sin remover.

Mira en las sombras .

Mira donde otras personas tienen miedo de mirar.

De esta manera encontrarás tesoros ocultos.

Y conviértete en tu propio maestro.

Siente la vida y la inteligencia que corren a través de ti.

Eres divino.

Escucha profundamente.

Las respuestas que buscas…siempre están dentro de ti, esperando que las descubras.

 

¡Y las bendiciones fluyen!

 

Tahíta

 

Sin resistir el Presente

"Lo que resistes no solo persiste, sino que crecerá en tamaño". 
~ Carl Jung

Nuestro estado natural, despierto, es no resistir nada.

Si vemos a través de la ilusión de la separación, el flujo libre de experiencias simplemente fluye, de continuo, dando la bienvenida a todo. No importa si duele, no importa si  no es deseable…el dar la bienvenida nos abre a la transformación.

No hay un sentirnos amenazados, ni miedo, ni nada que evitar o defender. Hay un “no esfuerzo”.

Pero si a ese fluir vamos sumando reacciones humanas, temores, deseos y expectativas… el mundo se divide en la dualidad de lo interno y lo externo, lo aceptable y lo inaceptable, también conocido como sufrimiento humano.

Descubrí que cuando estamos dispuestos a acoger nuestras emociones y sentirlas en nuestro cuerpo, podemos liberarnos. Cuando no pensamos demasiado en nuestros sentimientos, la emoción es simplemente emoción: movimiento y energía en nuestro cuerpo. Sin la idea de que una emoción sea buena o mala, simplemente podemos experimentarla por lo que es. Y aunque puede parecer incómodo al principio, estar completamente presente con nuestras emocioneses una experiencia hermosa..

Si queremos conocer la paz de nuestra verdadera naturaleza, tenemos que saber cómo y cuándo estamos resistiéndonos.

¿Qué es la resistencia? Es una actividad de la mente agitada que dice "NO" A su experiencia del momento presente. Es un deseo de aferrarnos a algunas experiencias y alejar nos de otras, un deseo de que las cosas sean diferentes de lo que son. ¿A qué sentimientos nos resistimos? ¿En qué sector de nuestra  vida decimos que no a lo que aparece? ¿Queremos  o esperamos que las cosas sean diferentes de lo que son?

Alguien me comentó  que odia la forma en que se siente por la mañana, con demasiada tensión y pensamientos preocupantes.

Odiar tu experiencia es resistir, y resistir es una receta para sentirte atrapado.

Estamos atrapados en una pelea con lo que está sucediendo, sin dejar espacio para que la experiencia en sí cambie o se mueva. Resistir energiza la experiencia en lugar de darle el espacio liberador que necesita para ir y venir sin apego.

La conciencia es el gran sanador. 

Cualquier sensación, pensamiento o emoción traída a la luz de nuestra conciencia, tarde o temprano se disolverá. 

Todo lo que resistimos persiste, pero lo que abrazamos se disipa.

Somos maestros en resistir nuestra experiencia. ¿Cómo nos resistimos? 

 A veces lo hacemos cediendo a comportamientos compulsivos como comer en exceso, consumir alcohol o drogas, comprar lo innecesario, criticar o cualquier otra actividad que nos distrae y compense de la huida de lo que es.

Otras…estando demasiado ocupados o preocupados como para estar presentes con nuestra  experiencia…rumiando una y otra vez pensamientos de preocupación, juicio, queja o culpa….negándonos  a aceptar cómo nos sentimos…esperando  que las cosas cambien.

El motivo común detrás de todos estos comportamientos es evitar que relajarnos con nuestra  experiencia presente.

Lo mejor es no resistirnos, no reprimir  sentimientos o cualquier aspecto de nuestro mundo interior. Cada vez que aparezcan, permitámosles ser, abracémoslos, amémoslos cuanto podamos. Vayamos despacio si nos sentimos abrumados, pero al menos tomémonos un tiempo todos los días para integrarnos y abrazar todo el vapor que surja de la olla del subconsciente. Simplemente podemos  sentarnos y dejar que salga a la superficie, como en una práctica de meditación simple.

