DONACIÓN AMOROSA

 

DONACIÓN AMOROSA

 

GRACIAS

GRACIASSSS...Por todo vuestro amoroso apoyo tanto presencial como financiero, los que han podido, a través de tantos años. Porque ayuda el que dona dinero...pero ayuda inconmensurablemente quien expande su amor y su Presencia en el Infinito Campo de Conciencia en el que estamos entrelazados♥

Buscar este blog

viernes, 29 de abril de 2022

Alquimia de las emociones oscuras- Tahíta

 


Las emociones como el dolor, el miedo y la desesperación son una parte tan importante de la condición humana como el amor, el asombro y la alegría. Son nuestras respuestas naturales e inevitables a la existencia cuando la pérdida, la vulnerabilidad y la violencia irrumpan en nuestro territorio humano. 

Estas son las llamadas emociones oscuras, pero por oscuras no se quiere decir que sean malas, malsanas o patológicas. Sino que que, como cultura, hemos mantenido estas emociones en la oscuridad: vergonzosas, secretas e invisibles.

La fobia a las emociones que nos han inculcado nos disocia de las energías de estas emociones y nos dice que son no confiables, peligrosas y destructivas. Al igual que otros rasgos, como la vulnerabilidad, por ejemplo, y la dependencia, la emotividad se asocia con la debilidad. Tendemos a considerar estas emociones dolorosas como signos de fragilidad psicológica o defecto espiritual.

 Las suprimimos, intelectualizamos, juzgamos o negamos. Podemos usar nuestras creencias o prácticas espirituales para eludir su realidad.

Pocos de nosotros aprendemos a experimentar las emociones oscuras por completo, en el cuerpo, con conciencia, por lo que terminamos experimentando sus energías en formas neuróticas o peligrosas. 

Actuamos impulsivamente. Nos volvemos adictos a una variedad de sustancias y/o actividades. Nos deprimimos, nos angustiamos o nos entumecemos emocionalmente, y las emociones oscuras abortadas están en la raíz de estos trastornos psicológicos característicos de nuestro tiempo. Pero no son las emociones en sí mismas las que son el problema; es nuestra incapacidad para soportarlas conscientemente.

Cada emoción oscura tiene un valor y un propósito. No hay emociones negativas; sólo hay actitudes negativas hacia las emociones que no nos gustan y que no podemos tolerar, y las consecuencias negativas de negarlas. 

Las emociones que llamamos “negativas” son energías que captan nuestra atención, piden expresión, transmiten información e impulsan a la acción. 

El duelo nos dice que todos estamos interconectados en la red de la vida, y que lo que nos conecta también nos rompe el corazón. 

El miedo nos alerta para proteger y sostener la vida. 

La desesperación nos pide que lamentemos nuestras pérdidas, que examinemos y transformemos el sentido de nuestras vidas, que reparemos las heridas. 

Cada una de estas emociones tiene un propósito y es útil, si sabemos cómo escucharlas.

Pero si en nuestra cultura apenas se tolera el duelo, menos aún el miedo y la desesperación. El hecho es que todos tenemos miedo y actuamos como si no lo tuviéramos. Tememos la pura vulnerabilidad de la existencia; tememos su imprevisibilidad.

 Cuando no podemos sentir nuestro miedo de manera consciente, lo convertimos en ira, enfermedades psicosomáticas o una serie de "trastornos de ansiedad", desplazamientos de miedos que no podemos sentir ni nombrar.

Hemos perdido el contacto con la experiencia real del miedo primitivo y natural. 

Cuando se adormece el miedo, aprendemos poco sobre para qué sirve: como un sistema de alarma que ignoramos

El miedo no aceptado suele convertirse en una fuente inconsciente de venganza, violencia y otros actos destructivos

En cuanto a la desesperación, ¿cuántos de nosotros no han experimentado períodos de sentirse vacíos, desolados, sin esperanza, meditando sobre la oscuridad de nuestro mundo?

Diría que la desesperación es común, pero ya no hablamos de desesperación. Hablamos de depresión clínica, deficiencia de serotonina, trastorno bioquímico y los nuevos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina. Tratamos la “enfermedad” con una serie de nuevos medicamentos. 

Sin embargo, no te inspiran diciéndote…

Si estás afligido, hazlo con atención plena. 

Presta atención a tu dolor.

 Detente y escúchalo.

 Hazte amigo y déjalo ser.

 Las emociones oscuras son maestros profundos.

Muchos que han atendido su duelo dicen que fue un proceso de transformación que llamaron “la alquimia de las emociones oscuras”.

