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lunes, 28 de diciembre de 2020

Discernimiento y Luz

 ¿Puedo distinguir lo verdadero de lo falso? ¿Me dejo llevar por las apariencias porque no me he dado cuenta de que son falsas? El discernimiento es una capacidad natural, que hemos tapado. Poder diferenciar lo verdadero de lo falso debería ser tan natural como darnos cuenta si tenemos hambre o sueño. Si tuviéramos una mente equilibrada estaríamos recibiendo la inteligencia superior como un flujo, en lugar de estar volcados completamente a las apariencias y las formas temporales. Pero nos hemos acostumbrado a creer real lo que la mente proyecta fuera, por eso buscamos fuera guías que nos digan cómo vivir.

La luz del discernimiento está siempre disponible.

No lo olvidemos. Esa luz es tapada u opacada por actitudes inconscientes, falta de atención, torbellinos emocionales en los que nos involucramos…y poco a poco dejamos de lado esa guía perfecta de la que podríamos tanto beneficiarnos, viviendo en contemplación y recibiendo las visiones más sublimes y adecuadas a cada momento.

No es que nosotros seamos cuerpo-mente y tengamos una pequeña chispa o luz…SOMOS ESA LUZ, a la que acompañan herramientas de manifestación que son el cuerpo y la mente, hechos también de luz, densificada, pues no hay más que Luz.

O sea, somos luz recubierta de formas, que son reflejos de esa misma Luz.

El problema es que las consideramos realidades separadas, no reflejos…y esos reflejos nos hipnotizan.

Allí comienza la ceguera de creernos separados, y la vida se nos vuelve al revés. Con paciencia y conciencia, hemos de darle vuelta nuevamente, como un guante. La tarea paciente es encontrar esa Luz en el laberinto humano para recibir su luminosidad, su inspiración. Así, cuando ya estemos reconectados luminosamente nos daremos cuenta de que lo Real no puede aparecer y desaparecer…lo sagrado, lo Divino, siempre es, y solo requiere consciencia. Lo que solo vive en el tiempo, no es real, solo reflejo temporal de lo Divino.

Una vez que tomamos contacto con la sabiduría de la Luz, vamos dejando de lado los conocimientos e informaciones que acumulamos en la memoria y repetimos una y otra vez, para acceder a una Fuente que mana constantemente y así Re-conocemos ese flujo infinito e ilimitado del que solíamos ser conscientes y olvidamos en las ilusiones temporales.

Por supuesto, nos distraeremos en este camino existencial, dejándonos llevar por impulsos, emociones, quehaceres innecesarios, deseos…pero siempre la Luz refulgirá y una vez que la re-conocimos, no podemos volver atrás.

Nos levantamos y hacemos las mismas cosas, pero acompañando nuestros movimientos hay una conciencia nueva. Las cosas empiezan a percibirse de otra manera y tenemos que tomar decisiones más conscientes… ¿qué parte de mí quiere obrar así? ¿Qué es lo que sucede? ¿por qué me pasa esto si hago lo de siempre? Solo tenemos que volver sobre nuestros pasos, esos que dimos desatendidamente, con más conciencia.

Antes nos movíamos por programas y energías de hábitos…ahora tenemos la oportunidad de distinguir claramente y abrir espacios para que entre más Luz.

No entretenernos más en cambiar la vida. No planear. Los cambios llegan y no se trata de que cambiemos nada, la misma Vida se encarga del acontecer. Florece una vida nueva, sin que intervenga la mente. La mente es tan astuta que tratará de convencernos de que para despertar aun más necesitamos planes, metas, ver cómo se comportan los iluminados e imitarlos.

No es la forma.

 La verdad se revela en la serenidad y el silencio, y lo demás es distracción.

 La claridad acompaña a una mente vacía.

La inspiración llega desde la luz.

 Lo adecuado fluirá de la Inteligencia. No necesitamos pensarla. Lo importante no es “hacer” sino “ver” …la acción será hija de la visión.

No hay nada que cambiar, sino que todo se hace espontáneamente desde una nueva comprensión. Y en esa comprensión y atención no necesito planear la vida.

Lo importante es VIVIR DESPIERTOS. Y el despertar no es nada místico ni lejano.

Es “darme cuenta”.

La angustia en la que solemos vivir, la sed de búsqueda, el miedo, se producen por no estar despiertos, conscientes de esa Luz que somos y la plenitud de vivir conscientes desde ella, no de la persona.

