Jean-Paul Sartre dijo que "el infierno es la otra gente".
En infinidad de circunstancias, cuando nos vemos afectados por personas no solo desagradables, sino violentas o dañinas, seguramente hemos reafirmado este dicho. Sin embargo, en éste juego de energías duales, pretendiendo alejarnos del infierno, perdemos el Cielo.
Durante toda mi vida, siendo altamente sensible, relacionarme con muchas personas me ha provocado enormes cantidades de estrés, desazón, miedo y aprensión. Confundida a veces, irritada otras y con un enorme enojo visceral …terminaba retirándome a disfrutar de la soledad y el apaciguamiento, refugiándome en la idea de que no estaba mal no adaptarme a otras personas, y usando esa creencia como excusa para evitar interacciones innecesarias con otros humanos.
Hasta que me di cuenta de que evitar a los demás dejaba fuera toda experiencia de cambio, ese cambio de perspectiva que constituye la base de nuestra estadía humana.
Fue fácil y conveniente olvidar, en mi continua búsqueda para confirmar que "los otros" eran realmente terribles, que la mayoría de mis mejores recuerdos fueron, de hecho, compartidos con otras personas.
“Los otros”…no nos traen solo conflictos, dolor y desencanto, sino también alegría, emoción, calma, amor, y en última instancia…aprendizaje.
El psicólogo Alfred Adler, dijo que todos nuestros problemas son problemas de relaciones interpersonales.
Él quiso decir que todo lo que es doloroso, la mayoría de las veces proviene de la falta de armonía en nuestras relaciones.
Afirmaba que para ser feliz se requiere que sintamos que somos parte de una comunidad y que somos valiosos dentro de esa comunidad.
Debo enfatizar que el solo sentir ser parte de algo, nos sostiene, ni siquiera tenemos que ser parte tangible de una comunidad específica, ni crear algo visiblemente útil para sentirnos parte de ella. Es simplemente SENTIR, que todos estamos conectados y aportamos consciente o inconscientemente a ese campo de energías compartido.
Incluso saber cómo gestionar nuestros problemas personales requiere que tengamos una relación saludable con la humanidad. Que nuestro sentimiento hacia ella sea de aceptación y amor.
Esto puede ser difícil.
Pero no podemos ser felices si vemos a los demás, incluyéndonos a nosotros mismos, como enemigos o como inherentemente incorrectos.
Cuando nos cerramos al potencial de conectarnos de manera auténtica con las personas, no podemos sentirnos valiosos.
Y no podemos valorarnos en una comunidad si no nos aceptamos a nosotros mismos y a otras personas tal como son.
¡Tal como son!
Y estoy hablando de todas las personas, no solo de una parte selecta de la sociedad. ¿Por qué?
Porque si solo podemos tolerar a una parte de la humanidad, no la estamos aceptando genuinamente como un todo.
Esa sensación de separación con nuestro prójimo, en general, siempre infectará nuestra capacidad de estar en armonía con nuestro mundo y con nosotros mismos, para ser verdaderamente felices.
Es todo o nada.
Se trata de aceptar a toda la humanidad; de lo contrario, en algún nivel, la estamos rechazando.
La aceptación no significa estar ciego a lo nos parece “mal" de las personas o grupos.
La humanidad puede ser desastrosa. Pero alberga mucho bien también…y ese bien es el que tenemos que rescatar siempre. Por ejemplo, cuando me atropellan pensamientos acerca de cómo maltratamos a animales, plantas, a la Tierra y a otros humanos…trato al instante de traer a mi pantalla mental y a mi corazón las vidas de centenares de personas que rescatan, reforestan, alivian, cuidan y regeneran la naturaleza cada día.
La aceptación de la humanidad no se logra escondiendo o negando defectos. Sabemos de qué adolecemos, pero a pesar de todo albergamos el sentir que todo evoluciona para Bien y que llegaremos a ser una especie amorosa y cuidadosa, a pesar de la cuota de hechos negativos que nos llegan. Y si no se produjera…por algo es, y no alcanzamos a ver el aprendizaje en ello tal vez, pero lo hay siempre.
Cuando podemos estar bien sin que los demás nos gusten o se ajusten a nuestro ideal, y estar bien además con las imperfecciones humanas que aún exhibimos, podemos relajarnos. Somos libres. Nada puede tocarnos. Eso no significa que detengamos nuestro avance o justifiquemos la desidia…solo es seguir adelante sabiendo que el Cielo en las relaciones todas se basa en una visión amorosa “a pesar de…” y que el Infierno lo constituyen nuestros juicios y falta de empatía.
Continuemos encontrando puntos luminosos en las personas, independientemente de lo que supuestamente empaña su carácter.
Busquemos conexiones positivas, incluso si son rechazadas.
Mantengamos nuestra visión de los demás lo más alto posible, considerándonos como hilos conectados unos con otros.
Incluso si elegimos pasar muy poco tiempo con otros físicamente.
Pongamos fe en la humanidad, no porque todo se muestre ideal, sino porque elegimos aceptar, y ver siempre lo que nos une…de cualquier índole.
Tengamos el coraje de conocer nuestros puntos negros pero veamos la luz en todos nosotros de todas las formas posibles.
Sólo entonces podremos sentirnos integrados y redimidos de cuanto creíamos inaceptable.
Los demás de algún modo, pueden sentirse como “el Infierno”, pero paradójicamente son nuestro portal al cielo, nuestra posibilidad de trascender la fragmentación, nuestro romper de velos para descubrirnos eternamente UNO.
¡Y las bendiciones fluyen!
Tahíta
No hay comentarios:
Publicar un comentario