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miércoles, 8 de diciembre de 2021

"¡Me rindo!" -Tahíta

 


 


El poeta sufí Hafiz, hizo la siguiente pregunta:

“¿Cuál es la diferencia entre tu experiencia de existencia y la de un santo?

El santo sabe que el camino espiritual es un juego de ajedrez sublime con Dios, y que Dios  (Conciencia Infinita) acaba de hacer un movimiento tan estupendo, que el santo está tropezando de alegría, rodando de risa y diciendo "¡Me rindo!" Mientras que los demás, todavía tratan de ganar la partida a Dios seriamente.

Sin embargo, podemos desenredar algunos de los hilos más profundos de nuestras defensas del ego y reconocer algunos fundamentos de cómo nos desconectamos del amor dentro nuestro. Pero nos inundan sentimientos de miedo, deficiencia, frustración y falta… huellas históricas, creencias que se consolidaron y llevaron a que se desarrollaran en nuestra vida patrones dolorosos que sabotean el amor. 

Aunque podemos ver intelectualmente que estas autoimágenes y los sentimientos no son objetivamente reales, suelen atraparnos en un lugar doloroso contraído dentro de nosotros mismos. Desde él nos preguntamos… “¿Qué hago ahora?”.  Y siempre se nos responderá si escuchamos sutilmente… "Nada en absoluto. Solo permanecer aquí, descansando indefenso y abierto. Nada que tengas que arreglar, conseguir o hacer. Solo abriéndote, solo ablandando, solo permitiendo. Observando lo que es”. 

 Suena tan simple, pero cuando cualquiera de nosotros queda atrapado en la identidad de nuestro ego, defendernos o atacar parece lo adecuado.

 A menudo, simplemente volvemos a la superficie de nuestra personalidad o tratamos de resolverlo intelectualmente con nuestra mente. O nos valemos de ciertas estratagemas como desconectarnos de la experiencia o ir al refrigerador, encender la televisión, navegar por Internet para comprar algo que realmente no necesitamos, pelear con alguien, llamar a un amigo para contarle la historia de lo desesperante que es todo, o mantenernos muy ocupados para evitar tener que sentir, experimentar y permanecer con ello sin resistencias.

En cambio, nuestras estrategias más conscientes incluirían relajar nuestra tendencia a intentar cambiar o transformar la experiencia de alguna manera.

Quedarnos indefensos, vulnerables por un momento y solo respirar. 

HACER NADA. Solo permanecer aquí y ahora.

La auto-indagación nos invita a sumergirnos en nuestra experiencia directa sea cual sea, y no hacer nada. 

Así es como ocurre la rendición. No es algo que hacemos más bien sucede cuando relajamos nuestro hacer egoico habitual. 

Inicialmente se siente confuso. En el momento en que relajamos las estrategias habituales del ego que pretende rechazar la situación o evadirla nos encontramos con nuestra sensación de desconexión. Esto generalmente se siente como estar separado del amor, la fuerza, la capacidad, la paz, la alegría y el apoyo. Nos sentimos como un niño pequeño, asustado, solo, insuficiente y sin saber qué hacer. ¿Qué podemos hacer que respalde la rendición? 

Todas las grandes tradiciones de sabiduría han hecho eco de la necesidad de reconocer ciertas virtudes…ciertas aperturas. Cada tradición enfatiza la necesidad de confianza, humildad, mentalidad abierta, compasión, paciencia y más. Encontrar en nosotros esas capacidades que siempre han estado allí, porque son inherentes a lo que ES, puede integrarlas en una presencia activa que nos abre a nuevas profundidades.

 Algunas de ellas son…

CONFIANZA - en nuestra propia bondad fundamental, en la bondad que subyace a toda existencia. Esto produce coraje y verdadera confianza para abrirnos a lo desconocido, confiando en que todo estará bien incluso si no sabemos cómo.

AMOR A LA VERDAD - lo que sea que revele. Esto produce devoción, dedicación y pureza de motivación para que no tengamos miedo de abrirnos más allá de nuestras propias imágenes y creencias.

CURIOSIDAD: sincero interés por descubrir lo que es realmente real. Esto produce una mentalidad abierta y la expansión de nuestra conciencia.

NO ATAQUE: el compromiso de desconectarnos del auto ataque y la crítica interna. Esto cultiva la compasión por nuestro personaje humano, nos da espacio para experimentar y aprender y elimina la crítica interna que tan a menudo nos cierra.

HUMILDAD: reconocer que no necesariamente sabemos para qué es realmente algo. Esto saca a relucir la arrogancia de nuestro ego y apoya la capacidad de abrirnos a lo desconocido y dejar espacio para la gracia y la guía.

Al observar estas cualidades, podemos notar que algunas son más fáciles de practicar, mientras que otras son mucho más desafiantes. Cada uno de nosotros tiene una relación con estas virtudes, única en nuestra estructura de personalidad e historia. Dado que cada una de estas cualidades opera como una unidad para crear el apoyo interno para el despertar, ver dónde se encuentran nuestras fortalezas y debilidades espirituales es útil. 

Al igual que ir al gimnasio y solo ejercitar los músculos ya desarrollados creará un desequilibrio, también ayuda ser conscientes de nuestras debilidades y observarlas. 

Seguramente esas debilidades limitan el acceso a algunas virtudes de las que ya mencionamos…y evadirlas no ayuda. Tampoco juzgarnos, sino solo conocerlas, no para desafiarlas sino dar un giro de percepción y poder acceder a nuevas puertas amorosas, que no sean el ataque, la resistencia, la oposición ni la desconexión por miedo.

Rendirse es un aprendizaje continuo…una vigilia sin juicio, amorosa, compasiva y abierta en la que permitimos que la Vida que nos vive desenrede las hebras del aquí y ahora de historias, creencias y limitaciones…y así fluir accediendo a la trama mayor que nos sostiene y alimenta con la información infinita del Uno, en el que estamos tejidos eternamente.

 

Gracias. Gracias. Gracias

 

Tahíta

 

 

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