Y a ese estado de plenitud, que incluye claridad, libertad y amor, no se llega con métodos mentales, sino trascendiendo la mente pensante y adentrarnos en  la contemplación como terreno que propicia la guía luminosa de nuestro Ser.

Es un camino en el que, debido a tanto olvido, tendremos que ir paso a paso hasta adentrarnos en la Luz que siempre fuimos, somos y seremos… eternamente.

 

Gracias. Gracias. Gracias.   

viernes, 25 de diciembre de 2020

Acogiendo Todo con Bondad Amorosa

En estos tiempos de tanta lucha, oposición, negación, rechazo y divergencias entre nuestros personajes, incluso los que tratamos de estar despiertos y vigilantes enfundados en nuestros papeles duales, necesitamos aprender y reaprender día a día el arte de  acoger todo en nuestro Amor con bondad, lo que significa aprender a situarnos en la escena, y a la vez observando para no involucrarnos en las divisiones que crea nuestra mente, que si la navidad sí o la navidad no, que si esta persona es tóxica para tenerla cerca y la otra es nutricia, que si esto es mundano y lo otro es espiritual…

Ciertamente, es inevitable el uso de discernimiento en la escena dual, sin embargo, ¡cuánto nos nutre darnos cuenta y poner en práctica, en la medida de lo posible, el acogimiento de todo lo que surge!

La Conciencia es benevolente, y acepta todo lo que se presenta.

La Conciencia no dice jamás NO.

Y aun cuando rechazamos el presente, él está siendo acogido y aceptado por la conciencia.

Así que la consciencia es un sí total a todas las cosas, a todo lo que se presenta, por eso es benevolente, porque no dice no, sino que acoge.

Pero también es indiferente, en el sentido de que no tiene preferencia alguna, toma y acepta todo de la misma manera, sin juicio.

Así que cuando en cualquier texto se nos aconseja que tomemos todo con una “indiferencia bondadosa” lo que se nos quiere decir es que dejemos de lado escoger algo como más o menos espiritual, más o menos mundano…y aunque usemos el discernimiento, que nos sirve en el día a día, sea sin juicio y lo más bondadosamente posible.

Esta indiferencia benevolente es meditación: un estado meditativo de no juicio que está siempre presente, no solamente cuando nos sentamos en nuestros cojines de meditar, si es que lo hacemos.

Este estado de dar la acogida o bienvenida es el trasfondo consciente de toda nuestra Vida.

Nos demos cuenta o no, siempre estamos en un estado de meditación. La única diferencia es estar conscientes de ello o no.

Estamos conscientes en meditación cuando no somos más que una “escucha acogedora” de lo que se piensa o transcurre, sin historias, sin considerarnos hombre o mujer, ateo, cristiano, budista, padre o hijo…sino solo ese trasfondo consciente en que todo es acogido con Amor, sea lo que sea, porque no hay juicio.

Y vaya si eso cuesta y es duro para nuestro personaje en escena. Es muy difícil, pero no imposible, si damos espacio a esa conciencia para que resurja una y otra vez de entre las perturbadoras historias enjuiciadoras que nos envuelven como un regalo de navidad. Pero el regalo es el estado consciente y la paz inherente que porta.

La verdadera meditación no es más que eso.

Es importante tener esto en cuenta, porque ponemos demasiadas expectativas en la meditación, como que si meditamos vamos a ser más espirituales, mejores, que no vamos a sufrir, que no nos revolcaremos de nuevo en la ira, que lograremos la prosperidad, que nuestras relaciones serán más santas, etc. Algunas de esas cosas puedes suceder, pero no hay un propósito en meditar…o no debería haberlo si no queremos desilusionarnos y lanzarla por la ventana de nuestra vida, solo porque no cumplió con nuestras expectativas.

Mientras alberguemos expectativas, no estamos en meditación. En ese estado en que todo es acogido, aceptado y abrazado con bondad amorosa, siendo ese estado de “paz que supera toda comprensión” un regalo adicional al simple hecho de ser CONCIENCIA INFINITA en escucha y observación.

Conciencia que nunca dice NO, que no escoge y que todo lo abarca en la benevolencia de LO QUE ES.

 

Gracias. Gracias. Gracias

domingo, 20 de diciembre de 2020

Los problemas nos distraen del Amor

Es útil recordar que el ego inventa problemas que no se pueden resolver para distraernos de la curación real.

