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domingo, 21 de julio de 2019

Sin resistir el Presente

"Lo que resistes no solo persiste, sino que crecerá en tamaño". 
~ Carl Jung

Nuestro estado natural, despierto, es no resistir nada.

Si vemos a través de la ilusión de la separación, el flujo libre de experiencias simplemente fluye, de continuo, dando la bienvenida a todo. No importa si duele, no importa si  no es deseable…el dar la bienvenida nos abre a la transformación.

No hay un sentirnos amenazados, ni miedo, ni nada que evitar o defender. Hay un “no esfuerzo”.

Pero si a ese fluir vamos sumando reacciones humanas, temores, deseos y expectativas… el mundo se divide en la dualidad de lo interno y lo externo, lo aceptable y lo inaceptable, también conocido como sufrimiento humano.

Descubrí que cuando estamos dispuestos a acoger nuestras emociones y sentirlas en nuestro cuerpo, podemos liberarnos. Cuando no pensamos demasiado en nuestros sentimientos, la emoción es simplemente emoción: movimiento y energía en nuestro cuerpo. Sin la idea de que una emoción sea buena o mala, simplemente podemos experimentarla por lo que es. Y aunque puede parecer incómodo al principio, estar completamente presente con nuestras emocioneses una experiencia hermosa..

Si queremos conocer la paz de nuestra verdadera naturaleza, tenemos que saber cómo y cuándo estamos resistiéndonos.

¿Qué es la resistencia? Es una actividad de la mente agitada que dice "NO" A su experiencia del momento presente. Es un deseo de aferrarnos a algunas experiencias y alejar nos de otras, un deseo de que las cosas sean diferentes de lo que son. ¿A qué sentimientos nos resistimos? ¿En qué sector de nuestra  vida decimos que no a lo que aparece? ¿Queremos  o esperamos que las cosas sean diferentes de lo que son?

Alguien me comentó  que odia la forma en que se siente por la mañana, con demasiada tensión y pensamientos preocupantes.

Odiar tu experiencia es resistir, y resistir es una receta para sentirte atrapado.

Estamos atrapados en una pelea con lo que está sucediendo, sin dejar espacio para que la experiencia en sí cambie o se mueva. Resistir energiza la experiencia en lugar de darle el espacio liberador que necesita para ir y venir sin apego.

La conciencia es el gran sanador. 

Cualquier sensación, pensamiento o emoción traída a la luz de nuestra conciencia, tarde o temprano se disolverá. 

Todo lo que resistimos persiste, pero lo que abrazamos se disipa.

Somos maestros en resistir nuestra experiencia. ¿Cómo nos resistimos? 

 A veces lo hacemos cediendo a comportamientos compulsivos como comer en exceso, consumir alcohol o drogas, comprar lo innecesario, criticar o cualquier otra actividad que nos distrae y compense de la huida de lo que es.

Otras…estando demasiado ocupados o preocupados como para estar presentes con nuestra  experiencia…rumiando una y otra vez pensamientos de preocupación, juicio, queja o culpa….negándonos  a aceptar cómo nos sentimos…esperando  que las cosas cambien.

El motivo común detrás de todos estos comportamientos es evitar que relajarnos con nuestra  experiencia presente.

Lo mejor es no resistirnos, no reprimir  sentimientos o cualquier aspecto de nuestro mundo interior. Cada vez que aparezcan, permitámosles ser, abracémoslos, amémoslos cuanto podamos. Vayamos despacio si nos sentimos abrumados, pero al menos tomémonos un tiempo todos los días para integrarnos y abrazar todo el vapor que surja de la olla del subconsciente. Simplemente podemos  sentarnos y dejar que salga a la superficie, como en una práctica de meditación simple.

 ¿Cómo conoceremos la paz si la experiencia presente es para nosotros un enemigo?

Podemos tomar la decisión sagrada de detener el impulso externo, ralentizar las cosas y volvernos amorosamente hacia adentro. Las cosas ahora tienen espacio para cambiar a medida que creamos una relación nueva y amorosa con lo que surge.

En lugar de odiar lo que está sucediendo, somos amigables y abiertos . Dejamos que las cosas sean como son. Nos convertimos  en la presencia acogedora que termina la guerra interior…esa guerra en contra de lo que es.

 Simplemente vayamos hacia adentro y demos un cálido y amoroso saludo a cualquier pensamiento, sentimiento o sensación física que esté presente. Respiremos y quedémonos presentes con lo que surge.

La mente se calma mientras el que quiere resistir comienza a desaparecer. 

Sin prestar atención a la historia en nuestros pensamientos, somos uno con lo que aparece, amándolo y abrazándolo como a un niño perdido hace mucho tiempo que vuelve a casa.

Y así permanecemos,  como una conciencia despierta... radiante, abierta, y sin resistir nada...

 

¡Y las bendiciones fluyen!

Tahíta

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