La Verdadera Fuente de Poder

Casi todos nosotros regalamos nuestro poder, sin ser conscientes de ello.

Vamos algunos ejemplos…

Alguien hace algo desconsiderado o exasperante que nos frustra o enoja. Sostenemos ese estado de enojo, indignación, tristeza o ira por horas, incluso días. Le hemos otorgado  a esta persona, y a muchas otras, el poder de frustrarnos y enfadarnos, entristecernos e indignarnos, a menudo sin que se den cuenta.

Estamos solos y deshechos porque una pareja rompió con nosotros. Si es así, le hemos entregado  nuestro poder de sentirnos amados a alguien más, alguien más que quizás no quiera darnos ese amor.

Vamos a una reunión social y esperamos impresionar a la gente, obtener su aprobación. Una vez más entregamos  el poder de aprobación a otros, que ni siquiera saben que tienen la responsabilidad de validarnos.

Puedes ser que todavía estemos  enojados con nuestros padres (o uno de ellos) por la forma en que nos criaron, o por ciertas cosas que hicieron que no perdonamos. Entregamos el  poder de moldear nuestra propia vida a personas que hicieron lo que pudieron, pero ahora que somos adultos, todo es nuestra responsabilidad.

En todos estos casos, y en muchos más, otorgamos el poder de ser felices, de estar contentos, satisfechos y en paz, a otras personas que ni siquiera han pedido ese poder ni se han dado cuenta de que se lo entregamos.

En realidad, el poder sobre estos estados mentales (aprobación, amor, ira, alegría) reside completamente dentro de nosotros.

Esta es la fuente oculta de poder que novemos ni aprovechamos.

Digamos que estás pensando en un amado que te ha rechazado, y deseando haber tenido esos increíbles momentos en los que te sentías feliz, amado. Pero en realidad, la fuente de ese amor estaba dentro de ti todo el tiempo, no fuera de ti. Cuando estabas con tu amado la fuente de sentirte amado estuvo siempre en tu propia mente, en tu propio corazón. Te hiciste sentir de esa manera, por cómo percibiste la situación.

Eso significa que tienes el poder de hacerte sentir amado. En cualquier momento. Siempre está disponible. No depende de nadie más.

Tenemos el poder de sentirnos enojados o en paz. Sentirnos heridos o gozosos. Sentirnos  conectados, o desconectados, aceptados o rechazados.

Eso no quiere decir que otras personas no hagan cosas incorrectas o poco amorosas. Pero esas cosas no tienen por qué hacernos sentir horrible, podemos soltarlas y decidir cómo queremos sentirnos. Claro, eso es más fácil de decir que de hacer, pero sigue siendo un poder que reside dentro de nosotros.

Tampoco quiere decir que no necesitamos a nadie más. O que seamos una isla. Estamos interconectados…InterSomos. Elegir vernos a nosotros mismos como interconectados, siempre conectados con los demás, es en realidad una forma de utilizar a consciencia nuestro poder interno. Volvernos hacia los demás y ver su dolor y su amor, no solo el nuestro, es una manera real de usar el poder para sentirnos amados, compasivos, conscientes, no divididos, aceptantes, atentos.

Pero: el poder está dentro de nosotros, en ninguna otra parte.

Podemos sentirnos amados, amándonos a nosotros mismos y a los demás.

Podemos sentirnos aprobados, observándonos a nosotros mismos y encontrando el milagro en lo que vemos, encontrando satisfacción en lo que somos, tal como somos.

Podemos sentir paz, dejando de lado los desaires y los juicios de los demás, y encontrando satisfacción en cómo son las cosas, amando las cosas como son.

Podemos sentir  alegría al darnos cuenta de nuestra interconexión con los demás, al ocuparnos de los demás, al apreciar la belleza desgarradora de este momento, tal como es.

Sea como sea, el poder nunca nos abandona…solo perdemos el rumbo llevados por un ego que crea conflictos y siempre pone la fuente de todo “fuera”.

Siempre es un buen momento para reconocer esta posición interna de poder, y dejar de atarnos a factores externos que solo son el marco consciencial para “darnos cuenta” e identificar para que nos sirva de guía, esa única fuente, que permanece a veces bastante oculta, pero fluye eternamente.

¡Y las bendiciones fluyen!

 

Tahíta