Cuando intentamos resolver problemas - en nuestra familia y amistades, en el trabajo o con nuestra salud - realmente estamos jugando un juego llamado postergar la percepción real.

Es como si el Espíritu viniera y nos ofreciera la mano y dijéramos: "Espera, tengo que ocuparme de este cordón desatado".

Esto no es un pecado contra Dios o la naturaleza. No vamos a ser castigados.

Es solo que hay otra forma más eficaz de hacer las cosas.

La sugerencia no es ignorar nuestros supuestos problemas en el mundo. Si el automóvil tiene una llanta pinchada, cámbiala. Si te ofrecen un aumento o un mejor empleo, acéptalo.

Más bien, se nos sugiere que simplemente notamos la naturaleza temporal de estas supuestas soluciones. Dado que todo está sujeto a cambios, todas son ilusorias y no pueden traernos una paz duradera.

La realidad es inmutable. Lo que anhelamos no es una vida libre de problemas, sino la realidad. Queremos conocer la verdad más allá de la ilusión.

Sin ilusiones no puede haber miedo, duda y ataque. Cuando ha llegado la verdad, todo el dolor se acaba, porque no hay lugar para pensamientos transitorios e ideas muertas que permanezcan en tu mente. La verdad ocupa tu mente por completo, liberándote de todas las creencias en lo efímero.

Ese es el fundamento firme de la paz.

Cuando busquemos soluciones específicas para problemas específicos que ocurren en el mundo, las encontraremos. Los neumáticos pinchados se arreglan; los dolores de cabeza desaparecen. Pero esas "soluciones" nunca alcanzan el problema subyacente de nuestra separación de Dios, que es el único problema que tenemos.

El ego se complace en negociar breves ceses del fuego en su guerra por la paz, siempre que no abandonemos la batalla por completo. Pero tomemos como objetivo eliminar los obstáculos a la presencia del Amor y, al hacerlo, podemos dejar por completo los conflictos artificiales del ego.

Es un hecho que los bloqueos a la conciencia del amor aparecen como problemas como autos averiados, fondos insuficientes, la cena que se quemó, un diagnóstico de cáncer o la muerte de un sea amado. Con el tiempo aprendemos que son simplemente reflejos de nuestra confusión subyacente sobre lo que somos en verdad.

Para un organismo mundano, un cuerpo, el cáncer es un problema real. El tratamiento médico es una verdadera solución.

Pero no somos cuerpos en un mundo. No tenemos cáncer ni nos curamos del cáncer.

 

El Ego quiere que olvidemos esto. De no ser así, quiere que la aceptemos como una mera idea posible entre muchas con las que la gente razonable puede estar en desacuerdo.

A toda costa, el ego necesita mantener el cuerpo en el centro de nuestros pensamientos. Necesita que sigamos considerando al cuerpo como la clave de nuestra propia identidad y el espacio de encuentro de todas nuestras relaciones.

Podemos someternos a quimioterapia o lo que sea, mientras recordamos amablemente que estas experiencias no son reales, sino ilusiones diseñadas para distraernos de la curación real

En el mundo, los problemas y sus supuestas soluciones son lo mismo. Las "soluciones" son simplemente "problemas" a la inversa.

Nuestro trabajo no es resistir este conflicto, mucho menos tratar de resolverlo, sino salirnos de una vieja forma de pensar sobre él, para reemplazarla por una forma que reconoce el amor, independientemente de un cuerpo. Que no rechaza el cuerpo. Que ni siquiera ve el cuerpo. Se olvida del cuerpo.

Esta forma de pensar refleja nuestra identidad real, no sujeta al tiempo ni al espacio, incapaz de perderse o encontrarse, más allá de la separación e incluso de la idea de unidad.

Esa es nuestra realidad ahora. Cuando vemos los "problemas y soluciones" del ego como algo más que una distracción tonta de la realidad, permitimos que nos bloquee nuestra conciencia del amor.

No perdemos la realidad; perdemos conciencia de la realidad. Y es una pérdida de conciencia que duele.

Y siempre, hay otra forma menos dolorosa de vivir este sueño: en atención, comprensión, despiertos a los simulacros del ego…y en AMOR

 

Gracias. Gracias. Gracias

viernes, 18 de diciembre de 2020

Prestando atención a la Unicidad

 

Lo que anhelamos ya nos fue dado.

 Lo que creemos que está perdido y debe ser recuperado nunca se fue. No se puede perder.

Buscar refuerza la separación porque dirige nuestra atención lejos de la Fuente de la Vida.