La alquimia de las emociones oscuras es un proceso que no se puede forzar, pero se puede fomentar cultivando ciertas habilidades básicas que son atender, hacerse amigo y rendirse a las emociones que nos incomodan.

Atender nuestras emociones oscuras no es solo notar un sentimiento y luego distanciarnos de él. Se trata de ser consciente de las emociones como sensaciones corporales y experimentarlas plenamente. 

Entablar amistad con las emociones es la forma en que ampliamos nuestros períodos de atención emocional. Una vez más, este es un proceso amigable con el cuerpo: entrar en el cuerpo, no alejarse de él hacia nuestros pensamientos. Al menos, es un proceso de tomar conciencia de cómo nuestros pensamientos desencadenan emociones y nos alejan de ellas. 

De manera similar, la entrega no se trata de dejar ir sino de dejar ser.

Por eso…

Deja que los vientos lleguen.

Deja que arrasen y embatan.

Solo mantente consciente y atento.

Todos los vientos traen algo más que aquello que percibimos.

Sacuden, desorganizan, renuevan, mueven, cambian, refrescan o entibian, sacuden viejas estructuras, creencias, posiciones.

Desarraigan.

Fortalecen.

Reavivan.

 

Gracias. Gracias. Gracias.

 

 

lunes, 25 de abril de 2022

La Vida, no yo - Tahíta

 



La vida es el único Sujeto de todas las acciones: en mí, en cada persona, en cada situación..., es la Vida la que se está expresando.

De modo que, por más que pueda enojar y desafiar a nuestra mente controladora, todo es en todo momento como tiene que ser. Cuando esto se comprende, aparece cierta paz y liberación del sufrimiento, en un alineamiento con la realidad, que te lleva a amar lo que es, recordándote a ti mismo en cualquier circunstancia: “esto que ha ocurrido es lo que tenía que ocurrir”.

Desde ya, la comprensión tiene que ser muy profunda para producir paz, y no es una comprensión mental.

No la he logrado todavía, ni sé si se logra completamente. Siento arrebatos y remolinos emocionales que en nada se parecen a la paz del Espíritu…pero bueno, tal vez debamos internalizar una y otra vez esa aceptación integral y estar muy atentos ante los remolinos emocionales que no nos permiten alinearnos con el Ser imperturbable.

Si la única razón por la que sufrimos es nuestro rechazo de lo que nos ofrece el momento presente, la liberación del sufrimiento solo puede venir de la mano de la más profunda aceptación. Y aunque parece no demasiado difícil enarbolarla como ideal…en la práctica, la atención y la observación tienen que incrementarse para que la paz nos mesa en su regazo sin vientos arrebatadores.

Si me preguntan si es posible en completitud…no lo sé.

Tal vez sepamos que, en todo momento, lo que hago es lo que “tengo” que hacer..., y lo que cada persona hace es lo que “tiene” que hacer…sin embargo, algunas de las cosas que SON…nos cachetean desde la personalidad individual, esa desde la cual nos permitimos vivir en esta dualidad. Aun así, no hay lugar para el orgullo ni la culpa; tampoco para el juicio y la condena. Solo hay comprensión desde la cual, para sorpresa de la mente, brotará la acción adecuada. Porque no es el yo, sino la Vida, el Sujeto de la misma.

Desde el yo seguiremos descascarando la realidad para que pueda haber un atisbo cada vez mayor de paz.

Esta postura de alineamiento con lo real no tiene nada que ver con la resignación o la indiferencia, que son actitudes propias del ego, sino que abre un espacio para la humildad y la comprensión: una comprensión que la mente no capta por lo que es inútil entrar en discusiones mentales acerca de la verdad. No porque seamos irracionales, sino porque esa verdad se halla en “otro nivel”, que transciende la mente y se puede ver en profundidad, más allá de las apariencias y por “detrás” de todo el “juego” en el que el ego y la mente están inmersos.

Hacia ahí apuntan las palabras de Joan Tollifson, a la que admiro:

“Cada ola en el océano es inseparable del océano. Olear es algo que hace el océano, un movimiento que cambia constantemente y que nunca se aferra a ninguna forma particular. No hay límite real entre una ola y otra, y cada ola es igualmente agua. Ninguna ola individual puede decidir ir en una dirección distinta a aquella hacia la que el océano en su conjunto se está moviendo. ¿Es posible que todo, incluyendo lo que parecen ser “mis” decisiones independientes, sean movimientos de una unicidad sin fisuras? ¿Y podría esta unicidad ser una vibrante vivacidad, una inteligencia? ¿Y si el universo estuviera hecho de consciencia y no de materia muerta? ¿Y si la misma consciencia indivisa se manifestara como todo, representando todos los papeles, soñando todos los sueños?”.

