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lunes, 30 de diciembre de 2019

La hierba crece Sola...o sobre cómo relajar el ego

Abandonar la tensión del cuerpo-mente, distender el pensar, soltarse en el ahora, es relajar el ego, relajar el personaje y permitirnos ser el trasfondo, lo que somos al dejar el escenario y quitarnos las máscaras a veces necesarias.

Es fácil al leer sobre la relajación del Ego encontrar algo como “no ser nada, no hacer nada, no obtener nada, convertirse en nada, no buscar nada, no renunciar a nada. O un…”Sé como eres: descansa en Diosy al final confundirlo con ser pasivo, no responder a nuestras responsabilidades en el trabajo, la familia, las finanzas, la salud y los asuntos de la vida diaria.

La relajación del ego no es una estrategia de evitación, o sea evadirnos de lo que necesariamente hay que hacer, ni un colapsar de todo. Es simplemente una invitación para el "yo" que se siente separado, inseguro y asustado, a que renuncie a su papel de “director de vida”, al menos por un tiempo.

 Antes de que podamos relajar el ego, primero tenemos que percibir que ese "yo" familiar no es un yo real. Más bien, es una red de mecanismos de adaptación, defensas, creencias y estrategias que formadas antes de nuestros 5 años de edad, y que  consideramos "yo". Este "pequeño yo" piensa que es el que tiene que descubrir cómo transitar el camino espiritual, cómo dirigir el modo de  manejarnos en el trabajo, el matrimonio y los desafíos de la vida. Esto es inevitablemente estresante porque este "yo" es muy limitado y realmente no puede hacerlo. Solo sabe cómo volver a la experiencia previa, ya conocida y no siempre eficaz, y aplicarla al presente, esforzándose más para que estas estrategias limitadas funcionen. Es como poner la conciencia de un niño de 5 años a cargo de nuestra vida.

Cuando hablo de relajar el ego,  lo considero como una invitación a este "yo" a retirarse de todo ese trabajo innecesario. Para esto, es vital reconocer que existimos debido a algo mucho más profundo que nuestra pequeña mente, algo que no es una "cosa" pero que, sin embargo, ha estado aquí todos los días de nuestra vida, en la base misma de nuestro Ser. Podemos llamarlo…Presencia, Consciencia, Campo, Espíritu.

Toda nuestra inseguridad, estrés e intentos ocurren dentro de esa conciencia amorosa y la misma e infinita inteligencia. Por eso, a cada instante somos invitados a relajarnos en lo inamovible, la consciencia que nunca cambia, la que no tiene nada que ver con nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestros padres, nuestras preocupaciones o quién es el presidente.

Esencialmente, la relajación del ego nos invita a ESTAR aquí: a SENTIR todo... y NO HACER nada para reorganizar esa experiencia sanadora de relajación. Este "primer paso" parece simple y finalmente lo es, pero se requiere disciplina porque siempre surge desde el ego una resistencia. Entonces, paradójicamente, la relajación del ego es una PRÁCTICA de relajar y soltar también el aferrarse, el rechazo, la distracción y lo juicios que normalmente surgen.

Solo respiramos y lo dejamos ser, hasta que nuestra  compulsión automática de esforzarnos más, manipular el universo para satisfacer nuestros deseos o apaciguar los miedos se haya calmado.

Una vez que se ha producido un poco de relajación, a la que reconoceremos por una placentera ausencia de tensión, podemos preguntarnos "¿Qué necesito ahora?" Y descansar pacientemente en esa espaciosa receptividad. Este es el terreno fértil del que puede surgir la Gracia. No podemos abarcarla intelectualmente. Solo sentirla.

De la amplitud de "nada y nadie", emergen milagrosamente cualidades esenciales como la compasión por quienes aun sostienen un comportamiento defensivo. Quizás la gracia se manifieste como una ola de inspiración en un proyecto en el que estamos trabajando. Tal vez surja como confianza de que las cosas se desarrollarán en una buena dirección, tal vez aportando claridad sobre qué decir o hacer que sirva a la situación en cuestión. A menudo, simplemente nos encontramos siendo abrazados y dirigidos naturalmente a un curso de acción diferente, pero sin el agregado mental.

Si hay algo que he aprendido mientras practico la relajación del ego en medio de mi vida cotidiana, es que la gracia puede ser considerada algo muy elevado, pero es asombrosamente práctica.

 Si soltamos un poco las riendas, siempre da vida a lo que prácticamente nos sirve mejor. Esto se debe a que la gracia en sí misma es bondad ilimitada, inteligencia infinita, y su característica definitoria es su capacidad de FLUJO.

La próxima vez que nos pillemos en el acto de empujar, apurar, intentar, empecinarnos, contraernos…ya sea que se manifieste más en el territorio de las relaciones, los proyectos de trabajo, las finanzas, los sueños, etc... tan pronto como comencemos a contraernos de esa manera familiar en la que hemos estado haciéndolo desde niños, DETENGÁMONOS y tomemos un descanso relajando el ego. Solo necesitamos cinco minutos. Luego podemos regresar  a nuestras tareas, pero veamos si podemos dejar que el "hacer" fluya a partir del reconocimiento de lo que siempre ha sido el hacedor... (Que no es ese niño de cinco años dentro nuestro convertido en ego con mochila adicional).

Si nos atrevemos a poner esto en práctica, nos encontramos sorpresivamente en…el flujo.

 Cuánto más agradable puede ser la vida cuando paramos y desistimos de la manipulación habitual de la mente. Uno de los descubrimientos que podemos hacer es que cuando relajamos el ego, somos más efectivos en todos nuestros quehaceres, tal vez porque no nos interponemos en el camino de esa energía poderosa que puede actuar más libremente y mejor.

El poeta japonés Batsho Matsuo escribió algo que siempre relaja…

 

  Sentado en silencio, sin hacer nada, llega la primavera y la hierba crece sola”.

 

¡Y las bendiciones fluyen!

Gracias. Gracias. Gracias

 

Tahíta

 

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