Esa es la razón por la que, aunque muchos no lo comprendan, se tiene que abandonar la búsqueda y solo autoindagar en nuestro Ser. Ningún mote es tan limitante como el de:” Buscador de la Verdad” El Ser y la Verdad son lo mismo y buscar lo que somo nos divide en buscador y objeto buscado, cuando no existe tal separación.

La separación es simplemente una percepción defectuosa de la realidad.

Lo que llamamos separación es nuestra insistencia en que la vida parezca separada, que parezca fragmentada. La creación se da en su totalidad y la dividimos en partes, la segmentamos en momentos, rechazamos algunos aspectos y abrazamos otros.

Nuestro sufrimiento, todo sufrimiento, surge de esta división.

Entonces la separación es una forma confusa de pensar a la que estamos adaptados.

 Creemos que refleja la realidad, pero no es así. Refleja nuestra distorsión personal de la realidad.

Un curso de milagros, al igual que otros instrumentos como el advaita y los maestros que ya han renunciado a la búsqueda y a la fragmentación del Uno, nos ofrecen una manera de realinear nuestro pensamiento con la integridad, la unicidad en la que no hay partes a las que calificar, juzgar, acomodar…paso a paso, relación por relación, hasta que incluso la idea de separación se desvanece.

Todo lo que podemos hacer es prestar atención, notar cuando excluimos algo de la atención y luego traerlo de vuelta suavemente. Eso es perdón. Inclusión sin juicio de lo que la mente fragmenta en el Todo que ES.

Cuando surgen pensamientos inquietantes, los dejamos ser. No los rechazamos ni los analizamos. Los dejamos ser. Y también hacemos esto con los llamados buenos pensamientos.

Nada puede excluirse porque nada es que no sea Dios. Todo lo que se ofrece a nuestra atención contiene en él la esencia de Dios, la Conciencia Infinita, la Fuente, la Esencia o como queramos llamarlo…entonces, todo puede ser perdonado. Que no es otra cosa que considerar inocente al sueño mismo de separatividad que nos hemos creído y creado.

La atención revela la realidad, pero a menudo de formas que no podemos anticipar y, a veces, de formas que parece que no podemos manejar.

 ¡Cuántas veces caemos en pedazos - pedazos enojados, pedazos confusos, pedazos manipuladores - ante el Amor!

¿Y qué podemos hacer sino continuar más y más lento, con la mayor atención posible?

 ¿Qué más podría ser la curación?

Trascender la aparente división para amarlo todo. Mirar todo con Amor.

Tenemos que descubrir qué significa prestar atención y ver de esta manera. Es la acción más simple y natural que uno pueda imaginar porque no requiere esfuerzo. Eso es todo lo que vamos a descubrir: y cuando lo descubramos, veremos que siempre supimos hacerlo.

Así nos convertimos, a través del don de la atención, en testigos de la Unidad

La Unidad que es ahora, fue siempre y siempre será, nuestra realidad.

 

Gracias. Gracias. Gracias

domingo, 13 de diciembre de 2020

El verdadero volver a casa

Para este personaje que soy en minúscula, pasajero de un sueño de vida separada del Todo que nos sostiene, es fundamental estar  en contacto con la naturaleza. Por eso, tener un pedazo de tierra con árboles, arbustos y flores o caminar bajo los árboles es una experiencia de reconexión, cuando me adormilo pensando que soy un ser separado, aislado.

En esos momentos de reconexión, que aspiro aumentar, recuerdo la Unidad en la que Somos.

El sufrimiento solo es posible cuando nos percibimos separados, aislados de esa corriente de Conciencia, eterna e infinita. Cuando nos creemos encerrados en los límites corporales y nos identificamos con ellos de tal forma que nos vemos como marionetas circunstanciales y vemos a los demás también como pequeños personajes perdidos en medio de una vorágine de energías y fuerzas atemorizantes.

Es una herencia pesada esta inventada y pequeña conciencia separada. Ningún árbol, piedra, pájaro “lucha o  se esfuerza” por diferenciarse de otras conciencias ni compite para destacar. El personaje humano sí, y se teje su propia red de pretendidos fracasos, sentimientos de superioridad o inferioridad, celos, venganzas, rencores…que son tan irreales, como el concepto de que somos partículas separadas unas de otras empujándonos por lograr  espacio, en imaginarios  límites inexistentes.