 ¿Cómo conoceremos la paz si la experiencia presente es para nosotros un enemigo?

Podemos tomar la decisión sagrada de detener el impulso externo, ralentizar las cosas y volvernos amorosamente hacia adentro. Las cosas ahora tienen espacio para cambiar a medida que creamos una relación nueva y amorosa con lo que surge.

En lugar de odiar lo que está sucediendo, somos amigables y abiertos . Dejamos que las cosas sean como son. Nos convertimos  en la presencia acogedora que termina la guerra interior…esa guerra en contra de lo que es.

 Simplemente vayamos hacia adentro y demos un cálido y amoroso saludo a cualquier pensamiento, sentimiento o sensación física que esté presente. Respiremos y quedémonos presentes con lo que surge.

La mente se calma mientras el que quiere resistir comienza a desaparecer. 

Sin prestar atención a la historia en nuestros pensamientos, somos uno con lo que aparece, amándolo y abrazándolo como a un niño perdido hace mucho tiempo que vuelve a casa.

Y así permanecemos,  como una conciencia despierta... radiante, abierta, y sin resistir nada...

 

¡Y las bendiciones fluyen!

Tahíta

Más prisa…Menos Consciencia

Hace tiempo escribí un artículo llamado…”Entre el Ser y la Prisa”…basado en un consejo de Trigueirinho al respecto  en el que afirmaba “La prisa es Irreverente”. Pasó mucha agua bajo el puente y en nuestra sociedad se ha agudizado la prisa con que se realiza todo. Y claro, más prisa, menos atención plena, y menos conciencia.

Ser reverente es sentir respeto por alguien o algo…y la prisa es irreverente hacia los demás, ya que dejamos de prestarles  atención, y especialmente hacia nosotros mismos, porque perdemos la conexión con la fuente de nuestro Ser, nos auto exigimos en una carrera sin fin que nos agota, y nos convertimos de a poco en robots que actúan mundanamente desde la superficie, el ego, sin tener en cuenta la esencialidad.

Somos como muertos vivos cuando dejamos de contemplar, de sentir, de apreciar y de asombrarnos por seguir un ritmo frenético en donde el hacer anula al ser y lo adormece.

Pareciera que “sentir” es un obstáculo a la exigencia de rendir y dar más y más.

Si sentimos, reconoceremos el cansancio de nuestro cuerpo y tendremos que bajar el ritmo.Por eso, anulamos ese sentir y nos damos más cuerda.

Estamos enfermos de hiperactividad. Siempre encontramos buenos argumentos para no parar… lo hacemos por el bien de la familia, para dejarle más  a nuestros hijos, para llegar a fin de mes, para tener más tiempo libre después.

A una velocidad en donde no nos es posible reflexionar y tomar consciencia de nuestras contradicciones, pretendemos realizarnos y en el intento por lograrlo provocamos lo contrario: hundirnos en el agotamiento.

¿Y si no poder con todo fuera una liberación y no una señal de fracaso o motivo de depresión?

¿Y si volvemos a preguntarnos  por nuestra autenticidad en lugar de seguir a la manada?

La verdadera liberación hoy es liberarse de esta neurosis de aceleración, es tener la lucidez de decir no a lo que todos dicen .

Una mente hiperactiva no es una mente en paz. Una mente dispersa no es una mente serena. Una mente que está al mismo tiempo en diferentes lugares, es una mente ausente que no está en ningún lugar.

Nuestra vida está donde está nuestra atención y si nuestra atención está secuestrada en lo que vendrá, en las preocupaciones de lo que quedó sin terminar, en lo que quisiera pero aún no se da, nos mentimos: nuestra vida no está en paz.

