Las piedras comunes que vemos todos los días, las que arrojamos a los estanques y alineamos bordeando nuestros jardines y caminos de entrada, se crean a partir de la misma energía viviente que nosotros.
Todo se crea a partir de esa energía viviente, que parece ser nada más que espacio vacío para nuestra percepción de mente pequeña. Y es que aun creemos que el vacío y la nada no contienen “nada”. Cuando en realidad son el origen de todo lo manifestado temporalmente.
Los científicos más brillantes del mundo sugieren que si pudiéramos cavar hasta la esencia más pequeña del espacio que llena todo, descubriríamos cadenas de energía vibrante e imperceptible. Todas las cosas, en su núcleo, están hechas de estos pequeños hilos de “nada” incluso las piedras aparentemente sólidas.
Los maestros de sabiduría sugieren que la esencia de la vida también es una energía de la “nada”, que vibra a diferentes frecuencias o densidades. Dicen que incluso nuestros pensamientos son energía vibrante. Como las vibraciones tienden a resonar con vibraciones similares, lo que expresamos en el mundo se refleja en nosotros.
Es por eso que es inspirador tener una relación consciente con los pensamientos de nuestra mente pensante.
Debido a que son tan densas, las piedras vibran a un ritmo mucho más lento que los pensamientos.
Ellas nunca tienen prisa. Son tan antiguas como las entrañas mismas de la Tierra. Son los huesos de la tierra. Y tienen ideas para compartir con nosotros si podemos ralentizar nuestras mentes llenas de pensamientos lo suficiente como para escucharlas.
Hace tiempo que escucho mensajes y señales del Campo al que llamamos Dios, o Espíritu…y los escucho no con voces audibles sino con imágenes, flashes, pensamientos y sensaciones. Y es que como SOMOS UNO con todo, todo refleja partes nuestras que colaboran con el concientizar y la evolución. Solo tenemos que no distraernos con la mente, el ego y los asuntos mundanos y encontrarnos atentos y vigilantes para no pasar por alto ese tesoro.
Muchos de nosotros creemos que somos la generación más importante que jamás haya existido. Actuamos como si las generaciones futuras no importaran mucho…y desatendemos la sabiduría de las generaciones pasadas (hablando linealmente, claro). Engullimos todos los recursos y matamos especies tras especies, como si no fueran nada, solo globos de diferentes colores en un tablero de dardos de una feria, esperando ser explotados para que obtengmos un insignificante premio… ¿los han visto?
Fuimos enseñados a pensar y comportarnos de tal forma que olvidamos cómo escuchar el mensaje de las piedras.
Pero no es tarde para aprender una lección diferente dentro de la vorágine que nos suele rodear: reducir la velocidad y “escuchar".
Tengo una piedra de cuarzo lo suficientemente grande y pesada como para trabar la puerta de mi habitación cuando en verano el viento juega a cerrarla. Tengo otras más pequeñas y redondeadas. Muchas veces sostengo una de ellas en mi regazo cuando medito. Me mantiene asentada, ancla mi mente normalmente rápida e inquieta al aquí y ahora.
A pesar de estar hecha principalmente de espacio vacío, la piedra parece una cosa sólida. Y trato de alinear mi conciencia con su aparente solidez y quietud para desacelerar mi mente y volverme más parecida a ella.
Una piedra tiene una energía consistente. Esta consistencia refleja la de la Tierra, es parte de su entraña. Y esto es lo que quiero sintonizar cuando medito con cualquier piedra: también somos la consistencia viviente de la Tierra. Es por eso que suelo acunar la piedra en mi regazo, para ayudarme a desacelerar mi mente y para ayudarme a recordar la solidez protectora de la Tierra que anima mi sangre y me potencia.
Al ser los huesos de la Tierra, las piedras llevan la memoria más profunda dentro de su materialidad. Ellas son los testigos de la cronología de la Tierra, y lo han sido desde el principio. Son un puente hacia el conocimiento de la información energética guardada en las lineas de tiempo de la Tierra. Esta información sostiene toda la vida en equilibrio y gracia.
Cuando podamos reducir la velocidad de nuestras mentes, dando la bienvenida a un estado más meditativo, las piedras compartirán sus recuerdos intemporales con nosotros. Se abrirán esos registros planetarios para recordarnos principios eternos.
Básicamente dos: todo es sagrado y todos estamos relacionados.
Al observar nuestro mundo moderno, es evidente que hemos olvidado los principios originales y cómo escuchar el mensaje de las piedras. No entendemos por qué estamos aquí. Y dentro de nuestro malentendido, hemos olvidado hasta cómo reír. Estamos demasiado ocupados, lanzando dardo a los globos sin pensar. Ya nada consideramos SAGRADO, por lo tanto podemos mancillarlo, y eso de “todos estamos relacionados” suele hasta ser causa de burlas.
Creemos que la Tierra es algo aparte de nosotros. Creemos que el tiempo de las máquinas, que se distingue de los sistemas vivos del planeta, es más real. Por eso pasamos más tiempo frente a la ilusión de una pantalla que en la naturaleza o en el tiempo no virtual.
Este malentendido es un cáncer en la vida.
¿Cómo podemos estar separados de la energía que nos da a nosotros y al universo entero una existencia vibracional?
“Nunca olviden la Tierra por las máquinas”, parecen enseñarnos las piedras.
Nuestros huesos están hechos de la misma sustancia que las piedras. Nuestros huesos también llevan el sello del conocimiento original. Y nos dicen que también somos sagrados y estamos relacionados con toda la vida de la manera más íntima. Y si aprendemos cómo reducir la velocidad de nuestras mentes y aflojar nuestro enganche mortal al tiempo de las máquinas, podremos escuchar el mensaje de vida sellado hasta en nuestros huesos.
Es entonces cuando recordaremos que humanamente, estamos en la Tierra y ella en nosotros.
Y nos reiremos juntos de la vorágine que ineficientemente trató de absorbernos para que olvidáramos lo Sagrado de Todo, y la eterna Reconexión de la Vida.
¡Y las bendiciones siguen fluyendo!
Tahíta
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