Dejando esa lucha, podemos descansar en la perfección de todo, tal cual es, desde una conciencia profunda que no se percibe como separada o aislada de nada. Esa separación tejida por la mente pensante no vigilada nos hace sentirnos pequeños, indefensos, vulnerables y amenazados, porque, claro, se sabe que separados, el fin es lo que llamamos muerte, y más allá intuimos o sentimos una trascendencia innata que no se conforma con nacimientos y finales.

El SER  en el que vivimos y que Vive a través de nosotros es amoroso y eterno…y en él la trascendencia de nuestra seidad es una realidad en la que el temor no existe.

Perdemos el sentido de pertenencia a ese Todo Uno cuando nos involucramos e identificamos con la mente pensante, descuidando el contacto vivo con esa existencia eterna e infinita que solo se recupera con PRESENCIA EN EL AQUÍ Y AHORA. Perdida la conciencia de lo eterno, infinito y omni-abarcante,  es lógico sentir temor y percibirnos como “fuera de casa” en un entorno vacío, amenazador  que no conoce el abrazo y el sostén del AMOR INCONDICIONAL  que somos.

Nos cargamos nuestras corazas y nos encerramos en el cuerpo para hacer frente a un mundo en el que la supervivencia  del más fuerte parece reforzar más y más nuestra separación de la existencia Una. La piel es un órgano de separación, en lugar de ser uno de “común-unión” con el cuerpo colectivo que compartimos con toda la naturaleza.

Los árboles, los animales, las flores…escuchan desde su innato don de ser  sensibles a su seidad, cómo y cuándo florecer, cuándo y cómo emigrar, qué comer y qué no,  y cómo moverse, desde el interior. En cambio nosotros necesitamos libros que nos digan qué comer, cuanto dormir o cuánta agua tomar, cómo relacionarnos o resolver un supuesto conflicto de inexistente territorio personal…porque hemos perdido nuestro HOGAR y vagamos distraídos sin seguir las señales que por intuición nos llegarían como guía infalible, gratuita y amorosa.

Perdimos el contacto con nuestra esencia, con esa sabiduría natural en la que lo sabemos todo, que nos habla desde dentro cuando silenciamos la mente individual agitada y divagante, separada y temerosa, interesada e incoherente. Por eso los animales son más sabios: porque escuchan de una manera natural desde dentro, el ritmo de la Vida guiando su paso por este mundo dual

En esa agitación mental en la que vivimos, hasta nos olvidamos de respirar al ritmo de la vida, y cortar la  relación de aire compartido cercena la correlación del cuerpo con la no materia desde la cual la trascendencia nos envía sus señales presenciales.

Ya no escuchamos los mensajes de la Vida.

No creemos que el planeta y nosotros somos la misma cosa, y nos perdemos en conceptos de ecología y cuidado ambiental que no funcionan si no nos vivenciamos como FUSIONADOS con el planeta y el universo.

Si podemos, conectemos con la naturaleza. Si no, respiremos a conciencia para reconectarnos con la Vida.

Volvamos a casa…esa que en realidad nunca dejamos, pero  mentalmente desconocemos cuando nos distraemos del AHORA.

La Vida Una que nos contiene y sostiene, que vive a través de nosotros, que nos abraza, que nos ama, que NOS VIVE…solo es percibida, al igual que su gracia y su guía  en nuestro Hogar, que es EL AHORA, ese en el que la mente pensante no funciona.

Descansemos en el Hogar, que borra de un plumazo todas las especulaciones de una mente temerosa que teje historias locas de separatividad, luchas y sufrimiento, haciéndonos perder la paz, el amor total, la trascendencia y la eternidad que guarda la UNICIDAD.

Nuestra casa es el AHORA.

 

Gracias. Gracias. Gracias

sábado, 5 de diciembre de 2020

Saliendo del dolor…entrando en él

Seamos quienes seamos, dondequiera que estemos, inevitablemente experimentamos dolor. E inevitablemente también, tendemos a almacenar la mayor cantidad posible de nuestro dolor en nuestra sombra, encontrando estrategias para adormecer, evitar o alejarnos del dolor. Cuanto más intentamos huir de la presencia sentida del dolor, ya sea a través de la negación, la disociación o la distracción, más profundamente se arraiga en nosotros, y no solo en nuestra sombra. Entonces, ¿qué vamos a hacer?