En este olvido del Ser, nadie sabe qué hacer cuando no hay nada que hacer… es ahí donde comienzan las series interminables de la TV, los enredos en las redes, la sobreinformación, el placer de los sentidos para recordarnos que estamos vivos. Nos es más fácil ajustar el cinturón y seguir corriendo que detenernos a conectar con lo que sentimos.

Nos hemos robado el tiempo de no hacer nada, porque eso es…perder el tiempo. El tiempo sin acción se vive con culpabilidad. El foco sigue siendo el mismo: rendir, producir, hacer, alcanzar objetivos y no quedar fuera de la actividad frenética en donde no dar más, estar agotados  significa falta de éxito personal .

No tomar consciencia de que es la mente neurótica la que ha tomado el mando y nos dirige vuelve la vida inerte y mecánica.

Frases como: “tú puedes… querer es poder… no aflojes… esfuérzate más y lo conseguirás… no hay límites que te detengan… sigue adelante… no te falles… eres capaz… si te lo propones lo lograrás…”  son en verdad frases de una cultura del empoderamiento que a simple vista suenan alentadoras pero que imponen una presión en donde quien no logra lo que quiere no es humano sino un fracasado, un flojo que no puso de sí lo mejor.

Si empoderarnos es tener la obligación de poder con todo…más vale humanizarnos y hacer lo que está a nuestro alcance sin desvivirnos de modo insano por cumplir con objetivos que alimentan más nuestro ego que nuestro espíritu.

El problema no se reduce a hacer o dejar de hacer. Se trata de no olvidar que somos ante todo seres humanos y no hacedores humanos. El Ser requiere de un alimento espiritual. Su alimento no son los objetos, los éxitos terrenales, ni los placeres del cuerpo.

Es esencial enraizarnos en la humildad de amarnos tal cual somos.

Todo aquello por lo que tanto nos esforzamos y vivimos a las corridas, se quedará en este plano y no nos llevaremos ni lo puesto. ¿Es que entonces nada vale la pena?

¡Por supuesto que sí! Pero lo valioso no es lo acumulado con el paso de los años, sino la consciencia que pudimos desplegar, nos llevaremos lo aprendido, lo experimentado y la sabiduría de haber saboreado la vida a sorbos, sin apuros ni prisas, para no perder detalle.

 Lo intangible, lo sutil, lo espiritual, lo imperecedero permanece cuando todo lo demás desaparece.

En esta  cultura doblegada por la hiperactividad  necesitamos irradiar serenidad. 

Pongamos de moda hacer una cosa a la vez, estar de cuerpo y alma en el mismo lugar, darnos tiempo para no hacer nada, mirar a los ojos y dejar de revisar el celular, espaciar esa agenda apretada, perder de vista la hora y sentir de cerca los ritmos que nos marca nuestra propia naturaleza.

Tengamos el valor de vivir nuestra vida a nuestro gusto y ritmo. ¡Ahora!

La compasión hacia uno mismo y los demás, la serenidad de la mente, la autenticidad del ser, la tolerancia en los ritmos, son valores que no podemos dejar de ejercer si no queremos perder nos en la irreverencia  de la prisa que el ego impone.

¡Y las bendiciones fluyen!

Tahíta

 

lunes, 8 de julio de 2019

La historia…algo secundario

Hace unos días traduje un artículo sobre la importancia de nuestras “historias” y nuestras heridas.

Hoy quisiera ahondar en  lo secundario de las historias personales, y, aunque pareciera contradictorio no lo es.

Secundario, significa algo que nos “secunda”, o sea algo que nos ayuda, favorece o apoya…pero aun así no es lo esencial, sino solo un instrumento, en éste caso, evolutivo.

Sin embargo, estas historias personales que nos dan impulso de crecimiento, suelen atraparnos.

¿Alguna vez has sido atrapado en una historia? Esto incluye:

  • Preocuparse por lo que pueda o no suceder.
  • Pensar en lo que otras personas deberían o no deberían hacer.
  • Creer a nuestras propias voces internas que critican, dudan y juzgan.
  • Hablar sobre las historias de otras personas.

 

Siempre considera que estas historias secundarias son ficticias.