Y en ese nivel profundo, al que la mente no puede acceder, todo está bien y todo es como tiene que ser.

Hay un texto atribuido al Buddha, que afirma lo siguiente: “El que logra aceptar la perfección divina detrás de toda situación, puede liberar en un instante años de rencor, resentimiento y enfermedad”.

En efecto, cuando comprendemos que solo la Vida es el Sujeto de todas las acciones, cambia por completo el modo de percibirlas, por más “injustas” que parezcan a la mente.

Solo hay que estar abiertos a una comprensión no dualista que, como proceso siempre presente y en espiral, nos llevará en su fuerza oceánica a vivir desde la ola, pero con la perspectiva del océano Uno en el que se diluye toda falta de paz.

 

Gracias. Gracias. Gracias.

 

 

jueves, 14 de abril de 2022

Lo mejor que pude- Tahíta

 



 

Desde que tengo memoria, he tenido grandes exigencias sobre mí misma.

Consciente e inconscientemente.

No importa cuánto intente cambiar, soy una perfeccionista, lo cual es doloroso y difícil y una lección que lleva años. Porque no importa cuánto anhele esa parte inconsciente de mí la perfección, sé que no sucederá.

Mi parte lógica y racional sabe que la perfección no existe.

Sin embargo, la parte del sentimiento dentro de mí todavía quiere creer que sí. Después de todo, he pasado mi vida esforzándome por lograrlo, evaluándome a mí misma en relación con “cuanto mejor lo puedo hacer”.

He pasado años desenredándome suavemente del auto juicio, de esa voz exigente, a menudo aparentemente intolerante, dentro de mi cabeza.

Al principio fue doloroso sentarme allí y escuchar las palabras que decía esa voz, podía ser tan mala. Pero con el tiempo, la atención y la conciencia, aprendí a distanciarme de ella.

Aprendí que ella no soy yo.

Su voz puede sonar como la mía, pero sé que sus palabras no son mías.

Con el tiempo, he cultivado una calidez hacia mí misma: amabilidad, dulzura, comprensión amorosa.

Una reacción instintiva de ser amorosa.

Incluso cuando puedo sentir que quiero juzgarme a mí misma por no saber algo o por no hacer algo que creo que debería haber sido capaz de hacer, casi instantáneamente respondo internamente con un tono más cálido y afectuoso: “Está bien. Estamos aprendiendo”.

Creo que muchos de nosotros somos así. Parece ser algo que afecta a muchos de nosotros.

Y es algo que espero que todos podamos suavizar y agradeciendo, superar.

La vida es un proceso; es un despliegue continuo. Todos tenemos lecciones, y estamos aprendiendo. Todos estamos haciendo lo mejor que podemos.

Si hubiéramos sabido antes lo que sabemos ahora, lo habríamos hecho mejor. Si supiéramos más en este momento, lo haríamos mejor ahora.

Cada vez que me siento molesta o incómoda por algo, por algo que estoy haciendo (o no haciendo), algo que no sé si siento que debo hacer, me digo estas palabras a mí misma:

Estoy haciendo lo mejor que puedo.

Cada vez que digo estas palabras, todo mi cuerpo se relaja. Mi mente se relaja.

Cualquier energía tensa que ocupaba mi espacio se suaviza; se disuelve

Porque el alma sabe que es verdad.

Solo podemos hacer nuestro mejor esfuerzo.

No podemos saber más de lo que sabemos. No podemos hacer más de lo que somos capaces actualmente. No podemos hacerlo mejor que desde nuestro mejor esfuerzo.

Es fácil juzgar en retrospectiva: ah, debería haber... podría haber... Si tan solo hubiera sabido, habría... ¿Por qué no... ¿Cómo podría no haber?... Ojalá... y así sucesivamente.

Pero hicimos lo mejor que pudimos en esos momentos.

Y si hacemos nuestro mejor esfuerzo en estos momentos actuales, en todos nuestros momentos, si somos verdaderos y puros con esa intención y acción, entonces eso es todo lo que podemos hacer.

Y eso es hermoso

Deja que estas palabras te tranquilicen en los momentos en que estés luchando o sientas que no estás a la altura de lo que crees que debería:

Estoy haciendo lo mejor que puedo.

Di estas palabras. Siéntelas. Respira en ellas.

Permite que se hundan en ti.

Y percibe cómo te sientes.

 

Gracias. Gracias. Gracias