La respuesta básica comienza con volvernos hacia nuestro dolor, lo que significa enfrentar y sentir directamente la cruda realidad del mismo. Luego, finalmente, nos acercamos a nuestro dolor, paso a paso, entrando en él gradualmente, llevando nuestra conciencia incondicional a su dominio. Y empezamos a reconocer que para salir de nuestro dolor, tenemos que entrar en él.

A menudo, cuando decimos que sentimos dolor, no estamos realmente dentro de nuestro dolor, sino que estamos más cerca de él de lo que nos gustaría. En cierto sentido, todavía estamos fuera de él, sin experimentar  sus profundidades, alejados de su veta más profunda.

Pero, podemos preguntarnos, ¿no es el punto deshacerse del dolor o al menos alejarse de él? Después de todo, ¿el dolor ya no es lo suficientemente desagradable? ¿Por qué empeorarlo acercándose a él, y mucho menos entrando en él? Estas y otras preguntas similares son bastante comprensibles, dada nuestra común aversión al dolor, ya sea físico, mental, emocional o espiritual. La sola noción de volvernos hacia nuestro dolor y acercarnos lo suficiente a él para comenzar a conocerlo bien puede parecer inicialmente contradictoria, temeraria, equivocada o masoquista.

Sin embargo, al volvernos hacia nuestro dolor hay una gran libertad, una libertad que nos afianza en el núcleo del Ser. A medida que desmontamos  lenta pero constantemente nuestras diversas formas de huir de nuestro dolor, la energía que hemos invertido en alejarnos de nuestro dolor, en lugar de simplemente estar con nuestro dolor, se libera y queda disponible para que la usemos para otros propósitos.

Permanecer presente con nuestro dolor puede no ser nada fácil, pero con práctica es bastante factible. Y cuanto más consistentemente presentes estemos con nuestro dolor, menos  duele. Puede que todavía duela, pero no nos importará tanto, porque somos más capaces de retenerlo, tanto de contenerlo como de expresarlo bajo ciertas condiciones (como cuando la liberación emocional es claramente necesaria).

Hay muchos tipos de dolor —físico, emocional, mental, psicológico, existencial— pero la esencia de cada tipo de dolor es una sensación imperiosa de malestar  que va desde la irritabilidad hasta la agonía. Esa sensación, esa esencia, es la que hay que contactar, sostener, tolerar,  y con la que intimamos mientras trabajamos con el dolor, conociéndolo tanto en sus detalles como en su centro.

El dolor puede consumirnos, y nuestros esfuerzos por alejarnos del dolor también pueden consumirnos. Cuando nos alejamos de nuestro dolor, buscando un escape de él, evitando así conocerlo y relacionarnos con él, quedamos atrapados en nuestras aparentes soluciones a nuestro dolor, apegándonos o haciéndonos adictos a lo que sea que nos aleje de él de manera más placentera o confiable.

Por mucho que deseemos que el dolor no esté allí, permanece, ofreciéndonos la misma oportunidad básica: dejar de evitarlo para usar esa energía en  algo más vivificante, permitiéndonos abrir aún más nuestros ojos  y arraigarnos en la realidad.

Esto no significa que el dolor sea una especie de regalo maravilloso, sino más bien que la presencia del dolor que se siente abiertamente  y sin huida ni negación, tiene la capacidad de enfocar nuestra atención y lograr una perspectiva más lúcida, no sobre cómo evitar el dolor, que es imposible, sino cómo  abrirnos a él, integrarlo, comprenderlo y al hacerlo consciente, disolverlo…pues la Luz de la consciencia clarifica todo.

Aunque convenimos en que no es fácil, es simple de explicar…cuando siento cualquier malestar, físico, emocional o mental…detengo cualquier juicio, apreciación o agregado al mismo y solo LO SIENTO en su máxima expresión, sin ponerme a querer “zafar” o distraerme…ese enfoque al principio lo aumenta, pero como la cuota de energía del mismo se va agotando, poco a poco podemos estarnos con él o en él, hasta que disminuya, desaparezca o se vuelva cada vez menos trascendente su presencia. Esa es la única forma en que no reaparezca una y mil veces…y si lo hace, sondear la causa no con esfuerzo, sino intuitivamente, vigilando cuando regresa, qué lo dispara y  abriéndonos siempre a LO QUE ES.

Ve al corazón de tu dolor y no encontrarás más dolor sino más bien una libertad que no requiere la ausencia de dolor, sino que lo abraza como  indicador en el camino que  ayuda a la autoobservación, la comprensión, la revelación causal…y aun la resiliencia.

Gracias. Gracias. Gracias