Nos acostumbramos a definirnos por estas narraciones familiares.

 ¿Quién serías si no te preocuparas constantemente? ¿Qué harías con una mente que tranquila y silenciosa?

Estar perdido en las historias complica la forma en que experimentamos nuestras vidas.

Si observamos lo suficientemente de cerca, veremos que hay un flujo de vida sin esfuerzo que está sucediendo. Es un deslizarse fácil de acontecimientos que siempre está ocurriendo, aunque tendemos a no darnos cuenta.

Nuestro cuerpo entra en la cocina para hacer un bocadillo. Sube al auto, luego conduce a donde vayamos. Nos vestimos, respiramos, nos movemos, masticamos, nos sentamos, nos ponemos de pie, parpadeamos...

Ya sea que estemos conscientes de ello o no, la vida pasa, sin ninguna historia. No necesita nada extra para hacer lo que hace.

Podemos encontrar este flujo sin esfuerzo en nuestra propia experiencia.

Porque es esencial…saber que mientras nos identificamos con las historias y voces de nuestra cabeza, la Vida  fluye sin dificultad y dirigida desde otros planos de consciencia.

Hay una simplicidad en la vida si la percibimos. Es hermosa... y perfecta. Nos damos cuenta de ello cuando dejamos de dar prioridad al ruido mental. Cuando a pesar de transitar nuestras historias, lo hacemos sabiendo que son secundarias, un trasfondo de experimentación adicional, pero no reales para el Espíritu, sino temporales, cambiantes y no definitorias.

Dejemos de pensar que conocemos las respuestas mejor que este flujo inteligente. 

Dejemos de pensar que tenemos el control. 

Comencemos a tomar nuestras preferencias, e incluso nuestros miedos, a la ligera. Porque cuando nos apegamos a ellos, sufrimos.

Nuestro ser personal está fuera del camino, sabiendo que la única forma de alcanzar la paz es rendirse.

Es importante conocernos la historia, el “guion”, para sanarlo en cuanto humanos, al igual que las heridas que aparecen…pero siempre reconociendo que las historias son algo extra.

Si la historia es extra, ¿entonces dónde situarnos?

 Aquí y ahora.

 Mente tranquila... abierta... y preparada para todo lo aleatorio que llega inesperadamente desde la inteligencia superior…que no sabe de historias ni de heridas, aunque se sirve de ellas para impulsarnos fuera en cuanto ya no las necesitamos.

¿Puedes sentirlo así?

Gracias. Gracias. Gracias

Tahíta

 

lunes, 1 de julio de 2019

Ese que no me saluda

Ese que no me saluda apareció en mi vida cuando compré “Todos los Vientos”, la casa en la que habito, hace 19 años. Se convirtió en mi vecino, un joven apuesto, unos diez años menor que yo, que vivía con su esposa muy joven y su bebé. Él no trabajaba…ella lo mantenía, la casa formaba parte de un lote de cabañas que su madre y sus tíos heredaron de sus abuelos.

Ese que no me saluda comenzó con la marihuana y terminó enamorado de la cocaína, que es una amante muy traicionera…perdió a su esposa con el tiempo y a los tres niños que con los años habían traído a este plano. También perdió a su perra, ya que Chicha se enamoró a la vez de nosotros y se quedó en casa definitivamente.

Cuando su esposa ya no le sostuvo, tras peregrinar de trabajo en trabajo, terminaba sin alimentos y pidiéndome un tomate, un huevo, un pan a lo que siempre respondí con cuanto tuve a mi alcance, a espaldas de Juan, que considera que uno solo debe dar alimentos a sus hijos.

Su madre vivió un tiempo en una de las cabañas, alguien que, imposibilitada de criarlo por padecer de depresión tras darlo a luz, lo entregó a sus abuelos, quienes lo aceptaron con amor…pero él nunca perdonó el abandono materno y no perdió la oportunidad de demostrarlo robándole cada pertenencia que pudo para comprar la compañía de su amante predilecta, la cocaína. Su madre terminó yéndose lejos, para no denunciarlo.

Ese que no me saluda entonces subió y bajó por la escalera de las drogas, el rock y la soledad tantas veces, que perdió el equilibrio, la sonrisa y de a poco, la belleza inocente que su rostro emanaba.

Un día, tras llevarnos bien por mucho tiempo, trajo a vivir a un narcotraficante a la cabaña principal, a las que había tomado a pesar que su hermano compró los derechos legales, y comencé a apartarme de su dolorosa vida. Más tarde, después de que el narco fue llevado a la cárcel, la cabaña quedó en sus manos y comenzó a organizar fiestas que terminaban con muchas personas bailando la danza de las drogas más esclavizantes sobre mi techo y bajando por las escaleras de mi terraza. Entoces me cansé y por no denunciarlo a la policía llamé por teléfono a su hermano pidiéndole que me evitara esa situación ocupando la casa con un inquilino de buenas costumbres. Así lo hizo, le quitó la cabaña, la alquiló y desde ese momento se convirtió en “ese que no me saluda”.

En lugar de pedirme trabajo sencillos o alimentos, arrojaba sobre las hermosas enredaderas de mi cerco troncos, maderas y basuras, tapando la vista de su guarida para no verme.

Cocina admirablemente y trabaja la madera con arte, pero nada acaba, vencido por su adicción. Su madre dice que de niño lo diagnosticaron con leve esquizofrenia, pero ella misma arropada en el lecho de la depresión no supo rescatarle a él de los brazos de ninguna de sus tremendas experiencias de dolor.

Ese que hoy no me saluda, se queda siempre solo, vacío, acorralado y sin ayuda.

Hace unos meses una joven que alquilaba la cabaña principal se mudó a otro sitio no sin antes pedirme que buscara la forma de ayudarle porque no tenía alimentos y estaba enfermo, y ella al marcharse no podría auxiliarle.

La enfermedad de Juan me ocupaba mucho tiempo ya…pero conseguí el teléfono de su madre y le informé el estado de su hijo. Ella me dijo que no pensaba darle dinero, porque lo gastaría en drogas. Yo le dije, dinero no, pero alimento a tu hijo, tienes que enviarle, porque si no sientes amor y compasión por él… ¿por quién entonces ya que enseñas el evangelio y predicas el amor al prójimo?

Juan me sentenció: no le des nunca comida, porque ni siquiera nos saluda.

El muro posterior de mi casa, que colinda con la pequeña cabaña deteriorada en que su hermano le permite vivir es muy alto para alguien de 63 años como yo…así que me hice sumamente afecta a un cajón azul que dormía su sueño en mi garaje.

Ese que hoy no me saluda recibe cada día por medio, en lo más alto de ese muro, los víveres necesarios para comer cada día. Cuando enfermo, me preocupa que nadie le acerque alimentos, por lo que he decidido apelar a sus hermanos, a quien sea, para que no dependa de que alguien pueda o no subirse a un cajón azul para dejarle con dificultad, lo que tanto necesita

Su madre ha vuelto a llamarme para decirme ¿Cómo puede ayudarlo, según me comenta la antigua inquilina, si ni siquiera le saluda, si usted no es familia, si yo no le voy a pagar los miles de pesos que gaste en él?

No podía decirle que en realidad todos somos familia, que no me interesa que nadie me devuelva el dinero que empleo en ayudarle, porque la paz infinita, la conexión y el Amor que me embargan al abrirme a tal compasión, no tienen precio.

Tampoco pude decirle que ese que no me saluda no es alguien ajeno, soy solo yo, camuflada… dándome la esencial lección de que un acto compasivo vale más que hablar, enseñar o leer sobre cualquier práctica espiritual que se convierte innumerables veces en una cortina de humo que nos separa de lo real…y ya lo sabemos…SOLO EL AMOR ES REAL.

¡Gracias, Gracias, Gracias!

 

Tahíta